12. Spanking

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Cuando se conocieron fue gracias a los caballos. Ambos eran los mejores en su trabajo: entrenar caballos.

Xue Yang se había burlado de que era demasiado mandon con los pobres animales y él solo dijo que debía de conocer caballos difíciles a los cuales entrenar para viera que ser mandon era la única manera de entrenarlos.

Y así fue como terminó sujetado de manos, recibiendo azotes en el trasero.

Ni siquiera sabía cómo dejó que eso sucediera. Xue Yang comenzó a familiarizar con él, con el pretexto de que quería aprender sus técnicas para entrenar a los equinos. Decidió que era buena idea citarse en una carrera de caballos para hablar, conocerse y ser buenos empleados del mismo jefe.

Solo que terminó en una conversación demasiado candente, con palabras que Xingchen jamás creyó que podrían encenderlo. Terminó montando a aquél hombre, recibiendo azotes casi con cada movimiento de la cadera.

Y es que las manos de Xue Yang se sentían gloriosas en su cuerpo, sensación que crecía cada que le daba nalgadas para hacerle enojar.

Justo como aquel día. Habían estado trabajando durante algunas horas, estaban por salir cuando Xue Yang lo golpeó tan fuerte que ardió. Quiso reclamarle aunque habían empezado a jugar desde en la mañana.

Aunque consideraban el trabajo como sagrado quisieron salirse de la norma solo por eso día.

Cuando giró se encontró con la sonrisa satisfactoria de Xue Yang.

–¿Nos vamos?– le preguntó cruzando sus brazos.

La camisa que usó ese día era negra, todos los botones estaban abrochados excepto el de arriba. Las mangas arremangadas dejaron ver las pequeñas cicatrices que tenía y las venas verdosas. Cuando subió la mirada encontró los ojos oscuros del otro.

–Sí, ya terminé – contestó jalando su abrigo.

Al verlo distraído, Yang tomó una fusta de entre todas las que tenían en el trabajo y le dió un golpe con ella.

–Joder– Xingchen se quejó gimiendo – nos pueden ver – dijo recuperándose.

–¿Y qué tendría de malo? Solo estoy entrenando a un caballo difícil – se excusó.

Dejó la pertenencia en su lugar y caminó hacia afuera, hacia el auto. Cuando Xingchen llegó, los glúteos le dolían, pero no tanto. Había veces en que realmente no podía sentarse. Tomó asiento en el lado del copiloto sintiendo el pequeño ardor al sentarse.

Se despidieron de los otros trabajadores y se dirigieron al departamento del menor. Ahí Xingchen se quitó el abrigo pesado dejando que el frío se colara por las partes descubiertas.

Xue Yang lo tomó por la cintura para empujarlo contra el sillón y darle una nalgada con las palma abierta. Xingchen volvió a quejarse.

–¿Qué hice?– cuestionó solo para escuchar la voz furiosa del hombre.

–Desobedecer – contestó junto a una nueva nalgada. Xingchen gimió por el dolor – ¿Hiciste tus tareas?– no hubo contestación, el hombre simplemente lo miró en silencio – Espérame en el sillón – ordenó antes de arremangar más sus mangas e ir a la habitación de siempre.

Aturdido por la intensidad y por la ira del otro, caminó con una sonrisa hasta el sofá. Esperó mirando la mesita frente a él, seguramente sería inclinado en esta y un látigo marcaría su piel. Su miembro brinco ante la idea, al igual que su corazón.

–Manos– escuchó, alzó las manos casi al instante. Sus manos fueron presas de las esposas acolchonadas.

Su escenario imaginario no se cumplió, en cambio, Xue Yang se sentó a su lado y lo acostó bocabajo en sus piernas. Entre todas las cosas que llevó consigo había una fusta, un látigo, una regla y más cosas diversas, destinadas o no a aquella práctica.

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