Capítulo 6

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Karam empezó a perder la cuenta de los días a partir de la segunda semana. Bhaskar no bajaba al harén, tampoco lo veía asomado al balcón, ni tampoco requería su presencia y llamaba a una mujer diferente de collar dorado cada noche. Supuso que no para sexo porque volvían a bajar enseguida. No es como si estuviera preocupado,al contrario. Tenía más tiempo para charlar con Navi sobre las rotaciones de las guardias y pasear por el castillo, siempre seguidos de un par de soldados pero, eso no importaba. Cuando huyera ellos ni se enterarían. Sin embargo, aquel día no fue como los demás.
A media tarde, la voluptuosa presencia de la princesa Nía revolucionó el harén. Ella les dedicó una encantadora sonrisa a cada una de las personas que se encontraba en el camino y se paró frente a Karam. No pudo evitar pensar que a ella le encantaba el blanco, ya que la veía siempre de ese color.

_Mi hermano quiere verte. Acompáñame, por favor.

Antes de darse cuenta el muchacho ya estaba levantado. ¿Cómo...? Ella curvó sus labios en una pícara sonrisa y le indicó con el dedo que la siguiera. Quizá el monarca no era el único con cierta afinidad a la magia como Taru había dicho.

Conocía el camino pero, se mantuvo tras ella, siguiendo el vaivén de sus caderas con los ojos. Tenía algo, Karam no sabía el qué,que hacía que no pudieras dejar de mirarla. Nía abrió la puerta y le hizo recorrer el pasillo primero. El monarca estaba en la cama, con una manta de pelo blanco como la nieve sobre las sábanas moradas cubriéndole hasta la cintura. Karam pudo ver brillar su piel por el sudor. La princesa se acercó a su hermano, comprobando la temperatura de su rostro antes de cambiar el paño de su frente, mojándolo en un recipiente sobre la mesita de madera negra. Murmuró algo inteligible mientras ella se limitaba a acariciar sus revueltos mechones con delicadeza.

_¿Puedo dejarte a su cargo hasta mañana,Karam?-pregunto ella, clavando la mirada dorada en la gris del muchacho.

A Karam le recorrió un escalofrío. Llevaba una amenaza implícita que ella no tardó en poner en palabras. Cuando él hubo asentido, la sonrisa volvió a su rostro y besó su frente, saliendo del cuarto tras darle las últimas indicaciones. Oyó el ruido de la llave en la cerradura y corrió para intentar abrirla.

_No vas a poder. Así que olvídalo. Hasta que yo vuelva vas a estar ahí. Diles a estos amables señores cuando tengas hambre y ellos te traerán algo de comer.

Un compartimento se abrió en la puerta, dejando ver el hermoso rostro de la mujer.

_Solo se abre desde fuera, así que sé bueno.

Suspiró con cierta resignación cuando ella se fue, aunque enseguida empezó a recorrer el enorme cuarto con curiosidad. La cama frente al armario y al otro lado, tapado con tupidas cortinas una gran bañera dorada, un retrete y un espejo encima de una caja de madera negra , delgada y alta, donde se guardaban varios cepillos y adornos de pelo dorados en su gran mayoría.  Karam cruzó la estancia y se asomó a la ventana. Demasiado alto. No podía bajar por allí. Luego, su vista se fijó en la otra puerta. Intentó abrirla, pero estaba igual de cerrada que la de la entrada. Corrió hacia la mesita de noche y abrió el cajón, rebuscando entre la gran cantidad de cosas. Su muñeca fue atrapada por la mano del rey como si de un cepo se tratara. El muchacho contuvo la respiración mientras el rostro del rey se giraban hacia él.

_Te dije.... Cosas... Nía... - susurró antes de caer rendido ante la fiebre de nuevo, soltándole el brazo a Karam.

Esperó unos minutos antes de seguir rebuscando. Bajo una serie de papeles, una llave con la cabeza de una dragón labrada hizo su aparición. Primero, como era lógico, decidió probar si abría la principal, pero la llave ni siquiera encajaba. Luego, dándose por vencido con aquella puerta, probó la otra. El cuarto era casi igual de grande que el anterior aunque, al menos para Karam, mil veces más impresionante.

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