4 | Temor

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Durante los siguientes días, el miedo y la inseguridad se volvieron habituales en su rutina

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Durante los siguientes días, el miedo y la inseguridad se volvieron habituales en su rutina. La paranoia la llevaba a asegurar las puertas sin importar la hora, debido a la corta distancia que separaba su hogar del espeso bosque que la atormentaba con recuerdos.

Su tía no se molestó cuando invadió la sala de estar con sus herramientas, sin cuestionar nada.

Le perturbaba dormir por las noches; cuando cerraba los ojos, simplemente veía un resplandor carmesí.

Y todo coincidía: todas sus paranoias tenían sentido. Era extraño que nadie saliera de las fauces de su hogar cuando el sol caía. El atardecer era una señal clara para que los comerciantes regresaran a sus hogares y aparentemente todos lo tenían en mente como si fuera una ley.

Así que durante las últimas horas, realmente se preocupó por su bienestar. Para su mala fortuna, el periódico local no mencionaba apariciones fantasmales ni nada similar, solo contenía noticias pueblerinas sin importancia. En ocasiones, destacaba las enormes cualidades del bosque, como su fauna y flora. Irónicamente, no encontró ni un solo guardabosques en la zona.

Quizás existieron, probablemente durante poco tiempo. Pensó perturbada.

Suspiró pensativamente mientras dejaba los dos sacos de leche que planeaba llevar a casa para preparar algún postre y entretenerse. Había salido de su hogar temporal para romper su pequeña cuarentena mientras mostraba intencionalmente el viejo y oxidado puñal de su difunto abuelo en su camino al mercado.

Sí, de verdad era una maniática paranoica, no estaba mintiendo.

—Son 3,21 euros, Señorita.

La voz de la cajera la sacó de sus pensamientos y rápidamente sacó dinero de su monedero para entregárselo. Con amabilidad, la mujer lo recogió con una sonrisa mientras tarareaba un agradecimiento por su compra.

—Hace mucho calor, debes de sentirte aliviada al estar cerca de las heladeras —comentó ella, tratando de entablar una conversación.

La cajera se dio la vuelta y asintió algo cansada.

—Lo único que quiero hacer en estos momentos es darme una buena ducha, no hay nada mejor que el hogar.

Ella asintió.

—Te comprendo. —Una idea surgió en su mente y dijo—Por suerte, mi hogar está bastante cerca del bosque, es muy refrescante pasear por allí.

Inmediatamente tuvo una reacción por parte de la mujer, quien se estremeció al oír lo que ella dijo con tanta normalidad.

—W-Wow, me alegro... tienes agallas.

Fingiendo estar confundida, preguntó:

—¿Por qué?

La mujer parecía impresionada por sus reacciones y la observaba como si estuviera loca.

—Debe ser porque eres nueva en el pueblo —dijo la muchacha para sí misma—. Nadie ha puesto un pie en el bosque, con todos los rumores que circulan. Poca gente se atreve a caminar de día por esos rumbos, mayormente solo lo hacen los extranjeros.

—¿Rumores?

—Se han visto cosas extrañas. Nunca debes salir de noche; muchos se han perdido y nunca han regresado.

Un escalofrío recorrió sus brazos, sintiéndose intimidada ante aquel hallazgo.

—¿Por qué desaparecen? —susurró.

—Por muchas razones... Lo más razonable es que sea por causa de los animales salvajes que viven allí adentro. Los más conspiranoicos, como mi abuelo, hablan de que dentro del bosque existen skinwalkers o wendigos que tratan de atraer a sus víctimas para luego matarlas.

• • •

Había cometido dos errores en una misma semana.

La discusión con Sasuke le había dejado un gran pesar en el estómago y, para ahorrarse más disgustos debido a sus diferentes criterios sobre la vida humana, decidió alejarse de su hogar y reflexionar con más claridad. Al cabo de unas pocas horas, se encontraba en lo más recóndito del bosque, específicamente a unos pocos metros del muro, bajo el amparo del reconfortante sol.

La brisa jugaba con su cabello rubio mientras, para entretenerse, se movía con elegancia y agilidad entre los árboles, dejando a la vista de cualquiera su naturaleza salvaje en completa armonía con el entorno.

Sin embargo, una extraña sensación lo invadió, como si alguien más estuviera presente, acechándolo desde entre los árboles.

Ante la posible amenaza, sus ojos adquirieron un desafiante color rojizo. Un susurro inquietante se deslizó por su piel, y sus sentidos agudizados le permitieron atravesar parte del follaje, descubriendo lo que lo acechaba: una mujer. La fémina se encontraba a poca distancia, observándolo con cautela y asombro en sus ojos.

Su vista no le fallaba; era una hembra humana. Humana.

Una mortal con un extraño color de cabello. ¿Acaso todos los humanos son iguales? Se preguntó.

La preocupación de ser descubierto lo congeló por completo. El chico permaneció inmóvil, con la mirada clavada en la mujer, mientras un torbellino de preguntas y emociones lo inundaba. ¿Qué haría ella? ¿Le temería y huiría despavorida? Con absoluta rapidez, obtuvo una respuesta a la segunda pregunta. La joven huyó en cuestión de segundos, olfateo en ella un miedo inconfundible,

El corazón de Naruto latía con fuerza en su pecho, sintiendo una mezcla de temor y desamparo tras haber sido descubierto. La vida de sus seres queridos corría un grave peligro. Rodeado por el denso follaje, reflexionaba sobre lo que debía hacer. Anhelaba una vida en la que pudiera revelar su verdadera identidad, pero sabía que eso sería imposible en el mundo humano. Si la misteriosa chica compartía su descubrimiento, los humanos podrían iniciar una cacería en busca de la criatura mitológica que habitaba en lo más profundo del bosque.

La manada, una hermandad antigua y unida por lazos de sangre y lealtad, se vería amenazada por la intromisión del mundo humano. Las consecuencias podrían ser devastadoras: la pérdida de su territorio, la destrucción de su hogar y, lo que era aún más terrible, la captura o muerte de algunos de los suyos. La manada, hasta entonces protegida por la oscuridad y el misterio, se vería obligada a abandonar su refugio y buscar un nuevo hogar, exponiéndose a peligros y dificultades desconocidas.

La inquietud del chico crecía a medida que el sol desaparecía, y la incertidumbre sobre el futuro acechaba. Decidió enfrentar su error y buscar a la mujer que lo había descubierto, dispuesto a hacerle entender la importancia de su silencio. Pero, en el fondo, temía que fuera demasiado tarde.

Atemorizado, aceleró sus pasos en dirección opuesta. Debía contarle a su padre lo sucedido. El futuro de la manada pendía de un hilo, y el destino de Naruto se teñía de incertidumbre. Bajo la fuerte opresión en su pecho, dejo salir un aullido que brotó desde lo más profundo de su garganta estremeciendo a más de un animal, y a cierta persona.

 Bajo la fuerte opresión en su pecho, dejo salir un aullido que brotó desde lo más profundo de su garganta estremeciendo a más de un animal, y a cierta persona

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