6 | Es ella

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Habían pasado varios días desde que hablo con aquella cajera

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Habían pasado varios días desde que hablo con aquella cajera. La conversación debió calmar sus temores pero obtuvo totalmente lo contrario. Ella nunca fue una fanática de la conspiración que vinculaban a seres fantasmagóricos o leyendas aterradoras, no, Sakura pertenecía a ese porciento que ignoraba lo fantástico. Cuando otros hablaban de experiencias sobrenaturales, los ojos verdes de Sakura se entornaban.

Ella buscaba explicaciones lógicas y científicas para cada relato.

Pero si estaba segura de una cosa, sabia diferenciar perfectamente un mero relato infantil a un suceso real.

Muy real, para su mala suerte.

En ese momento se encontraba en el comedor, frente a una gran pila de pétalos, tallos y un considerable cuenco en donde iba a despachurrar las esencias y convertirlas en ungüentos curativos. Aun pensativa apretaba con firmeza el gran utensilio de pedrusco mientras trituraba las hojas de jengibre. Delante de ella estaba Tsunade, sentía su pesada mirada, la tenía entre ojos desde la mañana.

—Estas extraña hoy—Aseguró—Rara vez te quedas callada por tanto tiempo.

La pelirosa levanto la mirada con el ceño fruncido. ¿Le había dicho parlanchina? Tsunade, de forma muy descarada solo se encogió de hombros. 

Le tomo un momento carraspear para después negar con la cabeza.

—Dormí tarde anoche, el calor me produjo insomnio — Dijo, restándole importancia.

—Que descuidada—Sakura abrió su boca claramente ofendida—, ¿Quieres que te ayude?

Ella solo bufo por lo bajo sacándole una carcajada a la más mayor. Ella era muy capaz de realizar esa burda tarea.

La tarde siguió avanzando al igual de los no malintencionados regaños de su tía con respecto a su desenvoltura con la tarea que le fue encomendada, estuvo complacida y tranquila durante esas horas ya que no pensó absolutamente en nada pero, al finalizar su encomienda, Sakura dejó escapar un suspiro cansado.

Su mente no podía evitar regresar una y otra vez al encuentro que tuvo hace unos días en lo profundo del bosque.

Ese miedo irracional la seguía de forma simultanea al igual que la pulcritud. El recuerdo de aquel hombre de ojos rojos la perseguía como una melodía en sus pensamientos. Su mirada penetrante y misteriosa había dejado una huella imborrable en su mente.

Ella debía pintar. Realmente le urgió ese deseo.  

En menos de un minuto, se encontró frente a su lienzo en blanco, con pinceles y colores dispuestos a dar vida a su imaginación. Sin embargo, en lugar de pintar paisajes o retratos convencionales, tenía una visión singular y misteriosa en mente: retratar al hombre rubio de ojos rojos.

La intriga y la curiosidad la dominaban mientras plasmaba los primeros trazos en el lienzo. Su corazón latía con fuerza, sintiendo que ese hombre era más que una simple figura onírica; parecía estar conectado de alguna forma con los tenebrosos relatos de aquella cajera.

FOREST | SasusakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora