2. La tentación

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Baimon quería alejarse de North, no porque lo despreciara o estuviera enojado, sino porque estaba tan avergonzado que sentía que moriría en cada segundo que el otro le prestaba atención, cuidándolo y sonriéndole de una manera tan encantadora. North debía saber que se volvía cien veces más atractivo cuando sonreía así.

Si una persona pudiera morir por una sonrisa, Baimon sería el primero en hacerlo... moriría por la sonrisa de North.

Desde que se despertó, el hombre alto no dejó que el pequeño conejito se alejara de él, caminando a su lado y sin perderlo de vista ni un segundo. Durante todo el día, Baimon no vio a su amigo, ni siquiera tuvo tiempo de llamarlo, ya que North lo mantuvo ocupado haciendo cosas sin darle un momento libre para pensar en Tiw.

Pero lo que resultaba extraño era que Tiw no lo llamara en todo el día. ¿Acaso no estaba preocupado por su amigo? ¡Qué mal amigo!

Baimon solo podía quejarse en su mente, pero cuando Northse giró para preguntarle si el helado que estaba comiendo era delicioso, Baimon tuvo que dejar de pensar en ello, sonreír y asentir con la cabeza, lo que hizo que North le devolviera una sonrisa aún más amplia.

Ah, el sol detrás de él no brillaba ni la mitad de lo que lo hacía su sonrisa.

—Me alegra que te guste. ¿Quieres comer algo más? Puedo llevarte a comprarlo —dijo North.

El que recibió la pregunta negó con la cabeza, evitando la mirada chispeante de la persona que había estado secretamente enamorado durante tanto tiempo. Si seguía mirándolo a los ojos por más de tres segundos, Baimon seguramente se sonrojaría y su corazón latiría tan rápido que moriría de un shock.

—Por cierto... —Cuando la voz suave y profunda volvió a sonar, Baimon miró de reojo al hombre a su lado, pero cuando las palabras que salieron de su boca llegaron a sus oídos, se sonrojó de inmediato.

—¿Todavía te duele ahí?

—¡North!

—¿Sí? —La persona llamada frunció el ceño con confusión cuando su nombre fue gritado tan fuerte, mientras que quien lo había llamado abrió la boca como un pez, incapaz de decir nada.

—Oh, ¿por qué te sonrojaste tanto? ¿Tienes calor?

—Hmm —Baimon solo pudo emitir un murmullo antes de apresurarse a caminar rápido, dejando que North lo siguiera con una suave risa en su garganta.

Y es que él sabía perfectamente que Baimon no se había sonrojado por el calor, sino por estar avergonzado.

—Espera, Mon, espérame —dijo mientras corría tras el pequeño conejito hasta alcanzarlo, tomando suavemente su muñeca. Cuando Baimon lo miró de reojo, North le sonrió dulcemente y dijo: —No te vayas a perder.

—No soy un niño.

—¿Quién lo dijo? Tú eres un niño... el niño de North.

—¡Northhh!

Al ver a Baimon sonrojarse nuevamente, North no pudo evitar estirar la mano para pellizcar sus mejillas blancas. Cuando llegaron al hotel donde se alojaban, en el ascensor vacío, excepto por la cámara de seguridad, North aprovechó la oportunidad para girar la cara del tímido conejito hacia él, tomando su cuello y acercándose para morderle la mejilla con fuerza, como había querido hacer.

—¡Ah! —Baimon exclamó con sorpresa, quedándose quieto y rígido mientras North lo abrazaba hasta estar satisfecho. Sus mejillas, normalmente blancas, se volvieron rojas, tanto por la fuerza de los abrazos como por la vergüenza que sentía.

Más allá del amor, Mon [#เหนือคำว่ารักหม่อน ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora