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6 de abril, 1998.
—Algo me dice que algo me olvido.
—Debí haberte regalado un libro de sinónimos para tu cumpleaños.
—Repite lo que dijiste, Effie.
—Algo me dice que algo me olvido.
—Es porque no tienes al niño Jesús de tu lado —abrió su campera dejando ver la foto de Patrick.
Edward: Tengo un amigo que vende remeras, le digo lo que quiero y él lo hace. Tal vez esta deprimido o no tiene muchos amigos, o gusta de mi. Te aprecio, Jonathan.
—¿Por qué tienes una foto de Verona en tu remera?
—Tienes razón..., debería ponerme a mi.
Edward con sosteniendo el teléfono antiguo de su casa, con la otra se apoya en la mesa: Hola mi quizás deprimido amigo. Sí, eso quiero. Eres más atento que mis padres. Que no sea púrpura, un rojo... o amarillo, no sé pero no tipo platinado, me recuerda a látex. Naranja. Pero rojo como the Rocky horror picture show. Amo esa película. ¿Y si mejor haces una de Pennywise?
—¿Cuanto tiempo vive un cactus?
—Ni idea, apenas se lo que es una rosa. ¿Por qué?
—Se murió. Dios, ella me va a matar.
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—Creo que me voy a desmayar.
Tommy dio media vuelta.
—Si te caes... ni pienses que te voy a agarrar, me duele todo.
—Oh claro, me caigo, golpeó la cabeza y muero. Espera... —Edward sonrío—. Muero.
—¿Por qué tan formal? —le preguntó Effie.
—Porque posiblemente muera.
—Ya sabes que cuando dice eso ocurre lo contrario —le susurró a Effie—. Lamentable.
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—Tu puedes hacerlo —apoyo una mano en su hombro—. Toda Inglaterra cree en ti. Y un 000.1% de Estados Unidos que soy yo, pero mejor eso que nada.
—Sonó muy falso —dijo, ambos estaban apunto de tocar el timbre de la casa—. Terrible apoyo. Es raro verte positivo.
—Jodete —soltó—. Te saldrá mal, pequeño caniche.
—Ah, algo es algo.
Edward golpeó la puerta.
—Lúa —llamó en voz baja, mirando sus zapatos—. Lúa... ¡LÚA! ¡LUANNE!
