5: Pesadilla.

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La mamá de Eiji había arreglado una habitación que estaba al final del pasillo de la casa para que Ash durmiera allí. Rápidamente el chico se acostumbró, le fue bastante cómodo la verdad.

—Esta habitación no tiene nada de color—Comentó la hermana menor de Eiji.

— Silencio Aiko, él puede decorar su habitación cómo guste— Replicó el mayor.

— De hecho tiene razón, no tengo demasiadas cosas, así que nunca decoré una habitación para mí—Notó que no debió haber dicho aquello, unos minutos después.

—¿De verdad? Pues eso se soluciona con...

—¡Ir de compras!—Gritaron al unísono, los hermanos.

—¿Qué?—Ash estaba confundido, encima de eso, no tenía el dinero suficiente para comprar cosas para él en ese momento. ¿Qué trataban de hacer los Okumura?

— Déjame la decoración a mí— Dijo la chica, luego se acercó al rubio para susurrarle algo que lo hizo reír— Eiji tiene muy mal gusto.

— Te puedo escuchar— Rodó los ojos el pelinegro— Prepárate Ash, vamos a salir dentro de diez minutos.

Los tres se adentraron a sus habitaciones para cambiarse, aunque el rubio seguía algo confundido.

Se prepararon y salieron el resto de la tarde a recorrer los centros comerciales. De paso, mostrarle lo bello que es la ciudad dónde vivían a Ash.

El rubio miraba a su alrededor emocionado, mas había cierta pizca de desconfianza para con su alrededor. Entraban a las tiendas, y aunque no comprendía mucho el idioma, observar al pelinegro platicando con los vendedores lo entretenía.

Se estaba haciendo de noche, por lo que siguieron su rumbo a casa. Ya tenían cosas de sobra para decorar la habitación de Ash. Al llegar, los hermanos se pusieron manos a la obra mentras el rubio se daba un baño.

Ash salió solo con una toalla que le cubría de la cintura para abajo. La niña no pudo evitar sonrojarse por el increíble físico del rubio, a lo que Eiji avergonzado, la echó de la habitación.

—¿Cómo se te ocurre pasearte así por la casa? — Ash ignoró esa pregunta, para ser sinceros ni siquiera la escuchó, porque andaba concentrado en la bella decoración.

La habitación tenía un estante en dónde habían unos cuántos libros, una cama con dos almohadas y una sábana de color verde agua que se veía calentita. Por las paredes habían pósters-gracias a Aiko-, Ash no tenía idea de quienes eran los personajes de aquellos pósters pero se veían bastante geniales. Por último, un ropero ordenado y una mesa cerca de la cama con una lámpara sobre ella.

— Estoy conmovido, muchas gracias Eiji.

— Me alegra tanto que te guste. Bueno, te dejo vestirte. Buenas noches, Ash.— Iba a abrir la puerta, pero el rubio todavía no quería que salga de su habitación.

—¿Ya te vas? —Preguntó, rodeando sus brazos por la espalda del japonés. — No llevo ni una semana aquí, deberías quedarte conmigo.

—¿Desde cuando el lince de Nueva York pide dormir con alguien? ¿Te dan miedo las casas japonesas? —Se burló, y Ash hizo un puchero, soltándolo.

—Más que la comida, no creo.

***

Eran las tres y media de la madrugada. Su cuerpo sudaba y su respiración estaba tan agitada, iba a llorar. No podía mover el cuerpo, su mente le estaba jugando sucio. Aquella pesadilla le iba a volver loco, quería gritar pero no podía.

—¡Eiji!—De repente despertó. Sus ojos estaban llorosos y solo despierto dejó de temblar. Al instante, el japonés entró a su habitación.

—¡¿Qué pasó?!—Se preocupó al ver cómo el rubio lloraba, levantándose rápidamente a abrazarlo y mirarlo minuciosamente.

Suspiró relajado, notando que no estaba muerto. Volvió a su cama, tapándose por completo.

Eiji se sentó en el borde de la cama y le sacó la sábana de la cara.

—¿Qué pasó? —Volvió a preguntar, pero esta vez con un tono de voz más dulce. El rubio no dudó un segundo en acurrucarse sobre él, rodeó con sus brazos su cintura y lo apretó hacia su cuerpo.

—Tuve una pesadilla horrible. No te vayas, por favor.

Su corazón se apretó. No tenía idea de qué había soñado, pero sabía que era algo tan común en la vida de Ash. Le dolía.

—Hazme espacio, voy a dormir contigo esta noche—Decidió, mientras ya subía a la cama y le sacaba un poco de su sábana a Ash para taparse también.

Los ojos contrarios se iluminaron tanto, que Eiji no pudo resistir darle un beso en el cachete.

— Pero solo no ronques—Bromeó, abrazando al rubio.

Se sentía tan protegido a su lado, y se suponía que el que debía sentirse de ese modo era Ash. Pero no, su corazón se le iba a salir por la boca con cada respiración que daba. Estaba tan enamorado de él, apenas podía creer la suerte que tenía.

Y así, ambos chicos durmieron pegados el uno al otro. Aunque ninguno pudo dormir bien del todo por la emoción de estar tan cerca.

¿De qué trató su pesadilla? Ya ni se acordaba, pero qué suerte que la tuvo. Ahora estaba durmiendo con el japonés dueño de su corazón.

No podía pedir nada más.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora