Capítulo 15

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_Vamos ¡espabilad!

El esclavista hizo restallar el látigo contra la espalda de uno de los hombres encadenados que se desplomó, jadeante en el camino de aquella escarpada montaña. El aire frío de sus pulmones apenas era tolerable y los dedos de sus manos comenzaban a ponerse morados. Uno de los guardias lo sacó de la fila de un tirón de la cadena de su cuello que amenazó con partirle las vértebras y una mujer se acercó a examinarle con el desdén patente en la mirada.

_Tendremos que calentarlos,se están congelando.

_No voy a parar en esta puta montaña por unos cuantos mierdas.

_Pues explícale tu al jefe porque hemos ido por este camino de cabras y hemos perdido a la mitad de la carga. Como si a mi hiciera gracia detenerme en medio de la nada en vez de estar ya en Aryam.

El hombre asintió a regañadientes y ordenó a los soldados que prepararán varias hogueras. Prefería azotar que ser azotado. Miró con desprecio al hombre que los había obligado a parar y un escalofrío lo recorrió al notar sus iris escarlata observándolo también. Se frotó los ojos con rapidez y volvió a mirarle. Esta vez solo se encontró con unos ojos agotados de color oscuro.
Pronto oscureció y los esclavos se apiñaron unos junto a los otros en torno a las hogueras estrictamente vigilados por los guardias. El resto de la comitiva compartía una en el centro.

_¿Qué te pasa con ese esclavo? No le quitas ojo desde este mediodía.

_No sé hay algo raro en él.

_¿Cómo que algo raro?

_Antes me pareció que sus ojos eran rojos.

_Bueno, pues te puedo asegurar que no lo eran. Serían imaginaciones tuyas causadas por la altitud. Ya te dije que no deberíamos haber tomado esta senda.

Ella se levantó y se dirigió al carro donde se envolvió en una tupida manta antes de quedarse dormida. Fue entonces cuando la paz en el campamento desapareció. El esclavo abrió los ojos con lentitud y se incorporó. Las cadenas de sus muñecas se derritieron ante el tacto de su piel y Daksh sonrió tétricamente.

_Así que esta es la montaña. Interesante.

*****
_¿Quién eres?

_Cállate.

Notaba sus entrañas arder a cada estocada de aquel fiero hombre de ojos rojos como el fuego mientras a su alrededor los gritos y las súplicas acompañaban a las llamas que consumían el lugar. La intromisión brusca en su cuerpo la había despertado, sin embargo él no parecía preocupado por parar aquel atentado contra ella. Las cadenas con las de la había atado la apretaban tan fuerte las muñecas que las manos se le dormían y a veces la vista se le nublaba. Le arrancó la parte de arriba de su vestimenta colocando la mano sobre su vientre. Ella intentó retener un grito ante el intenso calor, sin embargo lo único que logró fue que el hombre la abofeteara.

_Eso es. Parece que eres digna.

_¿Digna? ¿Digna de que?

_Oh, ahora lo verás. Seguro que el espectáculo te va a encantar.

Daksh se levantó riéndose a carcajadas y se subió los pantalones mientras ella observaba con pavor como su abdomen se hinchaba por momentos.

_¿¡Qué me has hecho?! ¿¡Qué es esto?!

Daksh la ignoró y le prendió fuego al carro antes de saltar. Fuera una docena de niños de ojos rojos le esperaban.

_Papi ¿esa señora nos va a dar nuevos hermanos?

Él le sonrió a la dulce niñita cuya mirada mostraba una total falta de empatía y besó su frente.

_Solo unos minutos. Hasta que se muera.

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