Arriba y abajo

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Cuando el reloj marcó las 4:20 pm, Sharon se encontraba frente a la casa de Emanuel y tocaba el timbre. Traía puesto un vestido blanco con flores rojas, de tirantes y que exhibía sus blancas piernas, y unas tenis blancas. También llevaba un pequeño bolso negro colgando de su espalda. Esperó unos segundos hasta que se abrió la puerta de entrada y salió su novio.

--¡Hola a.. Ema! --dijo Sharon. Normalmente le decía "amor" o "cariño", pero supo que venía a aclarar los problemas en su relación, así que decidió ser más casual, aunque notó que su novio se dio cuenta de ello.

--Hola Sha-- le respondió --Pensé que... bueno, no sé... siempre nos vemos sábado, pero... -- Hizo una pausa como intentando acomodar sus pensamientos.

--Lo sé-- contestó Sharon --Perdón por no escribir ni llamar, pasé todo el día con Ale en mi casa y olvidé llamarte-- Sabía que era una mentira, pero era obvio que no podía contarle la verdad y que primero había que hablar muchas cosas.

--Tranquila-- dijo Emanuel --Yo... este... pasa adelante. Mi mamá salió con sus amigas y regresa hasta la noche, de manera que podemos hablar.

Sharon se sintió nerviosa. Sabía que era mejor tener privacidad para hablar, pero también entendió que si todo salía bien entonces tendrían la oportunidad para tener sexo. Así que entró y procedió a sentarse en el sofá. Vio a Emanuel cerrando la puerta y asomándose por la ventana por un momento antes de sentarse a su lado.

Silencio. Al parecer ninguno sabía qué decir. Él siempre ha sido muy reservado, y en esta ocasión ella estaba confundida, pero decidió iniciar con lo más importante.

--Necesito saber si me quieres-- dijo Sharon con firmeza mientras miraba fijamente a su novio.

--Yo...

Ella lo seguía mirando mientras él parecía buscar la respuesta en alguna especie de laberinto que tenía en su mente y comenzó a estresarse. Pensó que no era posible que alguien necesitara tanto tiempo para responder algo tan sencillo. Sharon estaba a punto de decir algo cuando Emanuel dijo:

--Yo siempre he pensado que no te merezco. Eres demasiado linda para mí. Y yo soy un pobre tonto que no sabe qué decir y prefiere huir. A veces me pregunto si de verdad te atraigo, porque no creo que yo sea atractivo de ninguna forma. Siempre te veo sonreír a mi lado a pesar de que casi nunca hago algo que provoque tu sonrisa. Yo sólo estoy ahí como viendo una película a través de los ojos de otra persona. Siendo sincero, a veces no te entiendo, pero yo tampoco me entiendo. Por eso siempre he tenido temor de que me dejes.

Sharon nunca antes había escuchado a Emanuel decir tantas palabras a la vez, aunque su impresión no fue mayor ya que estaba poniendo atención a lo que le decía él. Se quedó pensando unos segundos, le tomó una mano y le dio un beso en la mejilla.

--Yo sé todo eso-- dijo ella --Veo en tus ojos lo que piensas, pero también quería que me lo dijeras y así no tener que adivinarlo por mi cuenta. Quiero que tomes control de tu vida y que sientas la libertad de decir y hacer lo que quieres.

Emanuel la miró perplejo. Probablemente no esperaba que ella lo tomara tan bien. Aún así, una sonrisa se dibujó en su rostro.

--Pero aún no sé cómo cambiar-- respondió Emanuel.

--Pues de casualidad tengo pensado algo que podría animarte a ser más expresivo, no sólo conmigo sino también con los demás.

--¿Y qué sería?

--Quiero que tengamos sexo, aquí y ahora.

Inmediatamente Emanuel se apartó de ella casi medio metro, se quedó observándola con tal confusión que parecía aturdido. Ella se volvió a acercar a él y lo abrazó.

Sueños, fantasías y otros secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora