R.22: 𝑨𝒎𝒐

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Con toda la sinceridad de su corazón, Gerard no sabía decir que prefería. Atravesar rápidamente las pocas cuadras que faltaban para llegar a su hogar o que su esposo decidiera doblar a la derecha y que fuese a cualquier otro lugar, donde pudiesen reír, darse muchos besos y platicar de nada en particular.

Sentía que su corazón martilleaba sin parar dentro de su pecho, desenfrenado, pues no tenía ni siquiera una pista de lo que sucedería apenas llegaran a casa. Estaba tan ansioso que sentía como estaba duro nuevamente y esa sonrisa socarrona que Frank le ofrecía no le ayudaba en lo absoluto.

—¿Frankie? —dijo—. ¿Me dirás que vamos a hacer bebé?

—Lo sabrás al llegar a casa, mi cielo —respondió y le dedicó una corta mirada antes de volver su vista al frente.

La polla de Gerard tembló ansiosa dentro de sus bragas. ¡Dios! Por su mente pasó la fugaz idea de que lo follaran en el sofá tantra, pero no parecía que Frank tuviese las mismas intenciones. Ni siquiera había tenido la fuerza de voluntad para recordar lo que hacía poco había sucedido en la oficina de Frank, le parecía como un recuerdo lejano el hecho de que alguien más los hubiese visto follar y hablar tan sucio.

El azote de la puerta contraria le hizo saltar en su lugar, dándose cuenta que ya habían llegado y que incluso, Frank había bajado del auto. Su esposo abrió la puerta para él y le tendió la mano. Frank parecía tan tranquilo, que le hacía sentirse culpable por ser tan caliente.

—Cuando entremos a casa, tendrás que ser completamente obediente a mi —susurró Frank contra la piel de su hombro mientras caminaban a paso lento hacia las escaleras de la entrada de su casa—. Más que de costumbre, gatito...

—Si Frankie.

—Recuerda que estás castigado y que si algo no te gusta de lo que vamos a hacer, puedes usar tu palabra segura en cualquier momento.

—Si... —respondió extasiado con sus ojos nublados.

—Bien, ¿Cuál es tu color, gatito?

—Verde, Frankie.

—De acuerdo. Por último, no debes olvidar —dijo con más rudeza, rompiendo la burbuja en la que Gerard estaba perdido—. Apenas abra está puerta seré tu amo.

—Si amo, seré muy obediente para usted —respondió con un lloriqueo cuando la llave traspasó la cerradura y Frank lo empujó ligeramente hacia dentro de su hogar.

Caminaron en silencio hasta el centro de la sala. Frank tomó a Gerard de las caderas y lo giró bruscamente hacia él y le besó fogoso. Gerard se dejó hacer sujetándose de sus hombros y abriendo los labios para que Frank hiciera de ellos lo que quisiera. La saliva comenzó a filtrarse de inmediato así como los chasquidos resonaron cada vez que ladeaban sus rostros y se empujaban para profundizar el beso.

—¿Sabes porque te voy a castigar, gatito? —preguntó Frank con la respiración acelerada, después de haber tomado a Gerard de la mandíbula y alejado de sus labios.

—No lo recuerdo señor.

—Claro, siempre queriendo comportarte como una mala puta —dijo ante la fingida inocencia de su esposo y sabiendo lo mucho que le gustaba que lo llamara así—. Ya veremos si lo vuelves a olvidar.

—Señor...

—Fuera ropa —dijo mientras empezaba a caminar en dirección a la habitación de juegos, dejando tirado su saco en el camino—. Y cuando regrese, te quiero ver sobre tus rodillas.

Frank vio por el rabillo de su ojo como Gerard comenzaba a deshacerse de su ropa mientras mordía sus labios. Era tan desesperado que ya se había puesto duro nuevamente, pero quien era él para juzgarlo si todavía no podía superar la excitación de haber sido visto follándolo de esa forma.

𝐒𝐦𝐮𝐭 𝐂𝐡𝐚𝐥𝐥𝐞𝐧𝐠𝐞 ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora