Con la K, de Katherine

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Capitulo 3

Con la K, de Katherine.

Tal y como lo había dicho, el señor Houghton no apareció por el resto de la semana. Por supuesto, eso hizo que todos los nervios y el estrés que había acumulado durante el mes desaparecieran y que en estos momentos me encontrase en un nivel de paz increíble.

Como resultado, me di cuenta de que la ausencia del señor Houghton era mejor que ir a clases de yoga.

Aunque había estado mucho más relajada sin su presencia a unos metros de mi escritorio, todos los días me concentraba en cumplir al pie de la letra los deberes que me enviaba. También, por las dudas siempre mantenía el celular junto a mí y cada cierto tiempo lo revisaba. Se podría decir que me estaba volviendo algo maniática con ese tema.

A veces pasaban días en los que mi único trabajo eran los deberes que me asignaba y el resumen final del día, pero en otros casos terminaba recibiendo alguno que otro mensaje de su parte y aunque no me gustara admitirlo, luego de recibir el primero siempre me encontraba esperando por el siguiente.

Hoy, después de aguantar una ajetreada semana por fin era sábado y por consecuencia mi día libre. Nada de papeles, llamadas o molestos resúmenes para terminar el día. En lugar de eso solo comer, dormir y... Rose.

— ¿Entonces escuchaste eso?

Ambas nos encontrábamos en la pequeña sala de mi departamento, comiendo palomitas de maíz y viendo una mala película por televisión por cable. Cabe mencionar que ya le había contado sobre la conversación que accidentalmente había escuchado días atrás y que le estaba costando un poco más de lo esperado dejar a un lado el tema.

—Ajá...— respondo, tomando una palomita y llevándola hasta mi boca.

Frunzo el ceño al observar al hombre en la pantalla. Al comienzo de la película tenía una enfermedad terminal y ahora se encontraba en un extraño cambio de monstruo-vampiro-mata-personas.

— ¿Y a qué se refería aquel abogado con perderlo todo? — vuelve a preguntar.

—Ni la menor idea.

Ella lanza un suspiro y abandona su lugar a mi lado. Observa por un momento la habitación y luego se dirige a la pequeña mesa frente a nosotras. Toma el control remoto y luego de unos segundos la pantalla de la televisión se encuentra apagada.

— ¡Ey! — me quejo — ¡Estaba viendo eso!

Ella niega con la cabeza antes de volver a sentarse en el sofá junto a mí.

—Escuchaste lo que parecía ser una muy importante conversación que hace que tu jefe adicto al trabajo desaparezca hasta quien sabe cuándo—hace una pausa y sus ojos color avellana parecen brillar de forma irónica— ¡Es imposible que no tengas ni una pizca de curiosidad!

Ruedo los ojos a la par que dejo el cuenco de palomitas sobre la mesa y me levanto. Tenía que haber imaginado que este tema no pasaría por desapercibido para la entrometida de Rose. Sin decir nada, me dirijo a la cocina por un vaso de agua sintiendo su presencia a escasa distancia.

Con fastidio, me volteo en su dirección.

—Trabajo más de sesenta horas semanales para ese hombre— hago un pequeño silencio para enfatizar mi punto—. Lo cual significa, que no pasaré mis únicos dos días libres pensando en sus problemas.

Ella suelta un bufido en respuesta y cruza los brazos sobre su pecho.

—Aburrida— me dice. Se queda en silencio durante unos largos segundos y empieza a morder con insistencia su labio inferior para al final terminar diciendo—. ¿Que crees que podría ser aquella petición que hizo correr al mismísimo demonio de ojos grises? ¿Donaciones de sumas exorbitantes? ¿Adopción de niños en África? ¿La presión de hacer un heredero?

Mi jodido JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora