3: Reencuentro.

113 12 1
                                    

  Acababa de despertar. Intentaba hacer memoria sobre lo que había sucedido esos días. Estaba vestido de blanco y sentía las piernas entumecidas,¿era un sueño? ¿Realmente estaba vivo?
Mientras pensaba, alguien entró a la habitación. Era la enfermera.

— Me alegra que estés despierto.  Vinieron tus amigos a verte y ya puedes recibir visitas,¿los dejo pasar?– Ash asintió.

Luego de unos minutos, entraron en la habitación Max, su esposa y Sing. Los tres estaban bastante felices de volver a ver al rubio(y en cierto modo aliviados)

— ¡Pensé que morirías, tonto!– Exclamó al borde del llanto el pelinegro.

— ¿Con quién crees que estás hablando?– Ash soltó una sonrisa y abrazó al chico que aún seguía sollozando— Soy el invencible Ash Lynx, Sing.

— Deja de creerte la gran cosa, niño. Estuviste a punto de morir— Rodó los ojos al escuchar a aquel hombre odioso al que quería como un padre — Pero... me alegra que no lo hayas hecho.

— Gracias, viejo.

— Creo que hoy ya puedes salir de aquí,¿verdad?— Habló la única mujer entre ellos— Voy a preguntarle al doctor y te vas con nosotros a casa, Ash.

  Una hora después, ya estaban rumbo a la casa de "Los Lobo". Miraba por la ventana, dándose cuenta que venció a la muerte.

— En casa están las personas que te ayudaron, así que vas a agachar la cabeza y dar las gracias— Habló Max, sacandole de sus pensamientos.

— Literalmente el hombre me chocó e hizo que me desmayara, ¿qué debería agradecer?— Reprochó el chico. Obviamente, con intenciones de molestar— Además, ¿qué es eso de agachar la cabeza? Ni que estuviéramos en Japón.

—¡Mocoso de mierda! Tú-

  Antes de que pudiera decir algo, Aslan se echó a reír. Era tan fácil hacerlo enojar. Jessica al instante sonrió, nunca había visto al chico tan contento y eso la hacía sentir en paz. Para ella, Ash era un hijo más.

— Vencer a la muerte debe ser motivo de celebración, así que cociné algo riquísimo. Ya quiero llegar para que pruebes Ash— Dijo ella, sin borrar un segundo su sonrisa. No recibió respuesta alguna, pero tampoco le importó.

  Llegaron los cuatro a la casa, bajaron despacio a Ash del auto y al abrir la puerta... ¡pum!

—¡Sorpresa!– Estaba toda la pandilla de Ash, Michael, y las dos personas que ayudaron al rubio: Gabriel y Lilly. Fue un conmovedor reencuentro entre todos y nadie había visto a Ash tan renovado desde hace meses.

  Luego del almuerzo, pusieron música y comenzaron una ruidosa fiesta. Todos menos Ash, que todavía no podía moverse bruscamente, se levantaron a bailar. La pandilla hacía rondas y movían las caderas como nunca, mientras Jessica y Max no se soltaban de las manos. Michael seguía tomando su juguito de mango sentado en el sofá. Todo parecía tan pacífico, casi irreal.

Gabriel y Lilly se acercaron a Ash, y este les agradeció por todo lo que hicieron por él. Lilly sin dudarlo un segundo le habló sobre la carta que habían leído anteriormente. A Aslan le molestó que lo hubieran leído, pero el enojo no le duró demasiado, pidió la carta de regreso y Lilly se la entregó.

— Esta carta la escribió una persona a la que también le debo la vida, es demasiado valiosa para mí– Dijo, abrazando aquellos papeles— Ahora él ya no está a mi lado, pero su alma siempre estará conmigo.

—¡¿No me digas que falleció?!– Gritó la mujer, casi al borde del llanto. Gabriel se limitó a rodar los ojos.

— No, no. Volvió a su país natal, a Japón.

— Comprendo– Respondió cabizbaja Lilly, para luego ir por algo de beber. Dejando solos al rubio y al otro hombre.

—¿Siempre es así de inquieta?— Preguntó Ash, riendo.

— Créeme que suele ser peor– Tiró una sonrisa y continuó— Oye Ash, ¿cómo es que apareciste acuchillado en una biblioteca? ¿Qué sucedió exactamente?

   De repente la música paró y todos miraron a Aslan, cómo si hubieran estado escuchando su conversación desde el comienzo. Lo rodearon, sentándose en círculos y prestando atención a lo que el chico rubio estaba apunto de contar.

  Ash suspiró, en algún punto de su vida se había vuelto más susceptible al resto de las personas, por lo que comenzó a narrar la historia desde el momento que Sing le entregó la carta de Eiji. Nunca había visto tanta gente escuchando lo que él decía, sin ni siquiera parpadear, cada uno más atento que el otro. Cuando terminó, la mayoría de los presentes estaba llorando.

— Lao, ese hijo de puta— Maldijo Sing, pensando en que iba a perder a su amigo por culpa suya.

— Bueno, no se acerca a la teoría que yo tenía desde el principio... es mucho peor aún – Habló Lilly, más conmovida que antes.

  Unas horas después, ya todos se estaban despidiendo y regresando a sus casas. En eso Max le hace una seña a Ash, cómo si quisiera decirle algo en privado. El rubio se adentró a la sala luego de despedirse de las últimas personas que quedaban, y fue junto a él.

— Voy a ir directo al punto. Ibe me llamó hace unos días atrás.

—¿Le pasó algo a Eiji?— Fue lo primero que se le vino a la mente, por lo que se preocupó.

—¡No! Tranquilo, de hecho es todo lo contrario, Eiji está perfectamente— El rubio sonrió aliviado— Pero Ibe quiere que vayas a Japón junto a él.

—¿Qué? — Estaba sorprendido, hasta que recordó que en aquella carta, Eiji había incluido un pasaje — ¿Eiji aún quiere que vaya a Japón junto a él?

  No podía ocultar su emoción, sentía su corazón acelerarse al punto de salirse de su pecho.

—Así es, pero le dije que hablaría contigo antes. — Ash quedó pensativo un momento—Arreglamos con Charlie para mover algunos papeles y... — El rubio levantó una ceja. — Piénsalo hombre. Tú y Eiji se aman, las personas que te ataban aquí ya están bajo tierra y el detective Jenkins retiró tus cargos penales. No hay nada aquí para tí, Ash.

—¿Y tú?¿y mi pandilla?

— Tu pandilla pues... creo que Alex haría un buen trabajo como jefe. —Ash no formuló palabra alguna— Y en cuánto a mí, ¿desde cuando te preocupas por mí?. Es la primera vez en tu vida que tienes un amor incondicional y lo estás dejando ir tan fácil, te creía más inteligente.

— Lo dice el hombre que se la pasa peleando con su esposa. — Se burló, suspirando segundos después— A la mierda, voy a tener que aprender japonés.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora