Lo primero que pensó Sharon fue en la suavidad de los labios de su amiga. Lo siguiente que atravesó su mente fue lo rico que besaba Alexandra. Recordó todos los chicos que había besado, cada uno tenía lo suyo, pero esta vez había algo distinto. Se dejó llevar por la sensación que experimentaba en ese momento, por la forma en que su amiga la rodeaba con sus brazos y le sujetaba el trasero con firmeza. Sus lenguas se entrecruzaban, sus respiraciones se agitaban, la imaginación de ambas volaba. Por un momento nada más le importó, no se puso a considerar si aquello era correcto, pues estaba probando algo nuevo: Era el sabor de lo prohibido.
Finalmente, cuando sintió que su amiga le comenzaba a levantar el vestido, Sharon volvió a la realidad y se apartó de su amiga.
--¿Qué estamos haciendo?-- preguntó.
--No sé-- respondió Alexandra dando un paso atrás y sonrojándose. --Me dejé llevar. Sólo te quería asustar al darte un pequeño beso.
Sharon no podía ver a su amiga a los ojos, aunque no entendía aún que se debía a que le había gustado mucho aquel intercambio de besos y caricias.
--Somos amigas, ¿no es cierto? No podemos hacer algo así-- dijo Sharon.
Pero Alexandra no respondió, y en su lugar, se sentó a la orilla de la cama y bajó la cabeza.
--Quizá aquella chica pensó que éramos pareja, pero fue un malentendido-- insistió Sharon.
Alexandra continuaba callada y sin levantar la mirada hacia su amiga.
--Yo te quiero mucho, pero...-- Sharon hizo una pausa y luego prosiguió: --Pero no podemos.
--¿Crees que estuvo mal?-- preguntó Alexandra.
--Sólo creo que no podemos.
--Te lo pregunto de nuevo. ¿Crees que estuvo mal?
--Yo no creo que estuvo mal, porque...-- Sharon se quedó dudando por un momento y siguió hablando cuando notó que su amiga ahora la miraba fijamente, como si sólo importara esa respuesta. --Porque no se trata de eso, somos amigas.
--Oh, ya veo. Tienes razón-- contestó Alexandra, aunque era evidente que no era la respuesta que esperaba escuchar.
Sharon se quedó mirando a su amiga, quien aún estaba desnuda y con el arnés alrededor de sus caderas. Sabía que no debían haber hecho eso, pero no lograba concluir que lo ocurrido había sido algo malo. Así que se acercó a su amiga y se sentó junto a ella. Se sintió culpable, era el día del cumpleaños de la persona que más quería y justo acababa de arruinar su día. Así que decidió decir lo que estaba en su mente pero que no se atrevió a confesar antes.
--No creo que estuviera mal-- dijo Sharon con una voz casi susurrando --Porque me gustó.
--Yo no quiero que lo digas para animarme-- respondió Alexandra. --Sé que estuvo mal porque somos amigas. El problema es que me siento confundida. Una vez que sentí tus labios, no pude detenerme, y sólo quería continuar. Fue algo como muy natural para mí.
--Pues no lo digo para animarte. También me sentí muy bien, de lo contrario te habría detenido en el primer momento en que nos comenzamos a besar.
--Pero ya nuestra amistad se arruinó. Sé que yo constantemente juego con ese límite al mostrarme desnuda ante ti o insistir verte de la misma forma, o con prácticamente todas las cosas que aporto a esta amistad-- Al terminar de hablar, Alexandra volvió a agachar la cabeza.
--Eso no es cierto. Si yo no me sintiera cómoda contigo entonces no lo permitiría. Además, creo que un beso no podría cambiar nuestra amistad. De hecho, creo que nada nos podría separar.
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Sueños, fantasías y otros secretos
Teen FictionSharon es una joven común, con un trabajo común, con un estilo de vida común. Pero detrás de toda mujer hay un mundo lleno de secretos y fantasías.