Capítulo 3

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Capítulo 3

Odiaba los lunes

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Odiaba los lunes.

En realidad, detestaba tener que salir de la calidez de las sábanas, de lo más profundo de mis sueños, para enfrentar otro nuevo día. Con más problemas. Tuve que hacer malabares desde bien temprano para que Mia pudiera estar a tiempo en la escuela y, aun así, llegué tarde a mi primera clase y, como tal, tuve que quedarme fuera esperando a que el profesor diera por finalizada la sesión. Si solo dependiera de mí, me habría largado a casa; pero luego pensaba en Mia, en que ya solo me quedaba un año para terminar el Máster y, por fin, tener un buen trabajo para mantenerla en el caso de no poder dedicarme al fútbol, y se me pasaba.

Arrugué el morro cuando tras media hora sentada en las baldosas frías del suelo vi aparecer a la persona que más sentimientos negativos me provocaba. Con ese pelo castaño en forma de tupé moderno, esos ojos azules impresionantes y fríos, ese aura de chico malo y esa sonrisa seductora, Carter Evans despertaba en mí cosas que desearía acallar. Se creía el más guay del patio cuando no era nadie. Sí, su padre había sido uno de los jugadores más cotizados de la historia del fútbol masculino, pero ahí quedaba la cosa.

Odiaba a Carter por muchas razones, pero, sobre todo, porque, por alguna extraña razón, la había tomado conmigo.

—Apártate, Chispas.

Me tensé. Apreté los puños con fuerza.

—No me llames así.

Me lanzó una mirada fugaz. Lo entendía. No era el tipo de chica con el que solía pasar el tiempo.

Mejor. Él tampoco era mi tipo.

Se llevó una mano al mentón y, antes de continuar con su camino, musitó:

—Puedo llamarte como quiera. Cherry, Zanahoria, Scarlett... —Sonrió de esa manera que tanto me desquiciaba—. Mi favorito es Chispas.

Resoplé.

—Eres insoportable.

—Mira quién fue a hablar, Chispas.

—¡Que dejes de llamarme así, cretino! —estallé. Estaba segura de que tendría las mejillas teñidas de rojo, pero me daba igual. No tenía paciencia para aguantar sus insultos y sus estúpidos apodos.

—Uy, que Caperucita se altera. ¿Quieres que el lobo feroz te coma? —siguió burlándose él.

—Eres gilipollas.

—Yo por lo menos puedo cambiar. Tú no puedes cambiar el hecho de que tengas esa horrible mata de pelo rojo. Parece que te has bañado en sangre.

Mascullé una maldición por lo bajo. Desde pequeña había tenido que aguantar toda clase de insultos por ser pelirroja. Desde el clásico «zanahoria» hasta los que utilizaba Carter solo para sacarme de quicio. Sin embargo, había acabado amando cada parte de mi cuerpo, incluso esas ondulaciones rojas que destellaban tanto a la luz del día. Me gustaba mi pelo.

Sidney. ¡Rivales hasta el final! (Serie «Chicas guerreras 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora