Capítulo 10: Pronto.

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Vaden.

Me desperté con los rayos del sol entrando por mi ventana, eran aproximadamente las ocho de la mañana. Me levante, tome mi bóxer y pantalón de pijama y me los coloque, prefería dormir sin nada ya que era más cómodo para mí.

Usualmente mi hermano y yo no solíamos desayunar, pero si tomábamos algo, así que me dispuse a salir de mi habitación por algo para beber, caminé por el pasillo y bajé las escaleras, me sorprendió ver a mi padre ahí. No acostumbraba a despertarse temprano los fines de semana.

Tenía una nana, su nombre es Stella. Mi padre la había contratado justo después de lo que paso con mi madre, ya que él tenía trabajo con Emmett, el padre de Nick. Así que debían viajar mucho. Ella había llegado aquí cuando tenía diecinueve años, era muy joven para llamarla nana, pero cuando llego yo era muy pequeño, siempre la había llamado así y nunca le molesto. Iba a ver a su familia los fines de semana, así que estábamos solos sin ella por dos días.

Mi padre estaba en la cocina cuando entre, únicamente con su pantalón de pijama, el torso desnudo y sus tatuajes resaltando en su piel, era gracioso que dijera que no le gustaban los tatuajes, pero tenía algunos bastante grandes, por el torso, la espalda e incluso en las piernas. Aunque debía admitir que mi favorito, desde pequeño, siempre fue las serpientes que abarcaban ambos de sus hombros.

Preparaba el desayuno de Moony, que estaba muy emocionado mirándolo desde el sofá de la sala, solía ser consentido por mi padre. Atenea seguía durmiendo en mi habitación, era muy dormilona.

—Buenos días, Vaden—saludo.

—Buenos días, padre—conteste.

—Prepare jugó para ti y Jaeden. Puedes tomarlo, está en la nevera.

Bueno, al menos ya no estaba molesto conmigo porque habíamos dejado la casa hecha una mierda, con ventanas rotas por todos lados e incluso condones y vomito en su habitación. Nos había obligado a Jaeden y a mí a limpiar toda la casa y reparar las ventanas rotas, sin olvidar que nos castigó por dos semanas, aun seguíamos castigados, pero no nos importaba ya que no habíamos hecho planes, especialmente porque sabíamos que nos castigaría a ambos.

Me acerqué y saqué el jugo recién hecho. Serví dos vasos, uno para Jaeden y otro para mí.

—¿Dónde está Jaeden? —pregunte al no verlo por ningún lado.

—Sigue durmiendo.

—Iré a despertarlo—dije alejándome.

Cuando iba subiendo la pequeña Atenea comenzaba a bajar las escaleras, aún era un cachorro y le costaba bajar.

—Vamos, tú puedes Atenea—la anime, respondió moviendo su colita emocionada—. Padre, Atenea se despertó podrías sacarla al baño y darle su desayuno—le hable a mi padre cuando la pequeña ya había bajado.

—¡Atenea! —le habló, ella fue feliz corriendo hacia él.

Termine de subir las escaleras, camine por el largo pasillo, entre a la habitación de Jaeden y si, seguía durmiendo. Dejé los jugos en su mesa de noche y me lancé sobre él.

—¿Qué quieres, imbécil? —murmuro molesto.

—Buenos días a ti también Jey Jey.

—Lárgate—dijo tratando de alejarme.

—No, levántate.

—¿Por qué no vas a molestar a Moony?

—Por qué ya lo molesté a él—mentí.

—Bájate, me estás aplastando.

Me acosté a su lado y me metí entre las sábanas, quedamos frente a frente.

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