2 | Dunkeld

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La primera vez que tocó un lienzo fue a la edad de cuatro años, específicamente en un aula escolar

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La primera vez que tocó un lienzo fue a la edad de cuatro años, específicamente en un aula escolar. 

La maestra les había dicho que dibujaran lo que les hacía feliz. No había pensado demasiado, dibujo a sus padres y a su gato, que lamentablemente en la actualidad no poseía la misma energía que antes.

Después descubrió que un lienzo era muchísimo más que solo trazar líneas. Era más bien un diario secreto: Solo el artista sabe perfectamente lo que está pintando y el sentimiento que plasma. Al finalizar, los demás solo interpretan lo que ven.   

Su familia no era tan grande, pero tampoco pequeña. Las Navidades siempre eran divertidas. Con el tiempo, descubrió que tener varios parientes extranjeros era una ventaja para ella, pero no queremos adelantarnos tanto.

Volviendo a su vocación, amaba el realismo y el Impresionismo. Le encantaba pintar al aire libre y plasmar en sus obras hasta los más minúsculos detalles. No era una desempleada cualquiera, tenía un emprendimiento junto con su propia página web, y aquellos múltiples ingresos le dieron la oportunidad de tener mucha más libertad pero sobre todo tranquilidad.

Y allí entra la famosa tía Tsunade.

Tsunade, una viuda curandera y ciudadana pueblerina proveniente de escocia. La tierra natal de su madre.

Convencerla no fue nada fácil, su argumento fue "Soy una mujer mayor y no quiero dolores de cabeza" Aun así no se dio por vencida, y en menos de una semana había arribado a Dunkeld, un pequeño condado el cual poseía treinta y cinco casas en total. Pero su propósito no era solo vivir en un lugar tranquilo con pocos residentes.

El objeto de todos sus deseos era el bosque de Dunkeld: Paisajes verdosos y diversos senderos que ansiaban ser pintados. Y era lo que estaba haciendo en ese preciso momento, solo que fue interrumpida.

Toda su inspiración fue opacada por el sonido del timbre. Rápidamente se levantó llevándose por delante todas las acuarelas, las cuales, quedaron despilfarradas por el suelo y también sobre su overol.

Furiosa dejo escapar un quejido al ver todo el desastre que ocasionó gracias a su descuido. Sin embargo, el timbre seguía insistente y eso le provocó aún más irritación. 

—¡Ya voy!—Exclamo en un ladrido, mientras daba fuertes zancadas en dirección a la puerta.

Cuando la abrió estuvo apunto de gritarle al intruso que la medicastro que vivía en aquel lugar no se encontraba presente. La calentura que enturbia su estómago a causa de la adrenalina que quería expulsar y a la par de la vergüenza al encontrarse en tales fachas frente a un desconocido -se había puesto el overol totalmente limpio hace unas dos horas y ahora estaba arruinado- desapareció cuando observó el extrañado rostro de de su tía.

Había vuelto bastante temprano. Y sus nervios se dispararon al recordar el desastre que había hecho.

Maldijo nerviosamente.

Había pasado una semana entera, pero aún así, no lograba quitar la mancha roja en una de las paredes.

Tsunade la examino de arriba a bajo, conocía muy bien las expresiones de su sobrina. Solo esperaba que sus almohadones no hallan sido las victimas de sus locuras.

—¿Y ahora que hiciste?

Claramente lo sospechaba.

—Perdón—Pronuncio frustrada sintiéndose atrapada y sabiendo que mentir agravaría el problema.

Sin decir nada, su tía pasó por al lado de ella dirigiéndose al cúmulo colorido esparcido por los pliegues de su chamuscado lienzo y también por los suelos. Los papeles prensados se habían adherido al piso e incluso a las paredes y su tabla estaba estratégicamente doblada en dirección horizontal.

—¡Sakura!—Reprendió la mujer mirándola con desliz.

—El timbre me distrajo...y—Trato de excusarse pero no sería suficiente ante la mirada furiosa que la calcinaba por dentro.

Tsunade siguió de largo dejando las bolsas de víveres aún costado al igual que la conversación, tomó un trapo de cocina lo sumergió en agua y regreso hasta ella para empezar a limpiar.

Avergonzada bajo la mirada y observó la pintura que manchó su ropa; ya estaba seca.

El ruido sorpresivo de la mujer la hizo levantar otra vez la mirada, aquella gama de colores que ansiaba borrar se esparció más por la superficie logrando un tipo de difuminado.

—Oh no. —Susurró lista para morir.

Y el escalofriante y tenso silenció le aseguraba que sería doloroso. La espalda de la rubia subía y bajaba al ver que la catástrofe no desapareció con un simple trapo. Para su pesar, aquella parte de la recámara era su preferida.

—No quiero más pinturas —Dictaminó con una mirada fulminante—Será mucho más sencillo para ti y para mis muebles, y sin peros, Sakura.

Sakura trato de replicar, pero la fuerte postura de su tía la hizo callar. Solo le toco asentir mientas aceptaba la derrota y la resolución que imponía. 

La contraria solo suspiro.

 —Pintaras afuera—La pelirosa sintió que podía volver a respirar—Pero como castigo adicional, mañana buscaras más plantas medicinales para mis ungüentos. No te adentres tanto en el bosque, podrías... perderte.

—Esta bien— respondió Sakura en un tono resignado, sin atreverse a desafiar a su tía una vez más.

Mientras se alejaba para terminar con su tarea, el comentario de su tía resonó en su cabeza. ¿Perderse? No era tan tonta como para extraviarse en un simple bosque, pero su tía solía ser precavida. ¿Y si había algo más en esa advertencia? 

Seguramente no.

Seguramente no

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FOREST | SasusakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora