Capítulo 28: Confesiones.

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Vaden.

—¿Cómo es que lograste atarlo tan fácilmente? —pregunta Jaeden.

—No me subestimes—se queja Alex.

Lo primero que observamos al atravesar la puerta, es al hombre con las manos atadas por detrás y los pies de la misma manera. Él nos mira detalladamente, no le molesta demostrar que esta furioso por vernos, supongo que nos reconoció.

—¿Tu no...? —escucho que pregunta Nick, señalando a Alex. Al mirarla me doy cuenta de que se acomoda los botones de su blusa, nerviosamente.

—Oh, no —dice ella—. Solo tenía que provocarlo.

—¿Y bien? —habla el tipo atado en la silla—. ¿Para qué me trajeron aquí?

—Tú sabes donde esta Fayre—respondo.

—¿Quién es Fayre? —finge sorpresa.

Nick responde dándole un golpe que cae en su pómulo, logrando sangrarle.

—Sabemos sobre ti y la esposa de Alessandro—le dice Nick.

—Van en un avión fuera del país —responde de inmediato. Vaya, eso fue sencillo.

—¿Quién la lleva?

—Alessandro la quiere vender, no se para que, pero quiere encontrar a tu padre y matarlo.

—Llama a tu padre—le digo a Nick.

Antes de que pueda decir algo, la cara de Nick me demuestra que ya fue tras él.

🔪🔪🔪

Me dejo caer sobre mi cama, observado el techo de mi habitación. Nunca había notado que tenía leves destellos.

—¿Mamá? —pregunté—. ¿Papá?

Al entrar vi la habitación hecha un desastre, no solía estar así, mamá era muy especial para mantener todo en su lugar, ella era muy ordenada. Y papá trataba de no cometer un pequeño error para que mamá no se molestará. Pero en este momento la ropa estaba tirada por todo el suelo, al igual que la cama, únicamente tenían una sábana cubriéndolos. Incluso la habitación tenía un olor extraño.

Papá se levantó rápidamente, le dijo algo a mamá y luego me miro extrañado.

—¿Qué pasa, bebé? —me dice.

—No puedo dormir—respondí, caminando hacia la cama —. Tuve una pesadilla.

Extendió su mano y me hizo una seña para que me acostara a su lado. Lo hice y me abrazó.

—¿No me preguntarás cuál fue la pesadilla? —dije.

—¿Cuál fue? —me pregunto acariciando mi cabello suavemente.

—Soñé que un dinosaurio salía de mi armario y me decía qué ya no comería dulces—el soltó una leve risa.

—¿Le dijiste que te gustan los dulces?

—Si, pero no me escucho.

—¿Revisaste el armario?

—No había nada.

—Entonces ningún dinosaurio te obligará a dejar los dulces, Vaden.

—¿Lo prometes?

—Te lo prometo—me di un beso en la cabeza.

Durante un momento se quedó callado y no pude evitar preguntar por qué Jey estaba acostado del lado de mamá.

—Papi—le hablé.

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