Breela lo acompañó a su casa. Por el camino muchos murmuraban, pero ninguno de los dos le dio demasiada importancia, ya pasaría.
Subieron perezosamente las escaleras, ni siquiera notaron a la Sra. del 3-C –– y eso que era difícil ignorarla ––. Cuando llegaron al departamento, Alex se dejó caer sin ningún tacto en el sofá, estaba cansado necesitaba dormir, pero no podía dejar a Breela quién amablemente estaba preparando algo para comer. Cuando estuvo todo listo comieron en silencio, el ambiente se sentía tenso, limpiaron todo y volvieron a sentarse en el sofá. Querían hablar, pero ninguno sabía por dónde comenzar, al final fue Breela quien rompió el silencio.
–– ¿Quieres hablar de todo lo que pasó o quieres que me vaya para que puedas descansar? –– preguntó amablemente.
––Lo ha inventado casi todo –– dijo con pesar, necesitaba hablarlo, después podía dormir ––, ocurrió el día que acordamos la cena con tu madre.
––Oh –– fue todo lo que le contestó, esa cena, esa noche y lo que vino después de eso.
––Cuando salí del trabajo pasé por la tintorería porque maché el saco con jugo de arándanos, me dijeron que estaría listo antes de la cena –– iba a contarle todo de esa fatídica noche –– Como de costumbre, para llegar a mi casa tenía que cruzar la décima calle pero a mitad de camino alguien gritó pidiendo ayuda. Venía de la casa que siempre te gustó, esa con el jardín de petunias; la calle estaba sola, ni siquiera sabía que unos vecinos me estaban observando desde sus ventanas, así que entré, después de todo soy policía, ¿no? –– Preguntó irónico evitando mirarla –– la puerta principal estaba abierta por eso desenfunde mi arma.
>> Cuando llegué al salón vio un hombre estaba sobre la Srta. Evans apuñalándola, le grité que era policía y que bajara el cuchillo, él se río sarcásticamente alegando que tuvo que silenciarla mucho antes. No se movió de dónde estaba y seguía dándome la espalda. Cuando se giró apretaba aún más fuerte el cuchillo, insistí en que lo bajara pero dijo que el siguiente era yo y que esa vez no fallaría –– hizo una pausa tratando de calmarse, lo que seguía no era fácil –– dio dos pasos en mi dirección alzando el cuchillo, así que hice lo que se me enseñó, le disparé tres veces, el cayó y pateé el cuchillo lejos, no me detuvo en comprobar como estaba fui directo hacía la chica, no creía que ella estuviera en tal mal estado, toda su ropa estaba rasgada y llena de sangre; tenía dos puñaladas una en el estómago, una cerca del vientre y la otra en la pierna esa era la peor porque fue cerca de la arteria.
>>No recuerdo ni con qué hice el torniquete en su pierna ni con que estaba presionando la otra herida, pero lo hice. Cuando me aseguré que el sangrado se había detenido un poco fue que me acerqué al hombre, pero ya estaba muerto –– murmuró cerrando los ojos –– no quise matarlo pero no tuve opción. Tampoco supe que habían pasado diez minutos cuando llamé a la estación, ni siquiera sé porque llamé primero ahí, cuando colgué para llamar a emergencia la línea se cortó, ¿vaya suerte, no? El sargento Jones no tardó en llegar junto con la ambulancia, tomaron mi declaración, hicieron las fotos de la escena, los vecinos dieron sus testimonios todo eso mientras que se llevaban con urgencia a la Srta. Evans había perdido mucha sangre nadie creía que se salvaría, todo eso mientras yo seguía procesando todo lo que acababa de ocurrir, no podría dejar de mirar mis manos con la sangre de ambos. –– dijo esto último mirando sus manos.
––Fue en defensa propia –– le murmuró Breela mientras le agarraba las manos entre las de ella, tratando de, ni ella sabía de qué.
––Lo fue, pero no quita que lo haya matado. –– Dijo con un nudo en la garganta, fue la primera vez que al halar de gatillo alguien había muerto –– pasé la noche en la sala de interrogatorio dando la misma declaración una y otra vez, se investigaba solo el hecho de que le hubiera disparado, de lo demás no sé cómo por qué me acusaba a mí –– hizo una pausa girándose para verla –– por eso no llegué a la cena. Lamento haberte dejado plantada, si tan solo no hubiera entrado a esa casa todo sería distinto.
––No, –– le cortó su lamento –– te habrías arrepentido si no hubieras entrado –– aquí venía la parte que a ninguno le gustaba –– Yo lamento no haberte dado la oportunidad de que te explicaras, pero era lo mejor para ambos que estuviéramos lejos uno del otro.
–– ¿Por eso dijiste que sí? –– le preguntó mirando el anillo que reposaba en su mano izquierda, ella también lo miró antes de responder.
––No, era una decisión que ya estaba tomada. Esa noche mí madre organizó la cena, para anunciar el compromiso, mi compromiso en Evan. –– dijo en un susurro apartando suavemente su mano.
––Una decisión ya tomada, ¿desde cuándo? –– inquirió confundido, no entendiendo nada.
––No te hagas esto, Al –– se limitó a decirle.
–– ¿Le quieres? –– le preguntó sin ánimos, no quería pero a la vez necesitaba oír su respuesta.
––Le quiero –– dijo sin vacilar, tratando tanto de convérselo.
––Lo normal, dos meses son algo de tiempo –– respondió tratando de aparentar que su respuesta no le había afectado.
–– ¿Estuviste mucho tiempo suspendido? –– preguntó cambiando de tema drásticamente antes de que el silencio fuera incómodo.
––Solo una semana, con la guerra no había descanso, pero me dejaron el trabajo de escritorio. Luego el sargento Jones me dijo que por órdenes de arriba me iban a transferir –– dijo sin mucha importancia.
––Así que no fue por mi culpa –– susurró ella con un suspiro de alivio.
––No, ¿por qué creerías eso? –– inquirió confundido.
––No lo sé, por todas las veces que te saltabas la reglas por mí, Sé que suena absurdo, pero teniendo en cuenta que Jones siempre te ha odiado, llegué a pesar que usaría eso en tu contra para suspenderte o despedirte.
Oh, eso. Lo recordaba, fueron días grandiosos. Alex no supo que responder ante tal declaración, por lo que se quedaron en lo que tanto trataron de evitar, silencio incómodo. Breela miró desinteradamente la hora en el reloj de su muñeca, pero cuando comprobó una segunda vez se alarmó.
––Tengo que irme, le he dicho a mi madre que llegaría antes de la hora de la cena y falta poco para ella –– habló rápidamente colocándose de pie.
–– ¿Qué hora es?
––La seis menos cinco –– ¿tan rápido se les había ido el día? ¿En qué?
La acompañó hasta la puerta ––aunque no era mucha distancia –– cuando la abrió y Breela quedó del lado del pasillo, de nuevo, no sabían que decir.
––Gracias por la comida, por todo en realidad –– dijo él con sinceridad.
––No hay nada que agradecer, espero puedas descansar –– hizo un ademán de abrazarlo, pero se limitó a lo de siempre –– Buenas noches, Al.
––Buenas noches, Bree.
La vio dar media vuelta y bajar despacio las escaleras. Cerró la puerta y apoyo su frente, si tan solo hubiera seguido de largo aquel día, ¿ella hubiera rechazado la propuesta?, ¿seguirían las cosas como antes? La respuesta era no, ella se lo dijo, era una decisión ya tomada. Se fue a su habitación agotado, necesitaba una ducha con urgencia, llevaba la ropa del día anterior. Cuando salió solo se colocó el pantalón del pijama y se dejó caer en la cama, no tardó mucho en quedarse dormido.
Se despertó tarde, tenía mucho tiempo sin hacerlo, pero se arrepintió al ver que faltaban quince minutos para el mediodía. Se duchó y cambió rápidamente, salió del departamento bajando apresuradamente las escaleras y salió del edificio. Lo bueno es que las personas no le miraban ni susurraban en su dirección. Caminó con paso medio acelerado hasta el lago, cuando llegó Scivi ya le estaba esperando, se acercó y se sentó a su lado.
––Buen día Alex, me alegra tu puntualidad –– dijo riendo –– pero no hay que perder nuestro valioso tiempo así que, comienza con tus preguntas.
Alex le sonrío, sólo una le importaba más que cualquier otra –– ¿Quién eres?
La sonrisa de Scivi vaciló unos segundos.
Que las personas realizaran ese gesto no era ave de buen agüero.
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La Maldición de los Pines [Completa] ©
Short StoryMaldición. Según nuestra buena amiga Wikipedia, una maldición es la expresión de un deseo maligno dirigido contra una o varia personas que, en virtud del poder mágico del lenguaje, logra que ese deseo se cumpla. Hay quienes dicen que no debemos mal...