Capítulo 11

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Karam se desnudó con lentitud, observando a través de la translúcida cortina como en la estancia entraban varias personas encapuchadas. ¿Eran los hechiceros necesarios para el ritual? Esperaba que no estuvieran presentes mientras ellos...
Tragó con cierta dificultad. No sabía que le ponía más nervioso, si que le vieran teniendo sexo o el acto en sí. Miró de reojo a su espalda. Bhaskar hacía rato que se había sacado la ropa y esperaba pacientemente, jugueteando con uno de sus rizos negros entre los dedos. Los ojos de Karam recorrieron aquel fornido pecho, descansando un momento en el hueso de su cadera y luego siguieron su camino hasta su entrepierna. ¿Era posible que aquello pudiera...? Instintivamente se llevó los dedos hasta sus nalgas, como queriendo protegerse de aquella monstruosidad mientras notaba como sus pálidas mejillas ardían de vergüenza. Fue entonces cuando los ojos dorados del rey se elevaron y coincidieron brevemente con los del muchacho que se volvió rápidamente.
Las cortinas se corrieron, dejando a la vista la bañera redonda que los criados empezaron a llenar de agua caliente acompañada de pétalos de diversas plantas y aromas extraños. Los encapuchados le ordenaron avanzar hasta colocarse en el centro de la estancia y le colocaron lo brazos en cruz, separando luego un poco sus piernas. Antes de que pudiera darse cuenta, el muchacho se estremeció por el roce del primer pincel sobre el interior de su muslo. La sensación no era desagradable sin embargo, cuanto menos veces hiciera aquello mejor. Bajó la cabeza un instante para poder ver los dibujos de su torso sin resultado, ellos no lo permitieron. Tras unos minutos que se le hicieron eternos en aquella posición, ellos dieron por finalizado el dibujo sobre su piel y le indicaron que se sumergiera en el agua, que había tomado un intenso color azul en cuanto había entrado en contacto con aquella pintura rojiza de su cuerpo.

Bhaskar avanzó hasta el centro, colocándose justo en el mismo lugar donde Karam había estado situado hacia apenas unos momentos. Al muchacho le resultó curioso que los dibujos fueran tan distintos y más cuando le colocaron las rayas rojizas sobre las mejillas y la frente. De nuevo, sus ojos volvieron a encontrarse pero, esta vez, Karam no apartó la mirada. Notó como le recorría un escalofrío por la espalda ante su intensa mirada. Los hechiceros le ordenaron que se diera la vuelta y Bhaskar obedeció sin bajar ni un ápice los brazos. El joven pudo observar entonces el intrincado tatuaje de su espalda. No es que fuera la primera vez que lo veía, pero sí la primera en la que podía verlo sin miedo a que él se volviera de golpe y lo pillara recorriendo las líneas negras que giraban y se retorcían sobre su piel canela. Pudo vislumbrar la forma de unas alas y quizá la de un hocico alargado. El dibujo no estaba muy claro.

_Vuélvase a girar, mi rey.-pidió uno de los encapuchados.

Karam se sumergió en el líquido de penetrante olor, evitando así que Bhaskar supiera que le había estado mirando aún más.

Tras emerger, Bhaskar se reunió con él en la bañera. El agua se volvió entonces de un color negruzco hasta que que él sumergió un instante la cara y se tornó de un dorado extraño. Era como si estuvieran sumergidos en oro líquido. El joven tomó un poco de agua entre las manos, confundido mientras observaba como destellaba bajo la luz de las lámparas. La puerta volvió a abrirse y la princesa Nía entró con una bandeja. Sirvió un poco del líquido del recipiente en las tazas y se las tendió a ambos. Karam repasó su vestido de gasa azul con amplio escote y su melena que caía en amplios bucles negros tras su espalda, bebiendo poco a poco aquel líquido humeante. Le recordaba un poco a alguna fruta que ya había probado antes, pero no recordaba cuál. Bhaskar tosió al beber, presionándose la boca con la mano mientras aguantaba lo que parecía una arcada. La mujer deslizó los dedos por el hombro de su hermano, intentando tranquilizarlo. ¿Acaso no le gustaba el sabor? ¿O era otra cosa? Karam alcanzó la taza del rey, sin embargo la mujer se la arrebató de las manos.

_No puedes beber. - dijo con firmeza. - El líquido, como el agua, cambia según quien de las dos partes beba. No te corresponde.

_Está bien... - susurró el chico, observando a Bhaskar que le había quitado la taza a Nía y había vaciado el contenido de un golpe,comenzando a toser de nuevo a los pocos segundos de tragar.

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