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chapter one. the pretty book

La pequeña Emily estaba en el piso de su habitación leyendo el nuevo libro que su hermana le había enviado por su cumpleaños número trece, estaba tan concentrada que no se había percatado que ya había anochecido en la ciudad gris, Finchley.

Se podía ver el brillo de las estrellas a través de la ventana de su diminuta habitación, se levantó del piso y se acercó hasta el vidrio apreciando cada detalle de la hermosa noche.

Lo único lindo que estaba apreciando la Harrison menor en todo el día, fue arruinado por aquellos aviones alemanes que volaban sobre el cielo opacando así la noche, lanzando bombas y destruyendo todo a su paso.

La niña de mechones dorados rápidamente comenzó a recoger algunas pequeñas e importantes cosas intentando tapar sus oídos, debido al petrificante sonido de los explosivos. Luego, corrió hacía el escondite que ella misma había construido—cuando quería escapar de las cosas enfermas que le esperaban cada vez que su madre y padrastro discutían hasta llegar a los golpes, sabia que ella iba pagar los platos rotos—era un pequeño, pero acogedor escondite en el jardín trasero de su hogar.

— Todo va estar bien Cupcake, solo son fuegos artificiales, no hay de que preocuparse. Te contaré un cuento de dormir. — le hablaba a su conejo de felfa que llevaba consigo.

Indirectamente esas palabras iban hacía ella misma, para intentar tranquilizarse por su cuenta, ya que su madre probablemente se encontraba más que beoda en algún lugar de la casa.

A medida que iba contando la historia de dormir, ella comenzó a sentir sus ojos celestes un poco débiles y pesados, a lo que cayó rendida abrazando a su pequeño peluche.

(...)

A la mañana siguiente salió de aquel escondite, estirándose por haber pasado la noche en una mala posición, se dirigió hacía adentro de la casa dónde se dio con la sorpresa de que su madre—con pesadez en el cuerpo—estaba metiendo toda su poca ropa en una maleta vieja, lo que le causo intriga y por obvias razones, preocupación.

— ¿Mamá? — preguntó temerosa — ¿Qué ...Qué sucede? ¿Qué haces?

— Te vas. — soltó la mujer

— ¿Qué? ¿Cómo que me voy? ¿A dónde? — volvió a indagar

— Ya deja de hacer preguntas, niña — contestó molesta — ¡Agh! — se quejó dolorosa agarrándose la cabeza.

Al parecer estaba con resaca, algo que ya era costumbre y cosa de la mayoría de los días, sobre todo de los 'malos' días.

— Perdón — se disculpó.

— Como sea, ve a comer algo, el camino es largo por lo que me dijo Lilly, y no quiero que te traigan de vuelta por ser una carga.

— ¿Lilly? — preguntó con un tono de voz entusiasmado.

— Si, tú querida y adorada hermanita te inscribió en el programa de protección a menores, por eso te vas. Realmente no tengo idea de como lo consiguió siendo menor, pero al menos me quita un peso de encima — decía arrastrando las palabras junto con una sonrisa sarcástica.

Emily estaba emocionada y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

— Entonces, ¿voy a ver a Lilly? — preguntó con entusiasmo. Sin embargo, su madre negó con la cabeza y Emily frunció el ceño en señal de confusión.

— Te vas dónde...— intentó recordar — Un viejo que no recuerdo su nombre, pero ajá — finalizó déspota.

Emily asintió lentamente dando entender que estaba de acuerdo, comió del pan un poco duro que su madre le había dado junto con una taza de avena.

Luego de terminar el desayuno y empacar algunas cosas más, madre e hija partieron hacía la estación de tren, en donde llevarían a la pequeña a su destino. Emily estaba más que  feliz, ya que aunque sea por  un tiempo estaría lejos de aquel hombre que su madre hacía llamar esposo, y de alguna u otra manera era una forma de escapar de la tortura.

Llegaron a la estación, y Emily solo se despidió de su madre con un movimiento de manos un poco desanimada, pero antes de seguir avanzando retrocedió y le dio un abrazo al cuál la mujer correspondió sin decir nada.— Te quiero, mami — dijo con nostalgia, para luego subir al tren.

— ¡Todos a bordo! — se escuchó gritar desde un vagón.

Finalmente, el tren partió, y así, se encaminó hacía su destino.

Después de un largo tiempo la menor por fin pudo sentir paz y tranquilidad, sintió talvez la posibilidad de algún cambio en su vida, sabía que algo cambiaria y así iba a ser, pero sabía que todo llevaba tiempo.

Sacó el libro que le había regalado su hermana y continuó su lectura—en la cuál se había quedado la noche anterior—para distraerse un poco y no sentir el viaje tan pesado.

Por otro lado, se encontraban los hermanos Pevensie, quienes iban un compartimiento al frente de donde se encontraba Emily.

Lucy, la menor de los cuatro hermanos, se encontraba jugando con sus pies sin saber que hacer, pero sin darse cuenta volteó y se encontró con la niña Harrinson, por lo que esta se percató que la rubia llevaba leyendo uno de sus libros favoritos, Jane Eyre de Charlotte Brontë, y soltó una risita tierna la cual llamó la atención de sus hermanos rápidamente.

Lucy, la menor de los cuatro hermanos, se encontraba jugando con sus pies sin saber que hacer, pero sin darse cuenta volteó y se encontró con la niña Harrinson, por lo que esta se percató que la rubia llevaba leyendo uno de sus libros favoritos, J...

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— ¿Qué sucede, Lu? — preguntó Peter.

— Ella tiene el mismo libro que yo — contó entusiasmada.

Susan, Peter y Edmund vieron hacia donde la menor señaló y se encontraron con Emily, esta al sentir sus miradas sobre ella, alzó la mirada extrañada del porque la estaban observando, los hermanos rápidamente quitaron su mirada de la rubia intentando disimular.

Todos regresaron su mirada excepto el niño castaño, que se quedo observándola por un rato más, Emily ya había dejado de mirarlos y continuó su lectura en aquel libro. A Edmund la rubia se le hacía conocida, su cara era algo familiar, tanto que sin darse cuenta se quedó observándola intensamente, pero finalmente pudo descifrar de donde la conocía, sin embargo, alguien le interrumpió los pensamientos.

— Awww, que lindo un amor a primera vista — bromeó Peter

— Cierra la boca — contestó molesto Edmund

— He oído que el amor cambia a las personas. — seguía molestando el mayor mientras que sus hermanas reían.

Edmund solo rodó los ojos y decidió ignorarlos, se volvió a recostar en su asiento con la mirada hacía la ventana, mientras que simplemente terminó por sumergirse en sus pensamientos nuevamente, y volvió a pensar en Emily, pero no solo porque su cara se le hacia familiar sino porque le llamaba la atención por alguna razón que ni él mismo entendía.
































publicado: 17.09.2021
reeditado: 24.08.2024

 𝐏𝐑𝐄𝐓𝐓𝐘 𝐖𝐇𝐄𝐍 𝐘𝐎𝐔 𝐂𝐑𝐘: edmund pevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora