CAPÍTULO 9

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Al siguiente día me quede en cama. No quise salir a ninguna parte ni quería que nadie me viera.

Me pasé toda la noche llorando, no por haber perdido a Alex, si no por la traición de Rose. Mi mejor amiga, la que conocí de pequeña y le conté hasta mi más mínimo secreto y dejé que viera lo vulnerable que puedo llegar a ser.

Abrí mi corazón a las personas equivocadas, dejé que entraran y se adueñaran para que luego lo destrocen y hagan lo que les dé la gana.

Solo me levanté de la cama para ir al baño, luego el desayuno y demás comida del día lo dejaban afuera de mi habitación para que yo misma abra la puerta y lo meta. Lo bueno de tener a alguien que cuide la casa por las tardes, como una especie de guardaespaldas, es que también es como si me cuidara a mí; es decir, no es su obligación tener que cocinarme ni nada, sin embargo, lo hace.

Me paso la tarde viendo una serie en la enorme pantalla de mi habitación comiendo de los bocaditos que me cocina el guardaespaldas, que por cierto son ensaladas de frutas (mamá lo pidió), pero tengo un escondite secreto con un poco de chocolate y trato de integrar ambos ingredientes para que sea más delicioso aún.

Al caer la noche, decido apagar el televisor y me pongo a releer algún libro que tenga por mis pequeños estantes. Antes solía comprar muchos libros y leer dos cada día. Que puedo decir, en mi adolescencia solo vivía a base de libros, pero cuando entré a la universidad tuve que dejar eso de lado para concentrarme más en los estudios.

Marco y escribo en todas las paginas, señalando lo que me gusta y lo que me disgusta, o poniendo lo que me hubiera gustado que pasase.

Cierro el libro y vuelvo a mi realidad, una muy triste, por cierto.

Toda la semana me la paso igual.

Alguien me trae mi desayuno, veo películas o alguna serie y cuando cae la noche leo mientras como algo que me traigan o encuentre por ahí.

Dejé mi celular apagado desde el día de la competencia de las motos. Desde entonces no lo quise encender, no quiero hablar con nadie ni que nadie me hable.

No fui a trabajar en toda la semana tampoco, ni siquiera me molesté en pedir un tiempo libre. No me sorprendería que me despidieran, soy algo reemplazable.

Todo el mundo es reemplazable, pero no igual.

Podrán encontrar a alguien mejor, pero no a nadie igual.

Alex podrá estar con alguien que es muchísimo mejor que yo en mil maneras posibles, pero nadie le dará lo que tenia conmigo. Eso es algo que nunca va a cambiar.

Las personas pueden reemplazar a otras, o simplemente preferir a una mejor opción, pero tengan por seguro, que siempre seremos perfectos y suficiente a nuestra manera.



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Ya pasaron cinco días, o eso al menos creo yo.

Cinco días desde que no veo ni hablo con nadie que no sea mi propio reflejo.

Cinco días que lloré todo lo que tenía que desahogar. Golpeando la almohada como si tuviera la forma de ambos traidores.

Cinco días desde que mamá decidió irse de viaje, porque según ella, mi alma le daba pena y no quería que se le pegue lo muerto. Ese día fue el que lloré más.

Besos Que Queman [Besos #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora