Capítulo 7: No lo pienses tanto.

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Murielle.

Por mi cabeza se cruzaba de todo.

Nunca había tenido tanto miedo justo como ahora. Y lo peor de todo es que ni siquiera sabía a qué le temía.

Si, ja, ja. Que gracioso. Era el puto chiste más inútil que había dicho, pero era real, no sabía a qué temerle y si temerle. Todo era simple, la sangre de los chicos corriendo por sus cuerpos bajando y cayendo al suelo, sus caras desechas por los golpes, la chica con las mejillas empapadas por las lágrimas, las risas de los chicos que les provocaba el verlos tan indefensos a los tres. Todo eso se repetía por mi cabeza. Aunque quizá solo eran golpes, deudas y ya. Y mi cerebro exageraba todo, quizá no había nada más haya que un simple conflicto entre chicos.

Si, eso era. Yo no debía entrometerme en algo en lo que no me convenía, yo no debía meter mis narices en asuntos ajenos a mi persona. Pero a quien carajo engaño, yo quería saber qué demonios pasaba.

Vaden, se encargará.

¿De qué? ¿Qué había hecho? ¿En qué me había metido?

No tenía la menor idea de que significaba lo que acaban de hacer. Mucho menos entendía por qué les pedían dinero. Vaden quizá era millonario, tan solo con ver su casa, que en realidad parecía una mansión. Su auto tan lujoso y seguramente costoso. Tan solo con verlo a él y a su hermano, se podría apreciar lo costosa que era cada cosa que usaban. Mierda, sin olvidar que Nick también estaba ahí, seguramente era igual de millonario que Vaden. Su camioneta era hermosa, aunque él no solía llevar tantos lujos como Vaden y Jaeden, era más que claro que tenía el suficiente dinero, al igual que ellos. Un momento, pero Raven también estaba ahí, su casa es muy grande, viven el, su hermano y sus padres. Había visto a sus padres muy pocas veces, ambos llegaban en auto muy lujoso, incluso el de Raven y Zamar era similar. Pero, ¿por qué les pedían dinero?

Estaba tan mal, estaba ponerme a juzgar sus vidas. Estaba mal ponerme a investigarlos. Pero realmente me daba curiosidad lo que estaban haciendo.

Aleje todos esos pensamientos de mi cabeza y me acerque a mi armario a colocarme mi ropa para hacer ejercicio. Quizá eso alejaría pensamientos tan locos de mi cabeza. Baje las escaleras y me acerque a la cocina, encontrándome con mi hermano, desnudo.

—¿A dónde vas? —me pregunta Olivier.

—¿Puedo preguntar por qué estas desnudo?

—Una vecina se masturbo viéndome desnudo—murmura entre risas—. Creo que le gusto.

—Que asco. No deberías dejar que te vea desnudo.

—Es atractiva. Pero tiene como cincuenta años.

—Solo tiene veinticuatro—evito reír a carcajadas.

En un momento entra papá y al ver a Olivier así hace una mueca. Olivier frunce el ceño.

—¿Por qué estas desnudo, Olivier? No estás solo.

—Papá, eres cirujano, ves penes y vaginas todos los días.

—Por cuestiones médicas. Ahora, ¿puedes cubrirte? Tu hermana también te está viendo.

—Está bien, papá. No lo observo, si te sirve de consuelo. Con Olivier me acostumbré a no observar más haya cuando esta, pues...—mi gire a mirarlo que ahora cubría su entrepierna con una caja de cereal—. Así.

Olivier rodo los ojos, yéndose con su cereal. Camino hasta las escaleras y subió corriendo.

—¡No observen mi culo! —grito.

—¡Olivier! —lo regaño papá. Solté una fuerte risa—. ¿A dónde vas? —cuestiono observándome de arriba a abajo, repetidas veces.

—Iré a correr un rato, si no te importa.

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