Helado de chocochips

104 2 0
                                    

Las manos de ambos estaban allí, formando una tijera cada una. Aún así, Sharon pensó que era improbable. Por un instante pensó que ganaría y que se podría ir a casa. Comenzó a considerar todas las excusas posibles para zafarse. Aquel muchacho no parecía arrogante, ni pretencioso, tampoco grosero o antipático, y mucho menos feo. Simplemente no podía hacerse a la idea de que un chico esperara semanas para hacer su primer movimiento, y que al final lo hiciera casi con la seguridad de que iba a tener éxito.

--Si no quieres ir, te dejo libre-- dijo el chico.

Sharon aún buscaba una razón para decirle que no podía ir, pero estas palabras la dejaron confundida. Después de todo lo que hizo, ahora le daba la oportunidad de irse.

--No, yo pedí tu palabra cuando acepté. Así que es justo que yo cumpla con mi parte. Pero vamos ya para no perder más tiempo.

--Está bien. Vamos caminando ya que está muy cerca. ¿Te parece?

--Sí, me parece-- contestó Sharon. La heladería estaba en la siguiente esquina, a menos de 50 metros. --Pero primero voy a dejar mis cosas adentro, así no me estorban.

Él la esperó mientras entraba a dejar su casco y su mochila. Luego ella salió y comenzaron a caminar. Ella esperaba que él comenzara con toda una serie de preguntas para intentar conocerla. Pues no había problema en responder un par de ellas.

--Me llamo Anthony, aunque todos me dicen Tony. Y tu nombre es Sharon, ¿correcto?

--Sí, ese es mi nombre-- respondió ella, sabiendo que probablemente lo vio en su gafete alguna vez y esperando la siguiente pregunta.

--Mucho gusto Sharon.

Pero Tony no dijo nada más. Llegaron hasta la heladería sin pronunciar otra palabra. Entraron y él comenzó a ver la lista de sabores de helado. Ella lo miraba y llegó a la conclusión de que no hablaba por decisión propia, no por desconocer las preguntas que podría hacer.

--Voy a pedir un helado de fresa. ¿Segura que no quieres uno?

--Totalmente-- respondió Sharon, aunque al estar allí deseaba pedir un helado de chocochips.

Comenzaron a hacer fila, todavía sin que comenzara el interrogatorio. Al llegar al mostrador, Anthony pidió su helado, pero la volvió a ver y dijo:

--¿Cuál es tu sabor favorito?

--Chocochips-- le contestó Sharon, quien aún estaba extrañada de que él no le preguntara nada.

--Y también quiero un helado de chocochips-- le dijo Tony a la encargada de la heladería.

--Pero yo no quería.

--Yo te vi mirando el congelador donde estaban todos los sabores. Detuviste tu mirada en cierto punto, así que entendí que habías visto tu sabor favorito. Pero si no lo quieres entonces me como dos.

--No no, yo lo quiero-- respondió ella avergonzada y ruborizada --Muchas gracias.

--Es un placer. Aunque también era el trato original.

La encargada de la heladería alistó sus helados y Tony sugirió sentarse cerca de una ventana a comer. De nuevo retomó su actitud silenciosa, lo cual incomodó a Sharon. Era imposible que no le estuviera preguntando nada. Sólo tenían unos minutos juntos y él estaba comiendo su helado como si nada más importara. Así que ella fue la primera en romper el silencio.

--¿Cómo supiste que yo sacaría tijeras?

--Yo no lo supe-- respondió Anthony mientras se detenía de comer su helado y miraba a su acompañante. --De hecho pensé que sacarías piedra.

--Eso te pasa por subestimarme-- le dijo Sharon con arrogancia.

--Al contrario. Cuando te vi concentrada en qué sacar, me di cuenta que tomabas en cuenta todas las opciones, y que quizá viste la piedra como la opción en que todos piensan primero, y por esa misma razón la escogerías porque yo no la hubiera esperado. En otras palabras, la mejor estrategia hubiera sido la más obvia, y hubieras ganado con ello.

Era cierto. Quizá muchas personas sacan piedra ya que ambos jugadores ven esa opción como la más obvia, y por ello, la que menos espera el rival. Así una opción de simple azar se convierte en la más probable.

--Entonces, si pensabas que yo iba a sacar piedra, ¿por qué no usaste papel?-- le preguntó Sharon.

--Si yo sacaba papel y te ganaba, te sentirías mal por haber jugado la opción que veías más débil. Por otro lado, si yo sacaba piedra y empatábamos, pensarías que te subestimé por yo usar el método más fácil para empatar, y el más seguro para no perder. Por eso me decidí por tijeras, ya que entendí lo importante que era ganar para ti.

Sharon estaba atónita. No sólo él la pudo analizar mientras consideraba la mejor opción a jugar, sino también estuvo dispuesto a sacrificar el ganar y así poder conocerla, todo por el simple hecho de que ella quisiera ganar.

--Pero como dije antes-- continuó Tony --No esperaba que fueras a sacar tijera. Lo cual es un alivio porque así pude comer helado.

--¿Y por qué no me has hecho preguntas para conocerme?-- dijo Sharon intentando cambiar de tema.

--Es muy fácil. Podría ocupar mi tiempo en hacerte miles de preguntas básicas, y preocuparme por no tener la oportunidad de interrogarte por completo o darte una buena impresión. Así que decidí simplemente disfrutar tu compañía. A veces también conocemos a los demás cuando hay silencio.

Ella sintió como si le hubieran lanzado una indirecta. Aunque él tenía razón. De no ser por el silencio, ella no habría observado con tanto detalle sus facciones, sus cejas gruesas, los ojos cafés acercándose al color de la miel, pómulos marcados, labios carnosos, piel blanca aunque visiblemente cuidada, un cabello negro y crespo que tenía toda la apariencia de tornarse rebelde por las mañanas. Todo eso, junto con su sonrisa y su altura, lo hacían ver mucho más atractivo que todas las veces que lo vio en el restaurante. Por otro lado, sin decir una sola palabra, entendió que él derrochaba seguridad. Además de que era muy atento y simpático cuando podía serlo.

Ambos continuaron en silencio y terminaron su helado. Anthony se levantó para irse a lavar las manos, seguido de Sharon. Luego salieron de la heladería y comenzaron a caminar hacia el lugar de trabajo de ella. Esta vez, él comenzó a preguntarle detalles acerca de su trabajo, de su motocicleta y un par de preguntas personales. Así ella se enteró de que él era 6 años mayor, que vivió en el mismo barrio donde ella creció, y que tenía un negocio con su mamá, su hermana y una amiga donde organizaban eventos, desde cumpleaños hasta bailes de graduación. Finalmente, llegaron a la puerta trasera del restaurante, donde había comenzado todo.

--Creo que eso es todo. La pasé muy bien y me divertí. Pero te hice una promesa-- dijo Tony.

--Oh, es cierto. Tienes razón. Debes cumplirla.

--Así que me retiro. Mi carro está por allá-- dijo señalando un Toyota Land Cruiser color negro que se encontraba estacionado al otro lado de la calle.

--Me parece bien. Fue un placer.

--Lo mismo digo-- y entonces se despidió con una sonrisa.

Anthony caminó hacia su carro, sacó las llaves, abrió la puerta y entró. Al cerrar la puerta, se quedó observando el restaurante y vio a Sharon montarse en su motocicleta e irse por el lado contrario al que su vehículo apuntaba. Entonces encendió el motor y se dirigió rumbo a su casa. Pero, al llegar al primer semáforo en rojo, notó que una moto se detuvo al lado de su ventana y que el conductor de la misma golpeó suavemente su ventana. Cuando volteó, se dio cuenta de que se trataba de Sharon, así que bajó la ventanilla.

--Dame algo donde pueda escribir-- le dijo ella.

Encontró un trozo de papel en la guantera y se lo entregó a ella, quien sacó un pequeño lapicero de la bolsa que tenía la blusa de su uniforme y comenzó a escribir algo en el papel, luego se lo devolvió a Anthony.

--Llámame, o escríbeme, como quieras.

El semáforo cambio a verde y Sharon arrancó con su motocicleta, dejando atrás a su cliente favorito.

Sueños, fantasías y otros secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora