Olor a fresa

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El lunes, Alexandra llegó más temprano de lo habitual al colegio. Su amiga no le respondía los mensajes de texto ni las llamadas. Así que decidió llegar antes de lo acostumbrado para poder interceptarla y preguntarle cómo le había ido con Emanuel. Esperó en la entrada hasta que sonó el timbre, pero Sharon no llegó. Decidió entrar a clases, quizá su amiga se había quedado dormida y entonces venía tarde. Esa debía ser la razón.

Pero las horas pasaron. Alexandra estaba preocupada. Sólo esperaba la hora de salida para ir a visitar a su amiga y ver qué le había ocurrido. Supuso que se había enfermado, probablemente por estar desnuda con el novio y por dormir mal en los días anteriores. Pero aún así era extraño no recibir un mensaje que confirmara su teoría. Así que esperó.

Al salir de clases, tomó sus cosas y fue directamente a casa de Sharon. Tocó la puerta y la madre de su amiga le abrió.

--Ah. Eres tú Alexandra, pasa adelante. Me alegra que estés aquí. Sharito está enferma. O eso es lo que dice ella. Anoche llegó a casa y se encerró en su habitación, y hoy no ha querido salir ni me permite entrar.

--Muchas gracias señora, voy a intentar hablar con ella... para darle la tarea de hoy.-- respondió Alexandra intentando calmarla, mientras la señora la conducía hasta la puerta de la habitación de Sharon.

--Muchas gracias. Eres una buena amiga para mi hija. Yo sé que te quiere mucho.

--Y yo la quiero mucho a ella-- le contestó.

Entonces la mamá de Sharon se fue a la cocina. Alexandra se quedó parada frente a la puerta sin saber qué hacer, así que golpeó la puerta.

--¿Sharon? ¿Estás bien?-- dijo con suavidad --¿Me dejas pasar?

No hubo respuesta. Alexandra estaba totalmente preocupada. No podía imaginar qué había ocurrido. Era claro que Sharon no estaba enferma, pero algo definitivamente le había pasado. Estaba a punto de volver a llamar a su amiga cuando escuchó que alguien había quitado el cierre desde adentro aunque sin abrir la puerta. Así que Alexandra giró la perilla y entró con algo de cautela. Lo primero que notó fue un peluche de un oso naranja que Emanuel le había regalado a su amiga al cumplir un mes de noviazgo, pero ahora se encontraba en el suelo, sin cabeza y con el relleno por fuera. Por su parte, Sharon estaba acostada en su cama, hundiendo su cara en las almohadas.

--¿Hay algo que quieras decirme?-- Le preguntó Alexandra sabiendo que definitivamente algo estaba mal.

--Realmente no tengo ganas de hablar-- Le respondió Sharon.

Así que Alexandra se acercó, se sentó a su lado y tomó su mano sin decir nada. Observó al pie de la cama un vestido blanco con flores rojas tirado en el suelo, debajo de éste se podía ver lo que parecía una tanga roja de encaje, y a un lado un bolso negro pequeño. Se estiró para ver lo que había dentro y le pareció ver una caja de preservativos abierta. Comprendió lo que había pasado, al menos en parte, ya que era evidente que Sharon había visitado a Emanuel y que llegaron a un punto donde usaron un condón. Eso lo sabía porque su amiga le había contado el día antes lo que tenía planeado hacer con su chico. Pero parecía que algo había salido mal.

Alexandra volvió a ver a su amiga. Supo que aunque no lloraba en ese momento, no significaba que ya no se sintiera mal. Acarició el cabello de Sharon, más por instinto que por realmente creer que eso serviría. Le dolía contemplar a su amiga en ese estado, era la primera vez que la veía tan desanimada y vencida. Pero ser atenta y dulce no era lo suyo, así que tuvo que esforzarse mucho para pensar en algo útil para esa situación. Entonces decidió acostarse al lado de Sharon, estirar un brazo y abrazar a su amiga.

En ese momento, Sharon comenzó a llorar. Alexandra estaba totalmente angustiada. Aún no sabía qué había ocurrido, pero era evidente que su amiga ocupaba sentirse apoyada en esta ocasión, así pensó muy bien qué hacer o qué decir. Pensó que quizá era momento de salir de su zona de confort y consolar a su amiga como se suponía que debía hacerlo.

--Tranquila Sha-- comenzó a decir Alexandra. De pronto, recordó el día que se conocieron y los eventos desafortunados que las llevaron a ello, de manera que volvieron a su mente las primeras palabras que le escuchó decir a su amiga y decidió repetirlas: --No sé cómo ayudarte, pero aquí estoy contigo.

Esas palabras parecieron parecieron ser más efectivas, ya que Sharon se volteó para ver a su amiga. Se secó las lágrimas y dijo:

--Él es un imbécil.

--¿Por qué? ¿Qué pasó?-- contestó Alexandra.

Entonces Sharon comenzó a contarle a su amiga lo que había sucedido en casa de Emanuel. Durante el tiempo en que escuchaba la historia, Alexandra no hizo ningún comentario, incluso intentó no hacer ninguna expresión que pudiera hacer sentir mal a Sharon. Prestó atención a todos los detalles, desde que su amiga llegó a casa del novio hasta que tomó sus cosas y se fue luego del comportamiento de éste.

--Y eso es todo-- concluyó Sharon y hundió su cabeza en el pecho de su amiga.

--Tenías razón, es un imbécil.

Alexandra deseaba ir a buscar a Emanuel y golpearlo, preferiblemente en los testículos por ser un desgraciado. Pero allí estaba Sharon, afligida, desconsolada y en sus brazos, así que no podía ir a vengarse en nombre de su amiga. Muchas veces se había imaginado en una situación similar, donde se abrazaban de esa forma, a pesar de que siempre intentaba no darle importancia a esos pensamientos. Acarició el cabello de su amiga y le llegó un olor a fresa. Todo el tiempo le solía decir a Sharon que le encantaba ese aroma y que incluso parecía que era su esencia natural. Sin embargo, esta vez sólo sintió un dolor profundo. Realmente le dolía ver a su amiga en aquel estado.

--Ya sé-- dijo Alexandra --Voy a hacerte olvidar a ese desgraciado. Quédate aquí.

Alexandra se levantó de un brinco y corrió hacia la puerta, pero antes de abrirla, se giró, volvió a donde estaba Sharon, le dio un beso en la mejilla y agregó:

--No te muevas. No respires. Ya regreso. ¿Sí?

Entonces salió corriendo y esta vez salió de la habitación. Sharon se quedó un poco confundida, aunque sabía que esos arrebatos eran normales en Alexandra. Decidió aprovechar el tiempo para secarse las lágrimas, patear el vestido y el bolso y enviarlo debajo su cama, y torturar un poco más al oso de peluche mientras esperaba a su amiga.

Luego de aproximadamente 15 minutos, Alexandra volvió a entrar a la habitación. Esta vez traía una bolsa de plástico, la cual colocó sobre la cama y vació todo el contenido en esta.

--Traje papas tostadas de las que te gustan, helado de chocochips, galletas con chispas de chocolate, una bolsa de palomitas, una Coca-cola y una Fanta de uva, para que escojas la que prefieres. Quise comprarte una dona rellena de dulce de leche pero no me alcanzaba para más. También pasé por la cocina de tu mamá y le pedí cucharas, creo que sólo eso necesitamos. A menos que alguna vomite, en cuyo caso lo echamos en una bolsa y luego se lo vamos a tirar en la cara al innombrable ese.

Sharon estaba asombrada. Sabía que su amiga la conocía muy bien, pero se volvía a asombrar cada vez que Alexandra tenía esos detalles para con ella. Así, por primera vez en ese día, Sharon finalmente sonrió.

--También estuve pensando en una película que podamos ver juntas.-- Continuó diciendo Alexandra. --Tengo varias en mente, pero creo que es mejor que tú decidas. Aunque primero ocupo llamar a mi casa para decirle a mi mamá que voy a quedarme a dormir aquí, así que ve alistando una pijama para mí, y que no sea uno de esos camisones feos que te gustan, o de lo contrario, prefiero dormir sin blusa.

"Definitivamente es la mejor amiga que puedo tener", pensó Sharon. Así que decidió ir al tocador a mojarse la cara y refrescarse un poco mientras su amiga llamaba a casa. Luego encendieron la televisión y comenzaron a decidir qué película podían ver, y aunque se suponía que ella podía escoger la que quisiera, Alexandra le quitó el control remoto de la mano luego de sugerir varias películas románticas. Abrieron los helados y el resto de golosinas, y antes de comenzar a comer y ver el filme que su amiga terminó seleccionando, Sharon dijo:

--Creo que voy a darme un descanso de los hombres-- hizo una corta pausa y luego agregó --Me pregunto cómo será tener una relación con una mujer. 

Sueños, fantasías y otros secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora