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Guardé de nuevo las cartas en los sobres de cada una y las puse dentro del baúl

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Guardé de nuevo las cartas en los sobres de cada una y las puse dentro del baúl. Me levanté y lo cerré para poder salir del ático. Baje algunas escaleras para llegar al primer piso de la mansión y me dirigí a la cocina donde se encontraba Aída comiendo una hamburguesa mientras revisaba algo en su celular.

—¡Hola, Arlet! —saludó formando una sonrisa cuando notó mi presencia.

—Hola, Aída.

—Ayton me dijo que te dijera —rió un poco— que nos vamos mañana.

—¿A dónde? —pregunté.

—Al pueblo de Celm.

—¿Dónde queda eso?

—No estoy segura, pero queda cerca de por acá así que no será un viaje largo.

Asentí y salí de la cocina porque no quería incomodar a Aída viéndola comer. En mi cabeza, estaban las preguntas de: ¿Por qué las cartas estaban ahí? ¿Qué había en el otro baúl? ¿Por qué exactamente se fue Mariana, dejando a su hija?

No me debería de importar, yo no tengo nada que ver con esa familia o algo así pero mi aburrimiento y curiosidad querían saber más sobre qué pasó. Quería saber si Mariana llegó a conocer a su nieta o al novio de Maya o la mejor amiga. Quería saber porqué Soc nunca envió esas cartas o si envió otra carta y por eso no estaba ahí.

Volviendo a la actualidad, pensé en el viaje que haríamos mañana y fui a mi habitación que había elegido unos días atrás para quedarme.

Me acerqué a la ventana y recargué en ella. Desde que comenzaron todo esto de secuestrarme y mantenerme lejos de otras personas, el clima siempre estaba nublado, el cielo estaba gris, pero nunca llovía.

Decidí que sería mejor tomar una siesta ahora. Me sentía un tanto cansada. Me metí en la cama y cerré los ojos. Traté de concentrarme en descansar mi mente pero seguía pensando en porqué las cartas estaban ahí y si Ayton tenía algo que ver con eso. Minutos después, me quedé dormida.

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Desperté al escuchar un ruido de música muy fuerte y luego disminuyó. Abrí los ojos y volteé a mi izquierda, ahí estaba Aída con una sonrisa en su cara y su celular en mano. Me di cuenta de que estábamos en el auto y de copiloto iba Alfie. ¿A qué hora me metí en el auto? ¿Lo de la mansión y esas cartas fueron un sueño? ¿O simplemente me quedé dormida y me cargaron para meterme en el coche?

—Eso no es cierto, Aída —escuché la voz de Ayton continuando una conversación, como si estuviera reclamando algo.

Aída se rió.

—Claro que sí —respondió ella—, lo hacías desde pequeño y mi madre siempre me decía que si llegáramos a tener una amistad, tú estarías más loco que un psicopata.

Siempre Existió © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora