Capítulo 18: Incauto.

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Vaden.

¿Cómo sabes cuando le sucede algo a uno de tus mejores amigos?

Soy tan imbécil que no se distinguir cuando ellos no están bien.

Aunque no del todo, claro. Raven era un cabrón que se reía en los momentos menos indicados, solía burlarse de cualquier cosa que creyera gracioso, todo le daba risa y no le molestaba ocultarlo.

Aunque le sucedía algo y no podía entender del todo que le pasaba. Su padre acababa de morir, pero eso no tendría por qué afectarle, nunca fueron cercanos. Ni Raven, ni Zamar hablaban sobre él, nunca los había visto cerca de él. Solamente de su madre, aunque con ella eran completamente diferentes. Se preocupan mucho por ella y eran muy cercanos.

Pero la manera en la que supe que su padre había muerto era por Emmett y mi padre. Lo escuche de ellos, no me lo dijeron directamente, así que sí, estaba espiando su conversación. Como sea, Raven no me dijo nada, al parecer llevaba unos días, al enterarme de ello supuse que por eso no lo habíamos visto todos esos días. Mucho menos respondía mis llamadas.

Sobre Zamar, tampoco lograba identificar que le sucedía. Él era callado y reservado, no solía hablar mucho, tampoco con nosotros que éramos sus amigos. Él era así, ya nos habíamos acostumbrado a lo solitario que era. Pero había algo más en su mirada, algo que no terminaba de distinguir.

Aunque algo que tenía muy claro, era que Nick me ocultaba algo, aún no sabía que era, pero sabía que me ocultaba algo. Creí que al crear el plan de ir a casa de Raven y ponernos sobre el televisor a jugar un sinfín de videojuegos, lograría descubrir que me ocultaban. Excepto que no salió como esperaba.

¿Y ahora de la nada me invitaba a una fiesta en pleno inicio de semana?

—Estas muy pensativo—dice mi hermano a mi lado.

—¿Sabes que le pasa a Raven?

—Su padre está muerto, ¿qué esperabas?

—Excepto que no eran unidos. A Raven le importaba una mierda su padre.

—¿Y por qué no le preguntas?

—No responde mis llamadas. Y...

—¿Y...? —me ínsita a continuar.

—Papá le pidió a Zamar que fuera a su oficina, ¿no? —el asiente—. Intentaré averiguar qué sucede.

—No seas chismoso—se burla.

—Es por una buena causa.

Me dirigí hacía la oficina de mi padre, camine por los largos pasillos hasta que llegue. Las puertas eran casi inexistentes, por lo que era muy fácil escuchar lo que pasaba dentro. Escuche un par de murmullos, la voz de Zamar rompiéndose y mi padre aconsejándolo.

—Llorar no te hace débil—decía el.

Por un momento hubo silencio. ¿Estaba llorando? Definitivamente no era por su padre, nadie me convencería de que eso era lo que sucedía.

—Cuando mi padre llegaba ebrio solía golpearme hasta dejarme inconsciente. Que era la mayoría del tiempo.

¿Qué carajo? ¿Su padre lo golpeaba? ¿Por qué nunca supe nada?

—Desde que soy pequeño lo había hecho—continuo—. Cuando crecí no me gustaba ver las heridas y marcas en mí. Me recordaba cada uno de sus golpes, cada herida me recordaba el daño que me había hecho y como lo había hecho.

Soltó un suspiro.

—Así que tome la decisión de cubrirlas. A veces elegía diseños estúpidos que me hacían sonreír o simplemente uno con el que identificaba mi dolor. Cada tatuaje que tengo, cubre una herida o marca que el dejo en mí.

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