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28 de Mayo, 1998.
—Contame, ¿Rigby te cambia tu perspectiva de tener hijos?
—Aún no. Creo. Bromeo. Creo. Olvida lo que dije. ¿Por qué lo preguntas? ¿Parezco infeliz? Me convertí en Steve Harrington —exhaló, con una cara de preocupación.
—Digo porque en cualquier momento viene a tirarte tierra.
—La pu... Mierda —exclamó antes de que Rigby se lo lanzara—. Rigby deja eso.
—¿¡Por qué?!
—Porque tienen gusanos.
Él hizo un puchero.
—Son fideos rosa.
📼
—Tú.
—¿Eh? —Tommy arrugo las cejas dejando de comer su sándwich—. Me obligue a olvidar toda información que pueda utilizar de Patrick en su contra. En serio.
—¿Qué? Eso no.
Tommy suspiro, alzando las cejas.
—Que bien, porque no lo hice.
Edward puso una mano en la cabeza de Rigby, mientras éste daba patadas en el aire y hacia varios intentos para golpearlo con su muñeco de Barney.
—Cuidalo y que no te mate. Tengo que ir a un lugar.
—Bueno. Esta bien. Fuera, cucha. ¿Donde está el enano? —Rigby le piso el pie—. Ah, hola, Agustin.
—¡No me llamo así! ¿Él me llevará a la pijamada?
—No vas a la pijamada. Fin.
—¿Para que vivo? —gritó Rigby, estirándose los ojos.
—Noooo, me contagiaste al enano.
—Callate la boca, luego que te pones triste por Gina.
—¿Quien es Gina?
Edward frunció el ceño.
—¿Como no sabes quien es Gina?
—No tengo la más mínima idea.
—Él ni siquiera es genial —soltó Rigby agarrándole del pantalón a Edward.
Tommy se acercó a Edward.
—Quiero mi paga.
—La tendrás —Edward agarró a Rigby, sujetándolo del abdomen, dejándolo en una pose rectangular; se lo pasó a Tommy, quien dudoso aceptó, y no se lo acercó amorosamente a su rostro por si le daba una patada—. Portate bien, Rigby.
