Capítulo 5

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La mañana siguiente fue casi la misma rutina. Se despertó a las seis treinta, pero decidió tomar en cuenta el consejo del sargento con respecto a la hora de llegado así que se relajó y se dio el tiempo de ducharse sin nada de prisas, cinco minutos después estaba en la cocina cambiado, terminando de colar el café y con dos sándwich de jamón y queso listos; tenía tiempo sin centrarse a disfrutar tranquilamente de su desayuno, ni siquiera los fines de semana, las mañanas siempre era apresuradas en la capital y a veces ni tenía tiempo ni para tomar un café, así que comió todo tranquilamente.

Diez minutos después estaba bajando las escaleras, cuando se acercaba al piso de abajo esperó que la Sra. Del 3-C hiciera la cosa extraña de los días anteriores, apenas llegó al final de la escalera pisando el pasillo su puerta se abrió, pero no la cerró de inmediato. Se quedó quieto esperando cualquier movimiento que viniera de dentro, tenía los ojos entrecerrados esperando ver algo por el pequeño hueco que apenas había de separación entre la puerta y el marco pero no logró ver nada; en cambio la mujer sí que lo vio a él, le detalló hasta lo más mínimo que percibía de pies a cabeza y viceversa. Alex intentó acercarse para hablarle pero ella ya había terminado con su repaso y tal como lo hizo con anterioridad, cerró rápidamente su puerta sin darle tiempo a siquiera dar un paso.

Alex sabía que esa señora de por sí ya era extraña pero eso había sido aún más extraño, pero que no le quiso dar tanta importancia y continuó bajando hasta llegar al recibidor esperando ver al sr. Brown, pero este no estaba a la vista. Salió del edificio, el sol estaba radiante pero no el de esos días en los que es insoportable, era un día fresco; comenzó a caminar tranquilamente hasta la estación, tenía esa rara sensación de que sería un gran día.

Fue el último en llegar, pidiendo disculpa cuando se sentó en su escritorio, ninguno de los presente le hizo mayor caso no era como si fueran a hacer algo diferente ese día; el reloj del escritorio marcaba las siete y diez, era la primera vez que llegaba tarde al trabajo.

La mañana pasó tranquilamente, habló con sus nuevos compañeros de cómo era el trabajo en la capital y la grandes diferencias que existían, casi se lamentaba por el oficial que fue trasferido, no sabía en lo que se metía; hasta el sargento había salido de su oficina y se unió a la conversación. Al mediodía la esposa del mismo oficial les llevó nuevamente el almuerzo, tuvo que admitir –– entre pensamientos –– que antes de esos dos días había tenido muchísimo tiempo sin probar algo casero, y estaba agradecido por ello. Cuando el reloj marcó las siete de la tarde, su relevo llegó se despidió de todos y se fue directo hasta la biblioteca, no sabía que era lo que estaba buscando pero estaba seguro que lo conseguiría. A cierta distancia alguien le estaba siguiendo, todo el día lo había hecho.

Cuando llegó a su destino el olor a libros viejos, nuevos y guardados le recibió, era cálido contando con la suficiente iluminación para observar cada detalle del lugar. No era ni tan grande ni tan pequeña, tenía tres grandes libreros que dividían el lugar en cuatro pasillos, al final de estos había una gaveta de esas que se usan para guardar los archivos y a un lado se encontraba una escalera que conducía a una pequeña sala de lectura, era del tamaño perfecto y estaba vacío.

Un señor mayor se encontraba con sus brazos cruzados apoyados sobre el mostrador y su cabeza entre ellos, estaba dormido, se acercó y con cuidado le fue moviendo del codo hasta que logró despertarlo haciendo que casi cayera de la silla.

––A tú derecha Phil –– gritó cuando se despertó quedando sentado después de recuperar el equilibrio.

Tardó unos segundos en adaptarse a la luz y recordar que seguía en la biblioteca. Cuando se recompuso enfocó a la persona frente a él.

––Pero, ¿se puede saber por qué me has despertado de forma tan abrupta? –– Comenzó a bramar colocándose de pie y rodar el mostrador hasta quedar frente de Alex –– ¿no podrías simplemente llamar suavemente?, ¿es qué tú madre nunca te enseñó modales?

Alex intento darle una respuesta pero este no le dejó –– déjalo, nunca te he visto por aquí, ¿eres el nuevo detective?, ¿a qué has venido?

––Sí, soy Alex Smith –– trató de extender la mano para más formalidad pero desistió al ver el gesto del bibliotecario –– he venido a por algunos libros y por información sobre el pueblo –– agregó esto último con tono neutral, esperando ver que reacción obtenía.

–– ¿Información del pueblo? –– preguntó desconcertado y un tanto nervioso pero tratando de que no se le notara, cosa que logró porque Alex ni siquiera notó que su tono de voz había cambiado.

––Sí, ya que pasaré una temporada por acá creí que lo mejor sería conocer su historia –– agregó tranquilamente, sin embargo no le estaba viendo a él, sino al hombre a través de la ventana, sentado en la banca de al frente, ¿la mujer de la iglesia todavía le seguía?

––Ah –– soltó un suspiro casi imperceptible, pero Alex que justo volvió a centrarse en él, lo notó, ¿por qué se había relajado con la respuesta? –– hay algunos recortes de periódicos y un libro sobre la historia del lugar en la gaveta de archivos, esa que está al lado de la escalera, tienes toda clase de libros a tu disposición. Los clásicos están la izquierda, le siguen los de terror, ciencia ficción y en el último pasillo están los de romance. Arriba hay otros pocos. Cerramos a las ocho –– terminó de indicarle volviendo tras el mostrador sin prestarte más atención.

Alex volvió a mirar a la ventana, pero el hombre ya no estaba ahí, ¿se lo había imaginado? No, alguien estuvo sentado viendo con dirección a la biblioteca, lo cual podía significar que solo estaba viendo él lugar y no a él, se estaba imaginando cosas donde no las había.

Fue hasta la gaveta y sacó los únicos dos libros ahí guardados, tal y como le dijo el bibliotecario uno estaba lleno de recortes de periódicos era el más reciente, el otro estaba más desgatado escrito a mano y daba de cinco siglos atrás; aquello sería largo pero no tenía tiempo y sería sospechoso volver todos los días –– o eso fue lo que su mente de policía le hizo creer ––. Así que leyó todo lo que pudo esa noche acerca del comienzo de ese pueblo, cuando dieron las ocho menos cinco guardó todo en su lugar y fue a coger algunos libros, una vez teniendo en mano los que tenía en mente fue de vuelto donde el amable –– nótese el sarcasmo –– bibliotecario.

––El conde de monte cristo, otra vuelta de tuerca y el retrato de Dorian Grey ––– comentó el hombre leyendo con algo de recelo los títulos.

––Soy un hombre de clásicos –– fue su única respuesta pagando el precio del alquiler.

Cuando salió de la biblioteca giró su cabeza en ambas direcciones esperando ver al hombre que estuvo sentado en la banca pero no encontró nada ni nadie, como lo pensó quizás solo se había sentado a descansar, debía dejar de sobre analizarlo todo. Fue caminando hasta la cafetería tenía ganas de algo dulce, mientras caminaba tenía un debate interno sobre si debía ir hasta la casa de Breela a visitarla, sin embargo, descartó la idea rápidamente.

Estuvo en la cafetería media hora más, comenzando a leer unos de los libros, cuando la camarera se le acercó para indicarle que estaban por cerrar recogió los libros y se marchó a su departamento. A cierta distancia teniendo más cuidado, le seguía el hombre que estuvo frente a la biblioteca, Alex no estaba equivocado, sí le estaban siguiendo, pero esa vez ni las siguientes notó su presencia.

La semana pasó rápidamente, los siguientes dos días con la misma rutina. Despertar, desayunar sin ninguna prisa, la Sra. Del 3-C, la caminata hasta la estación, pasar el día leyendo, almorzar con la comida casera hecha por la esposa de su compañero y volver a casa. Al tercer día terminó el libro, fue a la biblioteca a devolverlo y seguir con la investigación del pueblo, a las ocho menos cinco agarró un libro nuevo dando la excusa de "así no me quedaré sin nada que leer" que el bibliotecario no pidió ni quería saber. Al siguiente día Breela llegó con la excusa de querer visitar a su tío y, ¿por qué no? También a Alex; la cosa estaba tan aburrida que Alex comenzó leer para todos en voz alta y cada capítulo lo leía alguien diferente, hasta el sargento se unió en el pequeño club de lectura. Todo iba bien hasta que la semana terminó y ella llegó.

La madre de Breela estaba en el pueblo.

Llegó de madrugada, nadie sabía de su llegada.

Pero lo harían pronto.

La Maldición de los Pines [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora