—¿Sí? —hablé.
—Ya estoy afuera de la casa —dijo Aída.
—Ya te abro —colgué y me levanté para abrirle la puerta.
Pasó dentro de la casa y nos sentamos las dos en el sillón.
—¿Qué les dijiste?
—Bueno, que esta es mi casa y que se fueran o pagaran renta, están empacando sus cosas.
—Okey.
—Ahorita vamos a pasar por una tienda, eh. Quiero saludar a unas personas.
—Sí, esta bien.
Esperamos los diez minutos para que empacaran sus cosas y cuando pasaron once minutos, les grité desde la planta de abajo que se apuraran.
Bajaron con cinco maletas en total y me levanté de inmediato del sillón.
—Bien, Eduardo —le llamé y me volteó a ver con tristeza—, Cassi te engaña con un hombre millonario casado, es como el Sugar Daddy de ella.
Cassi abrió los ojos como platos y Eduardo la volteó a ver.
—¿Eso es verdad, Cassi?
—¡No! Yo no sé porqué dijo eso pero no es verdad —mintió.
—No me creas si no quieres, pero ten en cuenta de que la sospecha en ti se va a quedar así hasta que descubras la verdad. Ahora, fuera de mi casa.
Les abrí la puerta y salieron. Cerré la casa con llave y todo.
Nos subimos a mi camioneta y conducí a la tienda. Llegamos, me estacioné enfrente y bajé.
—Holi —saludé.
—¡Holiwis! Arlet, oye, ¿dónde habías estado? Te llamé por una semana seguida porque ya compré dos libros sacados de la plataforma que te dije pero no me contestabas. Nos alarmamos cuando supimos que estabas desaparecida.
—Sólo aclaré unas cosas de mi pasado.
—Wow, sueña interesante.
—Ya lo sé. Toma —le entregué diez mil dólares en efectivo.
Ella se sorprendió.
—¿Y esto de dónde vino o qué?
—Te dije que fui a arreglar unas cosas de mi pasado.
—Oh por Dios, ¡gracias!
Me abrazó y nos despedimos.
—Luego te invito a mi casa, ¿va?
—Espero que tu casa sea una mansión gigante.
—Créeme, lo es.
Me subí de nuevo a la camioneta y fuimos de nuevo al aeropuerto a tomar el avión de regreso a Nosan.
Sí, solo vine a Pourtous para correr a las personas que estaban en mi casa. Después vendería esa casa y los muebles que tenía dentro pero me dijo mi padre que él se ocuparía de eso.
Esperamos unas dos horas y yo y Aída paseamos por todo el aeropuerto que cuando faltaban solo cinco minutos para abordar nuestro avión nos perdimos.
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Llegamos a Nosan y yo ya estaba cansadísima. Lo bueno era que una limusina de lujo nos esperaba para llevarnos a la casa de mi padre que ahora también podía llamar mi casa.
La limusina estacionó enfrente de mi casa y me bajé. Mi padre nos estaba esperando y pasamos dentro. Aída se excusó porque tenía una cita con Alfie.
—Papá.
—Mande, hija.
—¿Tú sabes algo sobre una cartas antiguas que dicen algo sobre Mariana, Soc y su hija Maya? —solté la pregunta.
—Oh, me parece que son muy antiguas pero sí he escuchado de esas cartas, hasta he leído unas.
—Pero, ¿quiénes son?
—Mariana es tu tatara-tatara-tatara abuela.
Espera... ¿Qué?
—Se alejó porque ella se había involucrado en la venta de drogas, debía mucho dinero y la estaban buscando para matarla. Ella no quería que su familia, en especial su hija, sufriera algún daño y se alejó.
—Entonces, ¿lo hizo por su familia?
—Sí, principalmente porque Maya aún era pequeña y tenía una vida que vivir.
—¿Y quién era Soc?
—Ah, ese Soc, él era el hermano de Mariana.
—Mariana me recuerda a mi madre —dije recordando sus palabras:
"¡Sigan sus vidas! ¡Sean felices!" "¡Les amo como no tienen idea, pero creo que ya he vivido demasiado!"
No pude contener las lágrimas en mis ojos.
—Ella dijo que te amaba, y si es que hay vida después de la muerte, ella te sigue amando, Arlet.
—¿Pero por qué lo hizo? Yo sufrí después de ese incendio y sigo aquí de pie, luchando con los recuerdos, ¿por qué no pudo hacer lo mismo?
—Todo el mundo piensa diferente, no eres la única que ha sufrido en esta vida ni ella es la única que se ha rendido.
Lo abracé. Era verdad, mi madre no era la última que se ha rendido en esta vida y por un momento, me sentí mal por mi padre. Él no mostraba sus emociones, pero sabía que al menos muy en el fondo, sufría por la muerte de mi madre.
—Ya, mi niña —me consoló.
Me tranquilicé un poco y limpié mis lágrimas.
—Te amo, papá —dije.
—También te amo, hija.
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Siempre Existió © #1
Novela JuvenilArlet Whitee es una chica más en el mundo. Vive una vida normal hasta que un evento desafortunado para ella le cambia la vida por completo, dándose cuenta de que la persona que más quería la ha traicionado.