La sorpresa

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Pero volvamos al presente.

La noche es fresca y el cielo está despejado. Nos encontramos a Sharon terminando su turno nocturno en el trabajo, saliendo por la puerta trasera del restaurante, mientras se está colocando una jacket negra de cuero encima de la camisa roja que es parte de su uniforme. Se nota que tiene prisa, y se debe a que en horas de la tarde recibió un mensaje que decía que le esperaba una sorpresa cuando llegara a su apartamento. Se colocó en su espalda la mochila que usaba para llevar al trabajo. Se acercó a su moto Kawasaki Ninja color negro, se colocó su casco y los demás implementos de seguridad, se montó en ella y se puso en rumbo hacia su hogar.

Esa motocicleta era uno de sus grandes amores. Sentía como si hubiera ahorrado toda su vida por ella, incluso en ocasiones había tenido que hacer grandes sacrificios para poder ajustar el dinero. Pero desde el primer momento en que aceleró su moto, supo que todo había valido la pena. Le encantaba la sensación del viento frío recorriendo su cuerpo y sentir el motor rugiendo en medio de sus piernas. Muchas veces se imaginaba en esas autopistas interminables donde podía acelerar a fondo como intentando alcanzar el horizonte. A veces simplemente disfrutaba de ver a los hombres que se quedaban observándola montada en ella, incluso pensaba que luego de pasar a su lado se quedaban viendo su trasero. Esa moto le daba más que felicidad, era como una extensión de sí misma, hasta se sentía más sexy sobre ella. Pero lo que más amaba, era que se sentía libre.

Llegó a su apartamento que recién había estrenado, pues siempre quiso ser independiente y también vivir con la persona que más quería en este mundo. Se bajó de la moto, se quitó el casco, caminó hasta la puerta y entró. Lo primero que vio en la pequeña sala que también servía de comedor, fue a su compañera de apartamento, quien estaba en ropa interior y tomándose una 'selfie'.

--Vaya vaya-- dijo Sharon.

--Llegaste más temprano de lo que esperaba-- le contestó Alexandra.

--¿Y ahora quién es el afortunado?

--Eso depende. Si todo sale bien entonces yo seré la afortunada por comerme a ese papacito el próximo sábado.-- respondió Alexandra con una sonrisa y guiñando un ojo. Entonces tomó una blusa y un short que estaba puestos en una silla junto a ella y comenzó a vestirse.

--Esperemos que no salga igual que Sergio.

--Mejor olvidemos ese desliz. Está bien que un chico se sienta atraído por mí, pero no pueden vivir creyendo que toda mujer busca tener sexo en la primera cita y luego enojarse porque una no quiere.-- contestó Alexandra.

--Que a una chica le guste el sexo no significa que nos involucremos con cualquiera y en cualquier momento.

--¡Exacto! Y también espero que no sea como Anthony.

--Tampoco me hables de eso-- dijo Sharon --Es muy deprimente. Por primera vez decido salir con un chico varios años mayor que yo, y luego de hablarme maravillas de cómo es él en la cama, terminó en menos de 5 minutos.

--¡Qué horror! Definitivamente les va mejor si no presumen-- dijo Alexandra.

--Es muy cierto. Pero cambiemos de tema. ¿Cual es la sorpresa?

--Tienes razón, lo había olvidado, se trata de...-- En ese momento, el celular de Alexandra sonó y ella lo levantó para mirarlo. Leyó el mensaje que había llegado y dijo: --No es posible. ¿Cuál es la manía de los hombres por querer hacer un trío?

--¿Ahora qué pasó?-- preguntó Sharon.

--Que le mandé una foto mía en ropa interior al chico con el que hablo y lo primero que hace es preguntar si tengo una amiga cercana que quiera hacer un trío-- respondió Alexandra.

--Pero sí la tienes.

--Sí, pero nuestro plan es buscar a un chico que nos agrade a ambas. En cambio, a este lo quiero para mí sola, no te comparto.

--Ya estoy intrigada. ¿Qué tiene él que no quieres compartir?

--Nada, de verdad nada-- contestó Alexandra, aunque era evidente para su amiga que algo ocultaba.

--Bueno, luego no te arrepientas.

--Por favor, no lo hagas, sabes que no...- comenzó a suplicar Alexandra, pero Sharon se adelantó y comenzó a hacerle cosquillas. La primera cayó en el suelo ya que no podía parar de reír, mientras que la segunda aprovechó esa vulnerabilidad de su amiga para quitarle el teléfono.

--Ahora vamos a ver qué tiene ese chico misterioso-- dijo Sharon mientras corría hacia la única habitación del apartamento donde estaban las camas de ambas.

--¡Dámelo!-- gritaba Alexandra a la vez que corría detrás de su amiga e intentaba forcejear con ella para obtener de vuelta su celular.

--¿Pero qué tenemos aquí? Oh vaya, don anaconda.

--Me la envió sin que se lo pidiera.

--Pero no te quejaste, ¿o sí?-- dijo Sharon con un tono de juego.

--¿Acaso tú lo harías?-- respondió Alexandra --Además, mira bien las otras fotos.

Sharon comenzó a revisar lo que su amiga le decía, pero Alexandra aprovechó la situación para darle una nalgada a su amiga con todas sus fuerzas y así distraerla lo suficiente para recuperar su teléfono.

--Ahora sí me las vas a pagar-- dijo Sharon.

--Entonces ya no te digo la sorpresa que tengo para ti-- respondió Alexandra.

Estas palabras detuvieron el contrataque que Sharon estaba a punto de lanzar.

--Está bien-- contestó Sharon --¿Cuál es la sorpresa?

--¿Recuerdas lo que me confesaste el día de nuestra graduación?

--Sí, pero eso fue hace mucho-- dijo Sharon a la vez que se ruborizaba.

--Fue hace menos de dos años--

--Sí, pero las personas cambian--

--Yo sé que aún lo quieres. Hablaste de ello varias veces luego de ese día. Incluso me describiste cada detalle de lo que querías que sucediera.

--Don anaconda te está afectando la cabeza-- se burló Sharon en un esfuerzo por cambiar el tema.

--¿Ahora estás celosa?-- preguntó Alexandra para seguirle el juego a su amiga.

--Obvio no. ¿Por qué lo estaría?

--Porque ese chico va a manosear este cuerpo que tanto de gusta.

--Que lo haga-- respondió Sharon --De todas formas, ya lo conozco muy bien.

--Por supuesto que sí-- le contestó Alexandra --Desde muy jóvenes te mostré mi cuerpo y te obligué a que me mostraras el tuyo. Pero lo de mi cumpleaños fue más especial.

Entonces Alexandra se acercó a Sharon y le dio un beso en la boca.

--Hace días no me besabas-- dijo Sharon.

--Era parte del trato, ¿no? Compañeras de habitación para lo aburrido, mejores amigas para los problemas y amigas con derecho para lo demás.-- respondió Alexandra como si leyera una ley escrita en un libro.

--Hay días en que no te soporto.

--Y aún así me amas.

--¿Tengo otra alternativa?

--Las promesas que se hacen en el cumpleaños de otra persona son inquebrantables-- dijo Alexandra --Así que no la tienes.

--Ese día debí haberte llevado una tarjeta y un chocolate, como las personas normales.

--Pero no fue así, porque no eres normal. Así que terminaste dándome dos de los mejores regalos que he recibido en mi vida-- El teléfono de Alexandra volvió a sonar. Ella lo levantó y leyó el mensaje nuevo. --Pero luego te doy más detalles de tu sorpresa. Ahora mismo me tengo que cambiar porque don anaconda viene de camino. Y dudo mucho que no quiera atacarme con su serpiente.

--Y por supuesto no te vas a defender-- dijo Sharon.

--Obvio no-- Alexandra le guiñó un ojo, tomó un vestido negro corto que sacó de su armario y se metió al baño para cambiarse.  

Sueños, fantasías y otros secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora