Mejores amigas

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Al día siguiente, casi al mediodía, volvió a sonar el timbre en la casa de Sharon. Ella aún seguía durmiendo pero despertó cuando escuchó personas hablando fuera de su cuarto. Entonces la puerta de su habitación se abrió, era su mamá:

--Sharito, despierta, ya es muy tarde. Alexandra vino a verte

Sharon se enderezó y vio a su amiga entrar y sentarse en el borde de su cama mientras la observaba.

--¡Qué vaga! Siempre lo mismo. Probablemente olvidaste que habíamos quedado en hacer la tarea de ciencias en tu casa.

Alexandra hablaba con la naturalidad de siempre. Ambas habían sido compañeras desde que entraron al colegio, aunque no eran cercanas. De hecho, tenían grupos de amigos que rivalizaban entre sí y por eso casi nunca se habían dirigido la palabra. Hasta que un día, Sharon vio que un chico de otra clase subió a sus redes sociales una foto embarazosa de Alexandra y ninguna de sus amigas la defendió, por lo que decidió apoyarla, se acercó a ella y comenzaron a conversar, y ya para el final del día eran las mejores amigas.

La madre de Sharon salió y cerró la puerta. Entonces su amiga cambió su expresión alegre por una preocupada, se levantó de la cama, dejó su bolso en el escritorio que tenía a su lado, tomó las cobijas y las quitó de la cama para enviarlas al suelo.

--¡Hey! ¿Qué te pasa?-- Le reclamó Sharon.

Su amiga se quedó mirándola fijamente sin decir nada. Fue en ese momento cuando recordó lo que había pasado el día anterior y sintió mucho enojo, ya que no quería hablar con nadie, ni siquiera con su mejor amiga.

--Tenemos que hablar y lo sabes.

--¡No quiero! Además, es verdad lo que dicen-- respondió Sharon.

--Una cosa es que no quieras hablar, lo cual no me importa, pero es muy diferente que creas que soy una idiota-- le reclamó Alexandra.

Sharon sabía que su amiga no iba a creer lo que dijeran otros. Al fin y al cabo, la confianza entre ambas era tanta que casi podían adivinar lo que la otra pensaba. De manera que sabría que cualquier era mejor escuchar su versión y no creer las historias de otros.

--Pues eso pasó. Fin de la historia-- dijo Sharon, quien se volvió a acostar en su cama y escondió su rostro entre sus almohadas.

Alexandra se sentó a su lado por varios minutos. Parecía indecisa sobre qué debía decir más que sorprendida por ver la obstinación de su amiga quien siempre le contaba todo lo que pensaba y sentía. Pero de pronto, decidió darle una nalgada a Sharon con tal fuerza que resonó en todo el cuarto.

--¿Ale, qué te pasa?

--¡¿Que pasó?!-- Se escuchó decir a la mamá de Sharon desde la cocina.

--¡No pasó nada! ¡A Sha se le cayó un libro!-- Gritó Alexandra para responder. Luego se volvió hacia su amiga y dijo: --Era algo que siempre quise hacer porque me gusta tu trasero. Te lo confieso. Ahora es tu turno, cuéntame qué pasó ayer.

Aún con sus nalgas ardiendo, Sharon volvió a verla sin decir nada. Finalmente se sentó y le contó todo lo sucedido con Gabriel el día anterior.

Al finalizar la historia, Alexandra se levantó, caminó hacia la puerta, colocó su oreja contra ella para asegurarse de que no había nadie al otro lado, regresó para sentarse en la cama y dijo: --¿Y cómo era?

Sharon la volvió a ver con confusión en sus ojos.

--Ya sabes, su pene-- dijo Alexandra --¿Era pequeño o grande o feo o...

--¿De verdad me preguntas eso?-- contestó Sharon.

--Pues es lo más emocionante. Entonces sí. ¿O acaso esperabas que yo vine a consolarte y decirte que todo va a estar bien? Obvio no. Y si te preocupa tu novio, estoy segura que no terminará contigo aunque de verdad hayas tenido sexo con Gabriel. Siempre he dicho que ese chico tuyo no te merece y él lo sabe, así que nunca te dejará aunque te acuestes con toda la clase.

Sueños, fantasías y otros secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora