El niño del globo

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Capítulo 15

El niño del globo

El silencio en el auto pesaba en mis oídos.

Ninguno de los dos había dicho nada desde que nos habíamos montado en el auto y de eso hacía ya más de media hora. No me malinterpreten, el juego de los silencios con Eros era un juego al que estaba acostumbrada a jugar, pero me sentía incómoda. No sabía si tenía que decir algo acerca de lo ocurrido o simplemente hacer como si la cena nunca hubiera sucedido.

Luego del incidente del vino ninguno pudo continuar comiendo. Eros había desaparecido por más de media hora a quien sabe donde, mientras Mark y Theressa se habían quedado en la cocina charlando, situación que me había venido como anillo al dedo ya que Lizzie y yo finalmente habíamos tenido un tiempo a solas.

Luego de la gran revelación sobre la muerte de la madre de Eros, ella no había soltado ninguna información relevante y yo tampoco la había presionado al respecto. No la culpaba, me había casado a la familia Houghton sin saber absolutamente nada de ella. Era normal que ahora tuviera sus reservas.

Suelto un largo suspiro sin importarme la persona conduciendo a mi lado.

Giro mi cabeza completamente hacia él y mis ojos se hunden en su imagen. No había demasiada luz en el auto, pero si la suficiente para admirar sus facciones. Mechones de su cabello oscuro caían desordenadamente sobre su frente, su nariz recta y la ligera barba que se resaltaba cada vez que el auto pasaba por algún alumbrado le daban un toque sombrío.

Fúnebre por así decirlo.

— ¿Tienes algo que decir?

Su pregunta me toma desprevenida y vuelvo a fijar la vista al frente.

—No.

El silencio vuelve a llenar el auto como si este nunca se hubiera ido. Varios minutos vuelven a pasar hasta que finalmente nuestra casa aparece frente a mis ojos y finalmente me permito relajarme.

Eros estaciona el auto y ambos salimos de el sin perder tiempo. Una vez que él abre la puerta mi quito los zapatos de tacón y el frío piso de mármol se siente bien contra la adolorida planta de mis pies.

Sus fríos ojos grises me dedican una última mirada mientras que yo permanezco en mi lugar. Su silueta alejándose por el pasillo con cada paso que daba.

Quería dejarlo ir.

Quería pretender como si nada hubiera pasado esta noche.

Pero no podía.

Sabía que él era una persona solitaria, pero al mismo tiempo sentía que todos necesitábamos a alguien en algún punto en nuestras vidas.

Tal vez este era el punto en su vida.

—Puedes hablar conmigo— digo de repente, apretando ligeramente el bolso en mi mano. No sabía por que estaba nerviosa—. Si necesitas hablar con alguien, puedes hacerlo conmigo.

Sus pasos se detienen en seco al escuchar mi voz resonar por el gran corredor vacío.

Da media vuelta y su rostro se encuentra impasible, sin ninguna emoción en el excepto por la frialdad que destilaban sus ojos. La tension que había estado presente en sus hombros y en su rostro habían desaparecido sin dejar rastro y me pregunto si estas habían sido encerradas nuevamente en lo más profundo de su ser.

— ¿Y por que haría eso?

—Porque tu y yo somos un equipo.

Él niega con la cabeza sin despegar su vista de la mía.

Mi jodido JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora