Había pasado ya un mes.
Un mes desde que descubrí que mi vida era casi toda una mentira.
Por lo que me había dado tiempo de estar segura de querer más respuestas.
Había aprendido a matar. La verdad, hasta me engañaba a mí misma. Nunca tuve lástima de esa chica que ví morir. Solo quería estar convenciéndome a mí de ser normal.
Había aprendido a no dejar ninguna evidencia, a encontrar los puntos débiles de las personas.
Ayton y yo habíamos convivido más, empezaba a sentir que me gustaba.
Volviendo al tema inicial, quería respuestas. Cualquier persona diría que buscar respuestas era peligroso, pero al menos yo, no conocía a una persona más peligrosa que a mí misma.
Avisé a mi padre que saldría unos días y me dejó sin siquiera preguntar. Tal vez porque ya había cumplido los dieciocho.
Tomé las llaves de mi camioneta de último año y comencé a manejar a mi casa en Pourtous. Bueno, de hecho, no directamente a mi casa, si no, al aeropuerto.
Había comprado dos boletos de avión de ida hacía la ciudad de Pourtous. ¿Quién me iba a acompañar? Aída, por supuesto. Nos habíamos vuelto como mejores amigas.
Cuando llegué a la entrada del aeropuerto Aída me envió un mensaje de que ya me estaba esperando en la sala de espera.
Perfecto.
Caminé lo más rápido posible para encontrarme con Aída ya que no la había visto en cinco días y ella estaba empezando a tener una relación con Alfie. Todavía no lograba comprender cómo es que un psicópata como Alfie y una chica común como Aída podían entenderse, pero bueno, ese ya no era mi problema.
Vi a Aída de frente a un ventanal que daba vista hacia los aviones y justo ahí cerca estaba el avión que tomaríamos.
Cuando me instalé en mi antigua casa en Nosan mi padre me había convencido de que cualquier cosa que me faltara, le dijera para que me lo comprara y una de las razones por las que todavía no había comprado un jet privado era porque casi nunca lo ocuparía, aparte de que a veces me daba miedo el subirme a un avión.
—¡Hola, Arlet! —me saludó mi mejor amiga.
—Hola, Aída, ¿cómo estás?
—Perfectamente bien, ¿tú? ¿Lista para ir a buscar respuestas?
—Lista.
En ese momento sonó una voz que indicaba que ya podíamos abordar el avión.
Estando dentro, las dos estábamos muy cansadas así que tomamos una siesta.
———————
Mi madre me leía un cuento mientras yo la miraba con admiración.
Normalmente a los niños y niñas pequeñas no les gustaban las historia sangrientas o trágicas pero a mí me encantaban, y admiraba a mi madre porque a pesar de que ella no tenía problemas mentales como mi padre y yo, ella era capaz de leerme esas historias en las que asesinaban.
Como no habían cuentos así que fueran aptos para menores, le tocaba a mi madre escribir sus propias historias sangrientas para contármelas a mí antes de dormir.
Ella terminaba de leer mi cuento favorito con esa frase que yo repetía todo el tiempo:
—...El príncipe murió, la princesa se suicidó, la reina se derrumbó y al rey junto al castillo perdió —dejó un besó sobre mi frente—. Buenas noches, mi niña hermosa.
—Mami, ¿soy yo o huele a quemado?
Ella olió con más concentración.
—Mierda —susurró mientras se levantaba de la silla cerrando el libro de cuentos que había impreso.
Las llamas atravesaron la puerta de mi habitación y mi madre entró en pánico. Me levanté de inmediato de mi cama abrazando mi peluche favorito que era algo tétrico para otras niñas de mi edad, y escuché a mi padre gritar:
—¡¡Asómense por la ventana!! —mi madre me agarró del brazo y se acercó con rapidez a la ventana.
—¡Salten!
—¡Ni loca! —contestó mi madre.
—¡Por dios, Stef! ¡Se está quemando la puta casa! —dijo él.
—¡Okey! ¡Pero nos atrapas, eh! —gritó antes de cargarme y sacarme por la ventana— ¡Primero Arlet! —y me soltó.
Caí en los brazos de mi padre y el me bajó para dejarme en el pasto, nuestro jardín era enorme pero no entendía porqué si yo era hija única.
Mi madre se quedó arriba por unos minutos y mi padre no entendía porqué.
—¡Lo siento! —gritó mi madre sollozando.
—¡¿Qué?! —soltó mi padre.
—¡Sigan sus vidas! —empezó mi madre— ¡Sean felices! ¡Te amo, Lacke! ¡Eres y serás siempre el amor de mi vida!
—Pero qué mierda... —susurró mi padre— ¡Salta ya de una maldita vez, Stef!
—¡Arlet! —las lágrimas en su rostro se podían notar y su voz se rompió— ¡Arlet, te amo, sigue sin mí! ¡Eres la niña más hermosa, más inteligente y más —ella rió un poco—, más única que he visto en toda mi puta vida! ¡Les amo como no tienen idea, pero creo que ya he vivido lo suficiente! ¡No quiero vivir el después de todo esto! ¡Les amo!
—¡Estefanía! —le llamó mi padre al darse cuenta de que mi madre estaba dando pasos atrás— ¡Salta ahora, maldita sea!
—¡Lo siento! —gritó mi madre sin que pudiéramos verla.
Yo rompí en llanto mientras veía como las llamas incendiaban por completo la casa. Nadie podía llamar a los bomberos porque en esa casa había demasiados secretos que no podían ser descubiertos.
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Siempre Existió © #1
Teen FictionArlet Whitee es una chica más en el mundo. Vive una vida normal hasta que un evento desafortunado para ella le cambia la vida por completo, dándose cuenta de que la persona que más quería la ha traicionado.