xix. shared hobbies | musmiley

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xix. shared hobbies

pair: musmiley [yasuhiro mucho x nahoya kawata]

Smiley suspira ruidosamente, el aburrimiento comenzaba a saturarlo. Llevaban horas o minutos infinitos en aquella sala, sin ruido más allá del intercambio respiratorio de cada humano y el movimiento calculado raspando la textura del tablero.

—¿No podemos irnos a golpear unos chicos y volver? Ya sabes, un break.

Mucho no dice nada, ni siquiera levanta su mirada de aquellos dualistas colores. Joder, Smiley ya se estaba mareando de sólo ojearlo ligeramente.

—Te toca.

Nahoya suspira nuevamente, ni siquiera conoce las reglas del juego, sólo mueve las fichas que se ven bonitas y si alguna se interpone, la manda a volar. No había más estrategia que esa y eso ni siquiera podía llamarse una estrategia, eran sólo turnos con carácter intrascendental. Por otro lado, Mucho estaba tenso y serio–aunque él ya es serio–, le hablaba únicamente para que haga su jugada y no se había atrevido a mirarlo desde que comenzó la partida.

El Kawata se arrepintió de haber curioseado en el pasatiempo ocupado del capitán del quinto escuadrón. Él sólo quería saber porqué jamás salía con ellos y se presentaba únicamente para reuniones excepcionales. Pero, una cosa llevó a la otra y ahora está allí, en un lugar monótono e insonoro, ubicando piezas que no comprende y desperdiciando horas productivas de su vida.

Entonces, una idea desesperada atraviesa su mente y Nahoya sonríe con sorna.

—Ya sé. Si yo gano, nos iremos. Y si tú ganas, haré lo que tu quieras. ¿Qué piensas?—propone, esperando que Yasuhiro caiga en la trampa. Por primera vez ese día, éste le mira vagamente y asiente. Smiley se anima luminosamente, como si le hubiesen dado la mejor noticia del mundo.

Se arremanga la campera y observa con intensidad calculadora las fichas restantes en el tablero. Había jugado años atrás con Angry y su mamá, cuando la libertad residía en fines de semana. Era aburrido, pero su mamá sonreía y su hermano relajaba su típico ceño fruncido, así que el niño de cabellera melocotón amaba jugar, incluso si no reconocía el reglamento.

Mueve el único peón, comprando segundos para recordar los sublimes movimientos de su progenitora. Mucho desplaza el alfil hacia otra zona y entra en contacto con el rey.

—Haque—anuncia y Nahoya se pregunta si debió proponer la apuesta cuando terminasen la partida anterior, claramente estaba en desventaja. Pero, él no es de los que se acobardan a último momento, así que movió a su reina esperando alguna clase de milagro.

Las jugadas saltan desde un Nahoya estresado hasta un tenso Yasuhiro, el aire pesado ha vuelto dificultoso respirar y los corazones amenazan con explotar en cada latido.

—Haque mate.

El chico de cabello rubio cierra sus ojos y exhala pura relajación. La partida lo había abrumado y el reto de Smiley sólo había agravado su condición.

Nahoya se deja caer secamente en la alfombra y maldice su mala suerte. Estaba destinado a perder desde el momento en que desafió su inexperiencia. Ruega que Mucho se apiade de él y elijan alguna actividad más divertida que no sea ajedrez.

—Yo gané—anuncia como si no fuese obvio, Nahoya siente una vena furiosa palpitar en su frente e intenta tragarse todo su orgullo.

—Felicidades—pronuncia Smiley con una sonrisa agria en la cara—. Tienes que decir que vamos a hacer.

Porque esa era la apuesta. Eso era lo que habían dejado en manos del juego. Por ello, se sorprende cuando Yasuhiro se acerca repentinamente hacia él. La firmeza se resbala en su espalda recta y los calculadores ojos se clavan en su persona; Yasuhiro está cerca suyo, logrando borrar la permanencia invaluable de sonrisa. Smiley realmente lucha contra sus impulsos, no va a mostrar signos de debilidad o vergüenza, ni revelará cuánto quiere un beso ahora mismo.

Entonces, cuando ve como la distancia se resquebraja súbitamente, espera que los suaves labios se estrellen en los suyos.

Para su desdicha, no sucede. En su lugar, Mucho remueve los rulos formados de su cabello, exactamente el flequillo inexistente cubriendo su frente. Contornea con su dedo índice la imperceptible cicatriz de la niñez, sus finas cejas y sus cortas pestañas. Nahoya mantiene los ojos cerrados, soltando un complacido suspiro por las tiernas caricias.

Y así, como el sueño para el insomnio, se desvanece, efímero.

—¿Qué fue eso?—cuestiona Smiley, colocando una mano en la zona atacada. Yasuhiro se aleja rápidamente y regresa a su sitio, desviando su mirada hacia el tapizado verdoso. El silencio es una bruma conocida en su burbuja y Nahoya realmente aborrece que no sea él quien debe romperlo.

—Son melocotón.

—¿Qué?

—Tus ojos. Son melocotón—comenta el rubio con una pasión recóndita en sus cuerdas vocales. Nahoya deja que la involuntaria sorpresa se asiente en sus rasgos y el coloreo instantáneo se pegue en sus pómulos. Yasuhiro continúa, ignorante de la reacción avergonzada del otro:—Un amarillo rosáceo pálido o un naranja pastel. Siempre quise verlos.

Es la primera vez que Nahoya siente las palabras morir en su lengua, no sabe qué decir o cómo reaccionar, así que se queda allí, con una sonrisa tonta en los labios y la cabeza levemente inclinada por el bochorno de la situación.

Mucho se levanta y acaricia rápidamente la cabellera enrulada, antes de salir de la habitación con un ligero gesto de seguimiento.

—Vamos a golpear unos chicos malos por ahí.

Nahoya carcajea y asiente animosamente, abandonando el rubor encendido y las estrellas calóricas en su pecho. Entonces, antes de salir del sitio, se pregunta brevemente en un murmuro inaudible:—¿Será que si la próxima vez gano, podré recibir un maldito beso?

flufftober | tr shippsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora