12: Hora del té.

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  Últimamente Aslan estaba frecuentando dormir con Eiji; mas aunque suene romántico, en realidad lo hacía por las pesadillas. Estas se estaban volviendo monótonas y bastante crueles de soportar.

   Al despertar, sentía suciedad en su cuerpo, sangre en sus manos. Sus ojos dolían de tanto llorar y a su lado, observaba a un muy preocupado Eiji, que lo acariciaba lentamente y sin poner bruscamente su peso sobre él, como si tuviera miedo de incomodarlo. Apartaba sus cabellos y limpiaba sus lágrimas.

"Todo está bien ahora" susurraba suavecito, haciendo que Aslan vuelva a dormir.

Pero esto se estaba volviendo tan frecuente, que era incluso agotador.

— Ash, son cosas del pasado, no deberías atormentarte más.— Repetía Eiji, intentando consolar su cansado corazón— Todo lo que hiciste hasta ahora, fue para sobrevivir. Necesitabas hacerlo.

Pero...¿Lo necesitaba?...¿Y si había otra forma?

El remordimiento lo mataría.

  Eiji llevó ambas manos a la cara del estadounidense, apretando sus cachetes fuertemente hasta que el contrario le dirigió la mirada.

—Escúchame bien, lo que pasó en Estados Unidos, se queda en Estados Unidos. Tú ahora estás en Japón. Ees mi novio, mi razón de vivir y la felicidad de mis días. Un asesino cruel que mata por matar jamás sería algo tan valioso para mí, ¿entiendes eso?

  El rubio se quedó quieto en su lugar, observando como su novio se sonrojaba segundos después por todo lo que había dicho. Ash sonrió y abrazó a Eiji, escondiendo la cabeza en su pecho.

—Tienes razón, pero dejar de pensar en eso no me hará terminar con las pesadillas.

— Lo sé— Suspiró Eiji— Por eso estuve pensando en que deberíamos ir a ver a un psicólogo. Pasaste por mucho, cariño. Mereces sanar.

  Aslan se apartó rápidamente al escuchar eso, no iría por ahí contando sus problemas pasados y sus traumas a cualquiera. Era demasiado para él imaginarse en la situación.

  Cruzó sus brazos, en claro desacuerdo, a lo que recibió una mirada molesta del japonés; pero pronto este entró en razón.

— Bien, al final es decisión tuya. Tómate tu tiempo.

  Eiji se levantó de la cama, y besando la frente de Ash fue a la cocina a prepararse un café. Eran las cinco de la mañana, ya no dormiría más.

  Allí sentado en su cama, estaba el rubio reflexionando sobre la situación, sabía perfectamente que Eiji no le terminaría por algo así, pero de todas formas dudaba sobre si podría continuar una relación sin estar sanado del todo.
No deseaba ser una carga para Eiji, y sabía el amor infinito que éste le tenía.

Quería ser merecedor de él.

— Ahg, a la mierda. — Se quejó, levantándose de la cama y yendo a buscar a su novio. Lo vio parado cerca de la ventana, tomando una taza de café y según parecía, con la mente en otro mundo. — Eiji...

—¿Quieres café?— Preguntó el chico, cómo si lo conversado anteriormente no hubiera pasado— Iré a prepararte algo para comer,¿te apetece?

  Ash flaqueó, como si hubiera perdido la fuerza en las piernas de repente y miraba el piso, como si buscase en él las respuestas a todas sus dudas.

—¿Por qué?

— ¿Por qué qué? — Devolvió la pregunta, sin entender.

— ¿Por qué tienes que hacer esto?

— Pero si solo te ofrecí café-

  Dio un saltito en su lugar cuando sintió que era rodeado en un abrazo.

— Eiji... — Entre pequeños cortes de voz, el rubio volvió a mirar sus manos, que rodeaban al mayor; ya no le parecían tan manchadas, después de todo, esas mismas manos que mataron a cientos, también ayudaron a otros cientos. Lo pensó unos segundos — Voy a ir.

—¡¿De verdad?! — Dijo sorprendido el pelinegro, ese cambio de opinión fue repentino. — No tienes que hacerlo si no quieres.

— Sí, pero con una condición: tú irás conmigo.

  Agitó su cabeza en "sí " repetidas veces, contento por la idea de que su amado rubio pudiera dormir tranquilo en un futuro, lejos de todo aquello que lo atormentaba.

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  El día avanzó pacíficamente, Eiji habló con su tía Ayaka sobre la terapia y la mujer le pasó el número de su psicóloga.

   Mientras tanto, Ash jugaba a la fiesta de té con Aiko.

— Permítame decirle que este té imaginario está exquisito, reina Aiko. — Halagó, probando un sorbo de la taza de juguete.

— Oh, de verdad me halaga, príncipe Aslan.— Agradeció la niña, levantándose para buscar más peluches y ponerlos en la mesa como invitados— Aquí vienen llegando el conde y la condesa de Inglaterra junto a sus hijos, salúdelos.

— Un placer tener a tan distinguida familia aquí hoy— Con caballerosidad, besó la mano del oso de peluche que hacía de condesa y siguió tomando de la taza de juguete.

  Eiji entró a la habitación sin tocar y ambos voltearon a verlo.
— Eiji, ¿quieres té? — Bromeó el menor, levantando la taza hacia él.

   El pelinegro estaba muriendo de la ternura, sus más grandes amores jugando juntos. No se aguantó, se agachó a besar en el cachete a la niña y en los labios a su novio.

— Venía a contarte algo, pero puede esperar. Lamento interrumpir su tan importante hora del té— Habló con formalidad.

— ¡Hermano unétenos!— Se emocionó la niña— Aún hay asiento para tí.

  Y así, pasaron su día jugando a las tazas del té, las escondidas, dibujando y haciendo karaokes. Hasta que marcó las diez de la noche y la niña cayó rendida a dormir.

El pelinegro la levantó y acomodó su cuerpo entre las sábanas de la cama, observándola todo el tiempo. Al parecer la llegada de Ash a su casa, la hizo más feliz a ella que a él mismo, pensó.

—¿Qué era lo que quería decirme, Lord Eiji? — Preguntó Ash entre sonrisas.

— Ah sí, mañana a las nueve reservé cita con la psicóloga. ¿Le parece bien, príncipe Aslan?

  La sonrisa de Ash cambió a unos labios sin expresión. Tenía miedo, no lo admitiría, pero aún temía hablar sobre su pasado, incluso con Eiji mismo que ya lo conocía. No había ido nunca a algo así, ni siquiera le parecia que esas cosas servían. Sintió unos brazos rodearle el cuello, eran los de Eiji.

— No te preocupes, todo estará bien. Yo estaré ahí, contigo.

  Lo tomó de la cintura, abrazándolo. Mientras Eiji solo podía pensar en que estaba de puntitas intentando no soltarse del abrazo. ¿Cómo es que Ash podía ser más alto que él?

Al día siguiente ambos fueron a ver a la mujer que ayudaría a Ash, no tuvo problemas en dejar que Eiji entrara con él por un tiempo, al menos hasta que se sintiera cómodo estando a solas con ella.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora