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23 de marzo, 1998.
—No quiero jugar al Quidditch.
—Bien, entonces no juegues.
Edward volvió a mirar su lata de Coca Cola.
—¿Por que no te gusta el Quidditch? —preguntó August—. Mi hermano me jodio tanto que ahora más o menos me gusta.
—¿Tienes un hermano? —Effie le dio un empujón—. Oh —y se tapo la boca, abrazo a August acariciandole el cabello con rulos castaño—. Todo estará bien.
August sonrío mientras lo aceptaba, Edward lo empujó para decir:
—Una vez escuché que a alguien le desfiguraron la nariz. Carrie, ¿por qué no juegas? Me golpeaste con esa pelotita, así nos conocimos —Carrie era la novia de Edward, tenía un corte pixie platinado y una remera de los Ramones—. Haz honor.
—Estamos jugando al póker. Solo haz cinco minutos, te vendrá bien. Corres bien. No te van a golpear en lo que sea que te preocupe.
Carrie: Tiene un arma. Según él alguien puede ir y matarlo.
Edward aún acostado en el sillón de los Weasley: ¿Por que nadie me mataría?
—Nadie te va a golpear específicamente en la nariz para destrozartela —concordó Effie.
—Tu no pero Tommy si.
—¿Eh? ¿Que se piensan que soy Stallone?
Tommy: Es verdad. Así es como demuestro mi afecto. En el caso de Edward si la pelota termina dándole es un Tommy te quiere de mi parte. O un Esto ocurre por lo que hiciste hace tres años. Debería dejar de ser rencoroso.
—¿Donde me pongo? ¿Acá? ¿Acá? ¿Acaaa?
—En el medio. Ahora subete a la escoba.
Edward la observo de arriba abajo enarcando una ceja.
—No me gustan las alturas —y dijo con tristeza—. Esto me recuerda a la señora que vi caerse y morir por las escaleras.
—Literalmente vives en el mundo mágico.
—Si y aún no me encuentro con Tinkerbell —revoleo los ojos con ironía—. ¿No me pueden pasar mejor las pelotas?
