Capitulo 10:

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Katrina

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Katrina

Apostoll era alguien estrafalario y español. Estaba metido hasta el cuello en varios aspectos en los negocios de mi papá y siempre he creído que nada más era eso lo que los tenía unidos. Porque cada vez que papá hablaba de él lo definía como "un pasatiempo" como si Apo fuera alguien totalmente insignificante para él.

Lo único bueno de Apo eran las fiestas que daba. De lo que fuera, daba igual. Siempre había excelente música y mucho trago. Tenía excelentes invitados, todos muy guapos. Aún me acuerdo de Felipe, nada galán pero directo al grano. No fue el polvo de mi vida pero fue bastante bueno.

Papá me ayudó a bajar y enganchó su brazo al mío para entrar juntos. Por el rabillo del ojo noté a Jonathan salir de su auto y quedarse detrás de mí. Como un maldito guardaespaldas. La sensación de tenerlo ahí me tenía nerviosa. No quería pensar que estuviera mirándome pero tampoco podía evitar imaginarme aquello.

Una vez entramos, saludamos a Apo, su esposa cuyo nombre no recordaba para nada y a María. Junto a su padre con un hermoso vestido Versace color dorado, hermosos pendientes y el cabello recogido en una larga coleta. Había olvidado lo linda que era. A su lado estaba su novio, me lleva el carajo, Felipe.

Ceñido en un traje negro, sin corbata y con aspecto de aburrido. Me miró tanto o más sorprendido que yo a él. Aunque disimulé muy bien. Le di la mano mientras él me miraba atónito. Su expresión de sorpresa era tal que cuándo papá le palmeo la espalda para llamar su atención casi se desequilibró.

Jonathan seguía a mis espaldas. Tan tieso como una roca.

Después del saludo, María se fue y sus papás también junto al mío y sus guardias de pacotilla. Felipe se quedó ahí sosteniendo una copa de vino tinto en sus manos. Sus ojos verdes eran hipnotizantes y lindos. Tenía el aspecto de un ángel tierno, pero no podía dejar de recordar lo diablo que había sido conmigo en ese corto polvo en el baño de invitados, de esa casa.

Me dió una copa de vino que al pasar traía una mesera y mis ojos se fueron hacia la barra del bar donde podía tener una perfecta visión de la espalda de Jonathan. Dura. Tensa.

Podía oler su molestia.

—Entonces — él dijo — no me llamaste nunca.

Parpadee tratando de recordar. Claro, él me dio su número y lo guardé. Pero mi teléfono se cayó al agua en un viaje de buceo y lo perdí. De todos modos, nunca tuve la intención de llamarlo. A pesar de que no me acostaba con cualquiera en las fiestas. No. No era ese tipo de chica. Tenía 23 años y solo me había acostado con dos hombres en mi vida. Sebastián y Felipe.

—Lo siento — bebí un sorbo y lo miré — ¿Tú querías que te llamara?

Encogió los hombros y se tomó todo el contenido de su copa. La dejó junto a una mesa y se metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

Savage ━ Jonathan Pine. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora