3 | Carmesí

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La noche anterior, no le costó conciliar el sueño

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La noche anterior, no le costó conciliar el sueño. Los rayos de sol iluminaron su rostro atrapado en la profunda calma matutina. La luz tintó sus párpados naranjas, irritándolos mientras luchaba por regresar al mundo de los sueños. "Esto debe ser obra de la tía", pensó.

Había dejado las cortinas abiertas de par en par para levantarse más rápido y evitar ser considerada una holgazana. Insultada, pateó las sábanas impacientemente y sintió su cabello enmarañado y lleno de nudos al comenzar su rutina. Después de terminar su aseo, se dispuso a cuidar la casa, una de las muchas reglas, o "condiciones", como ella solía llamarlas, para ser aceptada en el hogar.

Tenía que mantener todo en orden y sin rastro de polvo en los maravillosos muebles de Tsunade. Rodó los ojos mientras limpiaba el respaldo de un sillón de color marrón profundo, perdida en un sinfín de reflexiones absurdas. 

Un pensamiento curioso la llevó a cuestionarse: "Si el mundo es un pañuelo, ¿Qué seremos nosotros?" Entonces, riendo, se imaginó como un moco rosa.

La risa resonó en la habitación mientras ojeaba el retrato de su tía, que la observaba fijamente con realismo.

"Ya puedo oír tus quejas sobre mi salud mental",  concluyo para si misma.

Las horas pasaban y el aburrimiento la empujó hacia la cocina. El día siempre comenzaba así; la única compañía que tenía era el canto de los pájaros y la atractiva soledad que le recordaba lo tranquilo que sería vivir en un lugar apartado como aquel. Con una sonrisa, miró a través de la ventana de la habitación. La parte trasera de la cabaña ofrecía suficiente sombra gracias a un joven árbol que brillaba radiante allí.

Había trabajo por hacer, así que se puso en marcha.

La mañana resultó agitada y, junto al desorden que la ralentizaba, terminó completamente acalorada bajo las frondosas hojas de aquel árbol. Sus colores y pinceles descansaban sobre una mesa de madera, y sus lienzos reposaban sobre el césped junto a los caballetes.

Exhausta, respiró profundamente. En ese momento, solo quería dormir y ducharse, hasta que recordó las hierbas medicinales tan deseadas de su tía.

Incómoda, levantó sus brazos sintiendo sus axilas mojadas. Estaba completamente sudada y su ropa se adhería a su cuerpo.

—Huff, terminemos con esto de una vez— Se quejó.

El aire caliente chocó contra su frente, causándole un escalofrío. El sol brillaba con demasiada fuerza y solo podía pensar en encontrar un lugar adecuado para descansar, lejos de los rayos ultravioleta que parecían ansiosos por provocarle un desmayo.

Sin contratiempos, cogió una canasta lo suficientemente amplia como para recolectar varias hierbas.

La cálida brisa la guio entre cientos de matorrales. De repente, un viento mezclado entre brasas frías y calientes la envolvió de pies a cabeza y suspiró con alivio. Fue un consuelo para su cuerpo sudoroso.

FOREST | SasusakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora