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La luz del sol entraba por la ventana de mi habitación

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La luz del sol entraba por la ventana de mi habitación. Me senté en mi cama y tallé mis ojos para poder acostumbrarme a la luz. Cuando los abrí di un pequeño salto sobre mi cama y tapé mi boca para no gritar.

Un chico con una sudadera negra estaba ahí, parado a un lado de mi ventana para que no le diera el sol. Parecía una estatua.

—¿Cómo..? —intenté decir— ¿Quién eres y cómo rayos entraste?

En serio, juro que intenté que mi voz sonara firme y con autoridad pero no ayudaba que me pegara un susto cuando recién desperté.

—¿En serio? —su voz sonaba grave y algo ronca— ¿Crees que te diría quién soy así de fácil? ¿Me crees estúpido?

¿Han experimentado esa sensación donde no ves a la persona pero sabes que está sonriendo? Bueno, me pasó lo mismo en ese momento.

—¿Quién eres? —pregunté de nuevo. No sé si mi lado estúpido me dijo que preguntándole una vez más ya diría todo.

—Tú no deberías saber, al menos no por ahora.

—Creo que estás acosando a la persona equivocada, así que, o te vas o me dices quién eres, así de simple.

Intenté cambiar el punto de vista desde donde lo veía pero no lograba verlo bien. Él abrió la ventana y salió por ahí. Me quedé sentada en mi cama en shock. Cuando reaccioné me levanté de inmediato y me dirigí a la ventana.

—¡Hey! —le llamé pero no no respondió y vi un auto deportivo negro irse, supuse que era él.

Intenté no tomarle importancia mientras me quitaba mi pijama para bañarme pero no podía. No es como que un chico de aproximadamente 1.80 de altura entrara por la ventana de tu habitación y luego se fuera tranquilamente.

Me duché y me puse unos jeans de mezclilla y una playera blanca. Era domingo así que era un día sin preocupaciones. Bajé las escaleras para ir a desayunar. Me asomé un poco para ver qué hacía mi madrastra.

—... no se puede, no, ¿para qué? ¿Para qué YO le voy a preparar el desayuno a esa niña si yo no la quiero? Pero claro, me tenía que enamorar de un hombre con una hija. ¡Ucch! Es que si tiene manos, pies y ojos, perfectamente se puede hacer su desayuno. Pues los pies para caminar y moverse de un lugar a otro y estar pendiente de todo, las manos para agarrar los ingredientes y los ojos para ver los ingredientes que le echa, ¿pero para qué? Para qué va a gastar tiempo en la cocina, ¿no?..

Reí un poco al ver como se quejaba ventando los ingredientes a un bol para luego mezclarlos.

—¡Hija! —me sobresalté al escuchar a mi padre detrás de mí.

—Papá, hola, buenos días.

—Buenos días, vamos a desayunar.

Avanzamos hasta llegar a la cocina, Cassi, mi madrastra, de inmediato se calló y sirvió el desayuno en platos. Cada una tomó un plato y nos sentamos en la mesa para comer.

Siempre Existió © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora