El blanco se queda

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Capitulo 8

El blanco se queda.

Si un mes atrás me hubieran dicho que terminaría casada con Eros, lo más probable sería que le dedicara una sonrisa cortes y que le recomendara sacar cita con algún psicólogo.

Ahora, siendo realmente la esposa de Eros, nos dirigimos a nuestro brindis de recién casados. En otras palabras, a un lugar en donde tendría que seguir fingiendo felicidad absoluta, plasmando en mi rostro una gran sonrisa falsa digna de los comerciales de televisión.

Las vueltas que puede dar la vida.

El ambiente del auto me parece sofocante y más aún con el vestido de novia que llevo puesto.

Eros permanece en silencio con el móvil entre las manos. Su ceño se frunce y puedo intuir que está revisando algunos asuntos de trabajo. Verdaderamente, no es algo que me extrañe, él tampoco está contento y no tiene motivos para estarlo.

Yo era un negocio más.

Él mismo lo había dejado en claro.

Apoyo la mejilla en la ventana y siento el frío del cristal contrastar contra mi piel. Cierro los ojos, imaginando que todo seguiría igual si no fuera por la enfermedad de Todd. Nada bodas, nada de reglas y nada de esposos antipáticos. Solo la vida rutinaria de siempre

Eso es lo que quiero en estos momentos.

El auto se detiene a la vez que yo me reincorporo. Eros guarda su móvil y me lanza una de sus miradas frías antes de salir del auto. El conductor me abre la puerta y no me demoro en alcanzar a mi esposo, ya que se encuentra en la entrada esperando por mí.

─Intenta no lucir tan lamentable. Al menos por un par de horas─ me susurra al oído antes de entrar.

Estoy tentada a mandar todo al diablo, pero me guardo mis palabras. Solo aguantaría unas pocas horas más y luego podría desahogarme todo lo que quisiera en la soledad de mi apartamento.

Las luces del interior del salón casi me ciegan por un momento. La decoración es más que perfecta, todo está ubicado estratégicamente en donde debe estar sin llegar a sobrecargar el lugar.

Tal vez no meter mis narices en la decoración había sido lo mejor.

Por un momento, me siento tentada a tocar las flores del centro de mesa, pero la mirada que Eros me dedica detiene mi pequeño impulso y en respuesta ruedo los ojos sin tratar de esconderlo. Gesto que a muchos de los presentes les parece un pequeño juego entre los recién casados. Aunque estoy segura de que Eros no lo ve de esa manera.

Él entrecierra los ojos en señal de amenaza y yo le muestro una gran sonrisa.

Antes de que pueda decirme algo, varias personas se acercan a nosotros con el propósito de felicitarnos. Reconozco a varias de ellas, pero estoy segura de que nadie recuerda a la secretaria silenciosa con enormes gafas.

Mejor para mí.

Sigo con mi recorrido visual y en efecto, muchos de los presentes son personas influyentes, con grandes cargos. Desde importantes políticos a famosos empresarios y todos ellos están presentes en la fiesta de mi boda, es decir a la fiesta de Eros, ya que si fuera por mí, probablemente Nala sería mi única invitada.

Eros es el encargado de aceptar y recibir las felicitaciones, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo y que no objeto en lo absoluto, ya que realmente no sabría qué decir a estas personas.

Una cosa era dirigirse a ellos como la empleada de tu jefe y otra muy diferente era dirigírseles como alguien del mismo estatus social. Algo a lo que lastimosamente, tendría que acostumbrarme en poco tiempo.

Mi jodido JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora