Lo que comienza mal, termina mal

205K 11.9K 3.6K
                                    

Capitulo 5

Lo que comienza mal, termina mal.

Aquí estoy de nuevo, incapaz de mover los pies hacia delante y siendo asaltada por la duda de si mis acciones serían las correctas.

Con un suspiro tomo una decisión y me muevo entre las personas hasta llegar a la hilera de asientos y ubicarme entre uno de ellos. Observo a la recepcionista tomar algunas notas y luego de unos segundos mi mirada se mueve hasta llegar al elevador. Con molestia, suelto otro suspiro, me quito las gafas y con frustración empiezo a pasar las manos por encima de mi rostro.

A mi lado un niño comienza a llorar y escucho los susurros de su madre intentando calmarlo.

Como la mayoría de las decisiones que tomo en la vida, la de hoy solo parece sumarse a larga lista de decisiones incorrectas, aunque no me sorprendía. Con el tiempo había aprendido que no era parte de las de personas que aprenden de sus errores, en realidad era de la lista opuesta.

Todavía no sé en qué estaba pensando al poner un pie en este lugar, más aun teniendo en cuenta lo ocurrido la última vez.

Luego de ver al señor Dan se me había quedado un mal sabor de boca. No sabía si por el hecho de haberlo engañado o por haber sido incapaz de expresarle sus palabras al señor Houghton y aunque había tratado una y mil veces de hacerlo, todos mis intentos parecían estar destinados al fracaso. Cada vez que abría la boca para hablar sobre el tema, él me miraba con sus fríos ojos grises destilando molestia y terminaba dándome el doble del trabajo asignado.

Ya hasta había comenzado a pensar que me lo merecía.

Lo haces, por metiche.

Los sollozos del niño a mi lado aumentan y me abstengo de llevar las manos a mis oídos. Todo su llanto parecía empeorar las puntadas en mi cabeza.

Un día luego de terminar relativamente temprano mi trabajo me senté tras el volante de mi coche. Advirtiendo de que no era correcto e ignorando toda lógica me puse en camino al hospital. No sabía los horarios de visita y tampoco estaba segura de sí me dejarían ver al señor Dan, pero sentía que necesitaba verlo.

De alguna forma se lo debía.

Esa vez no pregunté los horarios, ni si quiera si podía pasar a verlo. Mis pies se clavaron como estacas en las brillantes baldosas recién pulidas y tan rápido como tomé la decisión de ir abandoné el lugar sin mirar atrás.

Hoy parecía estar en la misma situación.

Luego de aquella vez no había tenido tiempo de volver y sabiendo que los sábados eran los días en los que el señor Houghton lo visitaba, me había abstenido de venir en ese día por la más mínima posibilidad de encontrarlo. Hoy era domingo. Esperé hasta la tarde para vestirme de forma decente y volver, pero como la última vez mis pies se clavaron en la entrada y ahora simplemente me encontraba sentada en uno de los salones de espera.

No es que haya perdido las ganas de verlo, pero el hecho de que no era ningún pariente, la culpa por haberlo engañado y el miedo de que el gruñón del señor Houghton se enterase, me carcomían tanto mentalmente que paralizaban mi cuerpo.

Notando al niño llorar con más fuerza y sintiendo la cabeza a punto de estallar me pongo de pie. Observo a la mujer de cabello azabache tratando de detener el llanto de su hijo, pero cada acción que realiza solo parece empeorar la situación. Le doy una última mirada de compasión y derrotada me dirijo a la salida.

Hoy tampoco sería el día en el que podría verlo.

Mientras hago mi camino comienzo a rebuscar las llaves del auto en mi cartera y doy un pequeño brinco al sentir una mano posarse en mi hombro. Con el corazón en la boca y esperando ver unos fríos ojos grises con la ya usual advertencia de despedirme, me volteo.

Mi jodido JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora