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—Me gustaría ser como esas chicas ¿sabes? simplemente perfecta.— mientras pronunciaba cada palabra, una lágrima recorría mis mejillas.

—¿Pero que rayos estas diciendo? Tu eres perfecta, tal y como eres, así me gustas tú.— el solo tomó mi mentón para hacer que lo mirara, mientras limpiaba mis lágrimas pronunciaba en mi oído— Te amo tal y como eres.

Mierda como me gustaría tanto tenerlo conmigo, el era mi vida entera y juro a Dios que daría todo lo que fuera por qué el estuviera conmigo, ahora.

—Vamos amiga no vas a estar lamentando toda una vida por el ¿o sí?.— ella lanzó una almohada sobre mi haciendo que yo le devolviese el golpe.

—¡Ya deja de molestarme! me voy a morir llorando si quiero, ¿oíste?.

— Basta amiga, te lo digo por que te quiero, ya pasaron bastantes años, no puedes seguir así ¿o sí?.— ella recogía la almohada que descansaba en el suelo, aún lado de mi cama.

Durante 10 años había pasado lo mismo, el no era alguien fácil de olvidar ¿cómo superar la muerte del amor de tu vida? cada vez que recuerdo la misma escena, el camión aventando su cuerpo y este impactando contra aquel poste de luz. Solo puedo pensar en lo mucho que me gustaría poder besarlo una vez más y decirle cuanto le amo, en sentir sus brazos rodeandome una vez más, en verlo una vez más.

Claro que Vanessa no entendía nada de lo que estoy sintiendo, ella nunca tuvo algo serio, ni siquiera pudo enamorarse alguna vez pero ¿no puede alcanzar a ponerse en mi lugar? Necesito que alguien me comprenda, y esa debería ser mi mejor amiga, pero en este caso ella no lo hace y ¿cómo refugiarme en los brazos de mamá o papá cuando ellos también creen que es mi culpa? Perdí a todos, por el.

—Entonces ¿hoy tampoco irás?.— ella seguía preguntándome, en cualquier momento iba a desesperarme y podía darle una bofetada.

—¡Ya te dije que no, nunca más iré de nuevo! Es más iré pero a darme de baja, no tiene sentido estar ahí.

—No digas idioteces, o vas a cometer una estupidez.

—¿Te importa? ¿No verdad? Es mi vida, no la tuya, deja de ser una entrometida.

—Bien T/n ¡estoy cansada de ti, me tienes harta! No puedes echar tu vida por la borda por alguien que nunca te amó.

—¡El me amaba, no digas lo contrario!.

—Claro que no, nunca te amó.

—Solo lo dices por qué tienes envidia.

—¿Envidia? Por favor T/n no digas estupideces. ¿Quién la tendría de ti? Una chica frágil como tú no tiene más que problemas de sobra.

—No son estupideces como tú las llamas, se llama verdad. Y tal vez no tendré una vida de envidia pero siempre has anhelado un poco de lo que yo tengo.

—¿Sabes que? Creo que es momento de que empieces a madurar, mañana mismo me voy.

—¿Te vas?.

—Si, me voy para mí departamento, ¡ya me tienes harta!.

—Solo recuerda que yo fui la persona que te dio en donde vivir, necesitas de mi.

—Nadie necesita tu mierda, te estás destrozando sola.

—¿Mierda? Claro, si no hubiera sido por mi estarías en un misero cuarto de azotea, así que mejor no hables.

—Bien, entonces ya me voy.

—Anda termina de largarte, nada más me estorbas aquí, ¡largo!.

Escuche sus pisadas tras la puerta azotada, sus zapatos se escuchaban por las escaleras anunciando que ella ya estaba en el segundo piso del departamento.

«7 Noviembre» Luka CouffaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora