Capítulo 10

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Esto no está pasando. Esto no está pasando.

Era lo que se repetía mientras estaba en la celda. Aún estaba procesando todo lo ocurrido, y es que sabía que era culpable, él lo sabía más que nadie pero creyó que cuando saliera de Vancouver dejaría todo eso atrás. Qué iluso fue.

No sabía cuánto tiempo llevaba encerrado, había sentido que era una eternidad cuando el sargento Donovan abrió la reja.

––Sígueme –– fue lo que le dijo.

–– ¿No va a esposarme? –– preguntó confundido sin moverse.

––No –– respondió simple comenzando a caminar hasta la sala de interrogatorio.

––Pero va contra las reglas –– por mucho que no le gustara que fuera él a quien esposaran, él no iba a dejar que el sargento se jugara el pellejo por no esposarlo; así fuera por una tontería.

El sargento se detuvo frente a una puerta antes de girarse ––lo sé –– dijo sacando las esposas y colocándoselas –– ahora si tengo que hacerlo porque no seré yo quien te interrogue, hace unos minutos llegó el sargento Jones, es él quien se encargará –– dijo pausadamente.

–– ¿El sargento Jones está aquí? –– si antes era malo, ahora lo era el doble.

––Sí, ahora entra –– dijo mientras abría la puerta y lo empujaba dentro.

Desde que había llegado no tuvo la necesidad de entrar en esa sala, era la típica de interrogatorio. Una mesa, tres sillas y el bendito espejo, el sargento Jones estaba sentado ojeando una carpeta con muchas papeles. Era el expediente del caso. Se sentó quedando frente a frente, no era la primera vez que atravesaba esa situación, pero no le gustaba que fuera a quién interrogaran. Miro su reflejo preguntándose quien les estaba viendo en la sala continua.

–– ¿Algo que decir, Smith? –– comenzó Jones, quería acabar con ese asunto de una vez. Y por qué no, mandarlo a la cárcel.

Alex lo analizó antes de responder –– colaboraré en todo lo que pueda, pero usted y yo sabemos que soy inocente.

––No es lo que la Srta. Evans alega –– adquirió el tono frío que siempre utilizaba en los interrogatorios –– ella declara que la agrediste físicamente y luego mataste a su prometido cuando él intentó defenderla –– comenzó a mostrarle las fotos de evidencia.

––Así no es como sucedieras las cosas –– sentía que el color abandonaba su cara y que las esposas estaban más apretadas.

––Vamos Smith, porque no te haces un favor y confiesas de una vez.

––No tengo nada que confesar porque no hice nada.

Se quedaron unos minutos en silencio, cada uno analizando al otro. Alex sabía que era culpable, pero no de la forma en la que todos creían; Jones no quería creerlo, pero nunca había sido de su agrado, por eso trataba de hundirlo, por eso no le dejaba hablar.

––Entonces me estás diciendo que tú no tienes nada que ver con la muerte del sr. Jhonsson y la agresión a la Srta. Evans –– comenzó con su jugada, Alex la conocía. No iba a caer, corrección, no podía caer.

––Yo no...

––Porque si mal no recuerdo–– hizo una pausa sacando una hoja de la carpeta–– y está aquí anotado, que fuiste tú quien llamó a la estación para informar sobre el asesinato, lo curioso es que la llamada fue diez minutos después de la muerte del sr, Jhonsson.

Vale, tenía razón, pero todo tenía una explicación.

––Sí, es cierto, pero fue porque...

––Porque según tú declaración estabas ayudando a la Srta. Evans con las heridas que tenía –– lo interrumpió nuevamente con el discurso que ya se sabía de memoria de tanto repasarlo –– lo curioso es que solo llamaste a la estación, no al hospital algo contradictorio, porque si la querías viva tendrías que llamar a emergencias primero. Se salvó de poco, lo sabes, ¿no?

Malditamente lo estaba hundiendo – si no la hubiera ayudado en ese momento se hubiera desangrado, además, los iba a llamar pero...

––Se cortó la línea –– volvió a interrumpirlo –– mucha coincidencia. Pero es como tú siempre andas diciendo Smith, las coincidencias, casualidades o como quieras llamarle no existe, ¿ahora sí lo hacen?

A esa altura del interrogatorio, el sargento Jones estaba caminando por la sala sin dejar de verlo.

––Es cierto, las coincidencias no existen, pero... –– ¿qué carajos estaba haciendo? ¿Ayudando a Jones a hundirlo?

––Entonces lo admites.

––No –– dijo firme, ya estaba cansado –– está usando mis palabras en mi contra, yo no tuve nada que ver con esto, y usted lo sabe –– lo sabía a medias, pero estaba cansado de él.

––Smith, no se haga el santo ––agarró otra foto de la carpeta –– esto es evidencia y muestra que usted tenía sangre de ambas víctimas en gran parte de su ropa, además, de que lo admitió, ¿o ya lo olvidó?

––Ya se lo dije, ayudé a la Srta. Evans por eso tenía su sangre, y la del sr. Jhonsson fue porque cuando fui a ayudarle se estaba desangrando y no pude hacer nada más –– no recordaba cuánto había repetido todo aquello.

–– ¿Los ayudó después de agredirla y asesinarlo?

––Quiero un abogado –– fue lo que le respondió Alex, vale, no se veía bien que lo haya pedido después de semejante pregunta pero, como siguiera ahí encerrado no iba a lamentar sus actos.

––De eso na... –– antes de que pudiera terminar la frase, la puerta fue abierta abruptamente.

––El interrogatorio ha terminado –– era el sargento Donovan, quién se acercó rápidamente a Alex.

––Es mi caso, no puede irrumpir así –– Jones estaba perdiendo la cabeza con eso dos.

––Es mi estación, aquí el jefe soy yo –– le respondió tajante, a él tampoco le agradaba –– y si mal no escuché el detective Smith ha pedido un abogado –– dijo esto último dándole una mirada a Alex quién asintió confirmando –– el interrogatorio ha terminado, vuelva mañana.

Dicho eso, agarró a Alex del brazo llevándolo de vuelta a la celda. En lo que llegaron le quitó las esposas, quedándose dentro del lugar más tiempo de lo debido.

–– ¿Por qué lo hace? –– preguntó de repente Alex.

––Soy objetivo, si a eso te refieres –– pero claramente no se refería a eso –– mi sobrina está preocupada por ti, me ha jurado que eres inocente de todos los cargos, que tenías una explicación lógica para toda esta situación –– Alex maldijo internamente, lo último que quería era que Breela se involucrara –– pero no solo lo hago por ella, desde que llegaste me has demostrado que eres una buena persona y, al menos de que actúes muy bien, no creo en nada de lo que dice Jones.

–– ¿Usted me cree? – preguntó con la ilusión de un niño.

––Te creo Alex, todos aquí lo hacemos. No estás solo, te vamos a sacar de este mal entendido ––hizo una pausa –– pero por el momento debes pasar la noche aquí –– agregó saliendo y cerrando la reja, antes de que se alejara Alex volvió a hablar.

––Sargento, dígale a Breela que se haya a casa. Le conozco bien como para saber que sigue aquí, dígale que estoy bien –– dijo apresuradamente, no quería que él mal interpretara sus palabras.

––De acuerdo –– le respondió Donovan con una sonrisa cómplice.

Esa noche no pudo dormir, estuvo repasando una y otra vez la noche del asesinato, pero sin llegar a entender del todo por qué la Srta. Evans lo estaba acusando.

Cuando la mañana llegó apenas y había pegado un ojo. No sabía qué hora era, pero se escucha murmullos en la entrada, cerca de donde estaban los escritorios; segundos después el sargento Donovan apareció acompañado con dos personas.

El primero era un hombre como de la edad del sr. Brown, tenía el cabello castaño claro con un mechón de enfrente grisáceos y ojos de un lindo azul claro, iba de traje. Quien le dejó sorprendió fue su acompañante, lo que más llamó su atención fue que sus ojos eran negros no dorados.

Era la mujer de la iglesia.

Era Scivi.

¿Qué estaba pasando? 

La Maldición de los Pines [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora