Capítulo 10

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Capítulo 10

Desperté a la mañana siguiente con un hormigueo cálido en el pecho

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Desperté a la mañana siguiente con un hormigueo cálido en el pecho. Y la mano suave de una mujer. Una chica pelirroja.

Sidney.

Me froté la cara. Me había acostado con mi enemigo. Lo peor de todo era que por primera vez había disfrutado del sexo, me había corrido con gusto y me había quedado satisfecho. No sé qué tenía esa pelirroja que me había embravecido, pero bendito sea el momento oportuno en que la tuve a solas en mi habitación.

Porque había subido para cambiarme de camiseta después de que el idiota de Robert me tirara cerveza encima y me había encontrado con la hermosísima personificación de una diosa del pecado.

Dormía plácidamente pegada a mi cuerpo. Todavía la rodeaba con un brazo y, por extraño que me pareciera, no la solté, no aún. Ese mar rojo fuego caía por su rostro y se esparcía por la almohada, el leve surco de pecas destacando en su pálida piel.

Dios, como siguiera así, iba a volver a empalmarme. Sus labios hinchados por nuestra sesión de besos salvajes eran una invitación pecadora, más cuando emitió un leve suspiro.

¿Qué me estaba pasando? Yo nunca dormía en la misma cama que mis ligues. Era una de mis reglas.

Pero con Sidney la había roto. ¿Por qué?

Aún con esas dudas en la cabeza, ese bombón se removió entre mis brazos y, cuando abrió los ojos plateados únicos que tenía, mi corazón dio un vuelco y, durante apenas unos segundos, se me cortó la respiración.

Incluso recién levantada estaba preciosa.

Frunció los labios al verme. Al parecer, no se esperaba encontrarme a su lado.

—¿Carter? ¿Que haces aq...? —Pero no llegó a terminar de formular la pregunta, puesto que, como si se diera cuenta de repente, se incorporó como un resorte. Las sábanas dejaron a la vista esos pechos grandes que me habían vuelto loco la noche anterior. Abrió los ojos de par en par—. Oh, no.

—Oh, sí.

Nos señaló.

—¿No me digas que tú y yo... que nos hemos...?

—¿Acostado? Sí, Chispas. Joder contigo, mamacita. Me has dejado seco.

Sus mejillas se tiñeron de un intenso color rosa. Irresistible. Se llevó las manos a la cabeza e hizo una mueca de dolor.

—Dios, juro que la próxima vez no beberé tanto. Había olvidado lo sufridas que son mis resacas.

—Eso es porque no estarás acostumbrada.

Me lanzó una miradita curiosa.

—¿Cuál es tu secreto? Ayer estuviste bebiendo con tus amigos y con la pesada de Crystal.

Sidney. ¡Rivales hasta el final! (Serie «Chicas guerreras 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora