20. Nipple play

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Advertencias: Xue Yang mujer y sumisa. Xingchen hombre, dominante.

Hetero, pues.

*

La rebeldía de Xue Yang era una de las tantas cosas que llamaron la atención de Xiao Xingchen. Era una chica muy inteligente, autodidacta y brillante pero todo eso era opacado por su actitud.

Aún con todo eso, cuando la chica se le acercó para conseguir la tarea hecha no la alejó. De una manera que no entendió, terminó haciendo que la chica de piernas lindas la hiciera por sí sola.

De ahí en adelante ninguno de los dos se alejó del otro. Xue Yang terminó "corrompiendo" al joven de ojos azules.

En realidad Xingchen solo tenía la fachada de ser alguien inocente y "virgen". Terminó descubriendo que no tenía nada de esas dos cosas: la había amarrado, amordazado, ahorcado y más prácticas que le gustaron.

Y aquel día quiso molestarlo un poco. Las ganas de verlo enojado y ganarse un castigo era tan tentadora.

El chico se había concentrado en trabajar en su computadora. Le dijo que no podía prestarle atención, o bueno, no tanta; sin embargo podrían hacer algo en cuanto terminara. Así que cuando entró a la misma habitación no le dió importancia.

Solo le miró por encima de la pantalla y devolvió su mirada. Eso le dió una razón más para molestarlo. Subió su falda un poco más para provocarlo, se acercó fingiendo inocencia y luego se sentó en el escritorio, encima de algunos papeles importantes.

Xiao Xingchen la miró con curiosidad, intentando adivinar qué pretendía. Trató de ignorarla, pero la chica puso un pie en su entrepierna que hizo dos cosas: ponerlo un poco nervioso y mostrar que solo estaba usando la falda; no había rastro alguno de ropa interior.

–Estoy ocupado, linda. Te dije que después de terminar – le recordó regresando a su labor.

–No estás tan ocupado como para limpiar esto ¿O sí, Daozhang?– acto seguido, tiró el vaso de agua en el suelo.

Los ojos zafiro cambiaron de humor. Todo el rostro pacífico cambió en unos segundos. Por un momento se arrepintió de haber tirado el agua, así que se bajó del escritorio dispuesta a limpiarlo, pero su muñeca fue sostenida con fuerza.

–¿Quieres un castigo, no?– cuestionó. La estaba sosteniendo firmemente mirándola directamente a los ojos – Bien, lo haré – agregó.

–¿En serio crees que puedes castigarme? ¿Crees que recapacitaré con un castigo? – se burló con la intención de provocarlo.

–¿Crees que no?– dijo más serio que nunca. Xue Yang soltó un risa nerviosa, amaba poner así a Xingchen – Espérame aquí – luego de eso se fue por la puerta.

Cuando volvió, llevó consigo dos cosas: un par de pinzas para pezones y unas esposas. Las puso sobre la mesa para tomar la cintura ajena y sentar a la chica rebelde en el escritorio.

Rodeó el mueble tomando los brazos por detrás de la espalda. Justo cuando iba a poner las esposas tuvo una mejor idea. Desabrochó su cinturón haciendo sonar la hebilla, anunciando que ataría sus manos con este.

Con la habilidad que tenía, amarró ambas manos sin mover demasiado el cuerpo de su chica.

–¿Cómo se sienten?– preguntó para asegurarse de su comodidad a pesar de que era un castigo.

–Verde. Aún puedo moverme – aseguró.

Luego de esas palabras la dulzura de Xingchen desapareció. Cuando volvió a tenerla frente a él metió la mano bajo la blusa y desabrochó rápidamente el brasier, incluyendo los tirantes. Solo bastó un poco de fuerza para sacarlo completamente.

A pesar de que quería agregar algo, guardó silencio. Xingchen se veía demasiado serio. Subió la blusa hasta que los senos estuvieran descubiertos; soltó una risa.

–¿Tienes frío?– se burló al notar que sus pezones estaban erectos.

No contestó. No por vergüenza, simplemente no quiso. Ante su silencio, bajó hasta el pecho izquierdo para darle una lamida lenta.

Un jadeo suave, casi silencioso, se escuchó. Xingchen tenía otro castigo en mente, pero esa reacción le hizo replantearlo.

Succionó unos segundos antes de morder, rodear la areola con la lengua y luego volvió a lamer. Pudo notar que la piel se erizó; no podía estar más feliz.

Una de sus manos subió hasta el pezón derecho, la cuál le apretó con dos dedos. El cuerpo estimulado se movió inconsciente, a la vez, Yang gimió. La risa satisfecha de Xingchen chocó contra la piel causando un escalofrío mayor.

Tuvo que apretar los labios para evitar que sus quejidos le traicionaran. Cuando miró hacia abajo pudo observar a su chico darse un festín. Estaba apretando la carne de sus mamas para tener más acceso a la pezones.

Sus miradas chocaron y volvió a ser víctima de las lamidas. En el momento que creyó que no aguantaría más el pellizco en su seno derecho, la boca viajó hasta él.

Lo primero que hizo fue succionarlo, arrancando un grito agudo de la garganta ajena. Lamió lascivo, con intensidad, como si fuese un helado que se derretía rápidamente. 

La mirada oscura alcanzó a Xue Yang, poniéndola más tensa, agitada, excitada. Su mente solo podía concentrarse en la sensación placentera de todo el acto. Ni siquiera estaba tocando otro lugar, o estimulando su entrepierna.

Nada más estaba lamiendo y tocando sus pezones. Solo eso bastaba.

Echó su cabeza hacia atrás para disfrutarlo y justo cuando se sentía en una nube, su ensueño fue interrumpido. Un par de pinzas atraparon sus pezones.

Ardió y dolió al mismo tiempo pero sabía que no podía hacer nada. Había elegido distintos castigos, ese era uno de tantos. Miró al hombre quién tenía una sonrisa de satisfacción.

–Es castigo, no un premio – le recordó mientras veía algunas lágrimas en el rostro ajeno.

La tomó por el cuello para plantarle un beso lento, consolandola. ¿O no?

La cadena que unía las pinzas fue jalada hacia abajo, con fuerza. Comenzó a sollozar en medio del beso e incluso llegó a morder el labio de Xingchen. En lugar de regañarle, jaló aún más hasta que creyó que era suficiente.

–Color – exigió saboreando la sangre en su boca.

–Verde con las pinzas, amarillo con el cinturón – explicó con la voz rota.

Xingchen asintió. La bajó para desatar sus manos. Una vez que estuvo libre acarició sus brazos para calmar la incomodidad.

Alejó el cuerpo más pequeño para admirar aquellos botones marrones. Con un sonrisa sádica volvió a bajar a ambos pechos y dejó otra lamida en cada uno.

Luego, jaló unos segundos y bajó la blusa. Le dió un beso en la cabeza para dejarla ir.

–Ahora sí, espérame. Ya casi termino – la dulzura volvió – Ve a ser una niña buena ¿Sí?– invitó empujándola al sofá.

–Jodete – fue lo único que recibió como respuesta.

*

Mis escritos heterosexuales están bien pinches oxidados, alv.

Bueno gente, nunca creí escribir esto sksjsksk.

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