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Me desperté de golpe y con la respiración agitada

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Me desperté de golpe y con la respiración agitada. Nunca lloraba al tener ese sueño. Solo lloré la vez que sucedió. La vez que vi como mi madre se dirigía a la muerte por sí sola.

Arlet me miró con preocupación.

—¿Qué pasa? —me preguntó.

Eso era algo que prefería mantenerlo entre mi padre y yo.

—Nada —respondí—, solo tuve una pesadilla.

—Pues que bueno que despertaste porque justó en este momento estamos aterrizando.

Miré por la ventanilla y el avión ya estaba en tierra firme.

Anunciaron por las bocinas que saliéramos del avión en orden. Salimos y me apresuré para recoger las maletas que llevábamos y salir del aeropuerto con Aída detrás de mí.

—Nunca había transportado armas de un municipio a otro —comentó.

—Mi padre me enseñó a hacerlo, lo ha hecho miles de veces.

Mi padre me había dado unas llaves de una camioneta que nos estaba esperando fuera del establecimiento pero como no sabía qué camioneta era, solo apreté los botones de las llaves para que el vehículo emitiera un sonido que me indicara cuál era mi camioneta.

La ubiqué con la mirada y me dirigí a ella. Puse las maletas en la cajuela y me subí, esperé a que Aída se sentara para poder comenzar a manejar a los recuerdos.

En media hora llegamos a lo que llamaban: "Uno de los barrios de la cuidad". Estacioné la camioneta justo enfrente de mi casa y me bajé con un arma la cual guardé dentro de mi sudadera.

Toqué la puerta y Cassi me abrió la puerta. La mismísima Cassi, novia de el hombre que me había cuidado por doce años y siempre me mintió aún sabiendo la verdad.

Okey, tal vez no siempre pero sí lo hizo.

—¿Sí? ¿En qué te puedo ayudar? —Al parecer no me reconocía.

Cambié mucho en el tiempo en el que estuve "desaparecida" -porque al parecer ya me habían dejado de buscar-, mi actitud, mi cabello, la forma en la que vestía y me maquillaba, casi todo de mí cambió.

—¿Está el señor Torres aquí? —pregunté regalándole una sonrisa a Cassi.

—Sí, claro, enseguida lo busco —se dió la vuelta entrecerrando la puerta pero la detuve.

—¿Puedo pasar?

—Amm... —lucía como que no sabía qué hacer.

—Por favor.

—Claro, claro —se rindió—, pasa.

Se hizo a un lado y avancé por el pasillo principal, mi casa no había cambiado mucho en el mes y medio que estuve fuera. Volteé a ver unas fotos enmarcadas. Solo había una foto en la que aparecía yo y eso solo porque aparecía Eduardo y Cassi en él, abrazándome.

Siempre Existió © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora