"Carterista"

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Miguel podía imaginar muchas formas ideales de pasar el sábado por la noche.

Desde quedarse en cama viendo su serie favorita hasta limpiar el garage intestado de cucarachas voladoras del vecino que vive en el piso de abajo.

Muchísimas formas distintas, ya ni siquiera buenas, en las que podría no estar haciendo esto, simplemente, no esto...

Esta convencido de que la fuerza magnética que le atrae a este chico es un rebote cósmico de energías que se expande a través de todas las realidades, mundos y universos en los que una versión de ambos puede existir en el mismo plano, y esta convencido de que en todos esos escenarios, el miserable de Miguel siempre termina así, corriendo en un callejón sucio mientras es perseguido por pandilleros enojados y peligrosos a quienes el chico que le gusta acaba de estafar.

No puede solo estarle pasando a el, a esta versión de el, tiene que estar sucediendo en toda la linea de la existencia misma y tal vez no con versiones distintas del chico que le gusta, tal vez es uno solo con suficiente capacidad de atracción de problemas como para afectar a todos los Migueles del plano cósmico.

¿Drama? ¿Exageración?

Es probable.

¿Calentura e impulsividad?

Definitivamente.

-¡Hiro, maldita sea! -Grito cuando un bate de beisbol falló de estrellarse contra su rostro a terminar en el muro detrás de el.

Si, por favor.

Miguel desea quejarse profundamente de la mala suerte que le aqueja, lo desea tanto, puede sentir el maldito grito desesperado picar desde el fondo de sus pulmones cuando gira la esquina el callejón y frente a ellos encuentran mas hombres grandes y enojados que buscan a Hiro.

Hiro Hamada...

El pequeño chico altanero a su lado que sonríe como si acabase de encontrar a un viejo amigo.

-Supongo que a ustedes también les debo dinero, ¿uh? -Pregunto con una sonrisa cansada mientras cerraba los ojos con fingida aflicción. -Bien, que problema... -Una risa baja al retroceder y de pronto Miguel le esta jalando del cuello de su chaqueta de cuero en el sentido contrario.

No, no puede quejarse en lo absoluto, después de todo, la culpa también recae en sus hombros.

-¡¿Hay alguien en esta bendita ciudad a la que no le debas dinero?! -Chillo Miguel al verse acorralado entre dos grupos de pandilleros que corrían hacia ellos rápidamente.

-Al banco, no soy idiota... -Respondió Hiro, y casi de inmediato palmeo su hombro para llamar su atención. -¡Por aquí!

Miguel siguió al pelinegro dentro de una grieta entre los callejones por la que a penas y pudo entrar antes de empezar a gritar que estaba atorado. Una vez su pecho dejo de doler con la presión del muro contra el, corrieron al interior de un edificio abandonado, el menor escuchando los pasos de quienes les perseguían, y sin percibir en lo absoluto el tacón de la bota de Hiro mientras subía por las escaleras.

Ese chico era astuto, rápido y sigiloso, como un zorro.

-¡El banco jamás te perseguiría con intensiones de matarte! -Murmuro alterado Miguel en voz baja.

-Eso tu no lo sabes... no has estado en Japón.  -Le resto importancia al asunto entero, completamente confiado en que ya nadie les estaba siguiendo.

Miguel había aprendido un par de cosas y sabia que los pandilleros que les perseguían no conocían los callejones de San Fransokyo como lo hacia Hiro, difícilmente alguien lo hace, porque ese chico tenia el laberinto grabado en la cabeza, cada grieta y muro estaban registrados indeleble en su mente, su propio hogar marcado como el único lugar seguro. Los hombres que vienen a peleas ilegales y apuestas suelen recorrer un solo camino, pero el no.

"Buffet" Fictober,2021 [[Higuel]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora