Capítulo 11: El extraño.

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Nicolás.

—¡Solo entra ahí! —exclama Ethan.

—¿Por qué no mejor te callas? —le reclama Owen.

—¿Y si todos nos callamos y solo entramos? —llamo la atención de los dos—. Me estoy cagando de frío, así que ¿Por qué no hacemos esto y ya? ¿Bien? De acuerdo. Muévanse, malditos idiotas.

—Ay, pero que genio—frunce el ceño Owen.

—Esta así porque nadie ha querido follar con él.

—Dile eso a la rubia que te iba a ayudar a hacer tu trabajo de clase—se gira a mirarme completamente molesto.

—Así que tu eres la maldita razón por la que tengo que entregar un ensayo de doce hojas, solo.

—Oye, yo no tengo la culpa de que una chica no sepa que es un no como respuesta.

¿Qué fue esta vez? —cuestiona Owen.

—Le pedí que dejara de tomarme el pene y no le gusto, así que se enfadó.

—Bien, ya no estoy enfadado—dice Ethan y se baja del auto.

Todos los demás hacen los mismo, incluyéndome. Ya estaba todo listo, lo único que nos detenía era el maldito frío. Temblando, caminamos para quedarnos tras una pared, apenas crucemos esa pared, morimos, no disparan o morimos. Cualquiera de esas.

Estresado, saco un cigarro de marihuana y lo pongo sobre mis labios. Ethan hace una mueca a penas me ve, el odia las drogas.

—¿Tienes que hacer eso aquí?

—Estoy estresado—me encojo de hombros y sigo fumando.

—Nicolás—me llama uno de los guardias—. ¿Qué hacemos?

—¿Por qué me preguntas a mí? Yo no sé qué hacer.

Apenas digo eso, Ethan y Owen me ven confundidos, todos los guardias se giran hacia mi apunto de explotar en nervios. Los entiendo, acabamos de burlar la seguridad de una de las casas más grandes de un mafioso, no fue difícil. Jaeden nos ayudó, aunque tuve que ocultárselo a mi padre y a Noah, si ambos se enteran... No me quiero ni imaginar que me haría Noah si se entera que involucre a su hijo menor en esto.

Mii celular vibra en mi pantalón y lo tomo de inmediato. Lo pongo en alta voz para que escuchen y todos se callan.

—¿Estas listo? —me dice Jaeden—. Lo estes o no, no me importa. Ya apagué las cámaras, por eso no te preocupes se quedarán así toda la noche. Las puertas estarán abiertas en dos minutos, no más. Recuerda que se cerraran apenas entren todos, no puedo detenerlas. Pero para salir tienes una hora, es lo máximo que puedo darte, así que salen de ahí en una hora o se mueren todos, no me interesa de cualquier manera.

—Eres tan agradable, ¿lo sabías? —le dice Ethan.

—Es una de mis mejores cualidades—se burla Jaeden—. Como sea, en un minuto, Nick. Estaré aquí por cualquier cosa, puedes llamarme si tienes inconvenientes. Y si no respondo, me estoy masturbando y llama a Vaden. 40 segundos, váyanse a la mierda, ya.

Y me cuelga. Jaeden Kleits es la persona más amble y sincera que he conocido.

Guardo mi celular y cuando veo todos los guardias esperan mi orden para dispararles a los que vigilan la puerta. Les hago una seña y ellos disparan, las puertas se abren de inmediato y entramos rápidamente. Apenas todos logran entrar, se vuelven a cerrar, bien, una hora.

Caminamos por la misión del japones, algunos se quedan en la puerta cuidando, otros se van a la parte de arriba, mientras Ethan, Owen y yo entramos en una oficina. Huele extremadamente asqueroso, drogas, alcohol, sexo. Es pura mierda en realidad. Me acerco a la computadora y espero unos segundos cuando me deja. Tengo que admitir que Jaeden es muy ingenioso.

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