x. drunk confession | hakkangry

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x. drunk confession

• Inspirado en Alcohol Free de Twice.

pair: hakkangry [hakkai shiba x souya kawata]

Angry ahoga un bostezo, reposando su rostro en la mesa transparente de los Shiba. El sueño se apoyaba en sus párpados, los efectos dañinos (pero, útiles) del café vespertino estaban desvaneciéndose lentamente y no quería agravar su situación al consumir el extraño trago de Chifuyu.

Suspiró al contemplar el torbellino arrasado; las botellas desparramadas en el antes pulcro suelo, la costosa alfombra de plumas con una gran mancha de vino y los pedazos dispersados de lo que alguna vez fue un majestuoso jarrón. Podía escuchar los chillidos de Takemichi y la risa descojonada de Chifuyu, sus pasos descoordinados al ritmo de la música. En algún momento, usurparon el computador y comenzaron a bailar coreografías de kpop.

Siguió su vista aburrida por todo el lugar, hasta distinguir la desplomada silueta de Hakkai al otro lado de la habitación. Éste debió sentir su intensa observación, pues se sentó ligeramente, apoyándose con sus codos y le hizo unas señas de acercamiento. Angry asintió imperceptible, ejerciendo la energía suficiente para no sucumbir ante el cansancio.

Se recostó a su lado, a diferencia de Hakkai que portaba una postura relajada en demasía, Souya estaba en una posición recta e incomoda. La superficie era gélida y dura, no podía comprender cómo Hakkai encontraría paz en dicho espacio.

—Te ves cansado—comenta de repente el de mechones añiles, Souya se sobresalta por ser atrapado traviesamente y mira la suavidad extraña en los ojos de Hakkai. Un entendimiento mutuo musitaba su alma sin palabras.

—Tú también—dice con su sequedad habitual, recibiendo un resoplido ínfimo del otro.

El silencio engulle su compañía, sólo pudiendo percibir vocablos inconexos de la ebriedad de los saltarines de su grupo y restos acongojados de una canción irreconocible. En otro momento, Angry se reiría con ellos, bailaría sin pesar y soñaría con la eternidad. Sin embargo, ahora está al borde de su límite, palabras incomprensibles de libros de textos antiguos han ocupado sus neuronas y se cuestiona, de pie al acantilado, si la gastronomía es realmente la gema que quiere presumir.

—Yuzuha dice que si le contamos nuestros problemas a alguien, se vuelve más ligero—informa de la nada, como si el tema hubiese sido gestado en su mente desde hace tiempo, pero recién acumula el valor suficiente para expulsarlo.

Souya tararea, jugando con el borde descocido de su remera.

—¿Le haces caso siempre a Yuzuha?—pregunta con el tono divertido y la expresión formando un oxímoron.

—No—contesta automáticamente con la vergüenza recitada, luego suelta un suspiro y una mueca rendida aparece en su cara—. Tal vez.

Angry produce un sonido semejante a una risa y dirige su visión al techo, ansiando que Hakkai vuelva a hablar disparates para no perderse en críticas reflexiones. Quizás sintió la inquietud ajena o él mismo tenía sus propios demonios pudriendo sus órganos en la calma, pues Shiba no deja que el silencio los condene.

—Yo diré un problema mío, y luego, tú dirás un problema tuyo—explica moviendo sus dedos al unísono—. Tal vez Yuzuha tenga razón y nos sintamos mejor después de esto, ¿qué dices?

Souya trata de buscar su coherencia, su moralidad innata, esa que se le fue heredada a él y no a Smiley, porque Hakkai está ebrio, cree que el mundo bajo sus pies es de gelatina y que las emociones son sólo estrellas sin luces. Hakkai cree que Angry está borracho, que ambos están flotando en el espacio sin gravedad, apreciándose extraordinarios. No es así, Hakkai olvidará todo al día siguiente, pero Angry tendrá que vivir conociendo el secreto de esta noche.

—Está bien—murmura, culpando a la voz desafinada de Takemichi por interrumpir su pensar.

Hakkai logra escucharlo en medio del estrepito, inhala y exhala ruidosamente, preparándose mentalmente y contando hasta tres, lo suelta.

—Soy gay.

Esa es la epifanía problemática que provoca el desvelo reiterado en el Shiba, el globo de helio que aprieta sus pulmones. Angry pestañea pausadamente, incapaz de mirar la reacción nerviosa a su lado. No está sorprendido, pero tampoco esperaba eso, así que no sabe qué debería decir u opinar al respecto.

—Tu turno—ordena Hakkai con agudeza en sus cuerdas vocales, Souya podía suponer que tanto orejas como pómulos eran dos manzanas dulces.

El chico de cabellera color cielo rememora sus dificultades: la universidad consumiendo su todo, Smiley siendo más insoportable de lo usual, su insomnio desalmado obligándolo a apoyarse en la cafeína para subsistir. De pronto, aterriza una imagen sublime (y equívoca) a su cerebro; una sonrisa brillante acompañada de una exorbitante constelación, unos adorables hoyuelos marcados y unos ojos marinos que contienen estrellas en ellos. Angry se siente entumecido, la calidez girando en su estómago y coloreando involuntariamente sus mejillas.

Entonces, lo mira. Choca el celeste de su día con el índigo de la noche y susurra ebrio, sin alcohol en su sangre.

—Me gustas.

flufftober | tr shippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora