Capítulo 8

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La mañana siguiente fue igual, las personas del pueblo estaban inquietas y cuchicheaban en cada esquina. Una semana. Una semana fue el tiempo en que todo el pueblo estuvo actuando así.

Todas las noches se iba directo a casa ya que por alguna razón todos habían llegado a un consenso y esa semana todas las tiendas las cerraron a las siete justo cuando él salía del trabajo. Desde su conversación con el sr. Brown estaba comenzado a entrar en la paranoia y tenía la constante sensación de que alguien le estaba siguiendo, pero cada que ladeaba la cabeza sutilmente para comprobarlo se encontraba con la nada absoluta. Incluso antes de dormir se aseguraba dos veces de que las ventanas y la puerta estaban bien cerradas, intentó distraerse leyendo, pero no lograba concentrarse por lo que dejó de forzarse.

Breela por su parte estuvo ausente toda la semana ni siquiera apareció cuando las cosas se calmaron, pero ninguno le tomó tanta importancia, debía estar disfrutando del tiempo junto a su madre, la cual tampoco estuvo muy visible por el pueblo. Cosa que dejó a más de uno respirando con más tranquilidad.

Después de esa semana, cuando todos vieron que nada extraño ocurría a sus alrededores, y que todo estaba como antes, las cosas volvieron a la conocida "normalidad" del pueblo.

El ambiente en la estación estaba menos tenso así que decidieron retomar su lectura; el sargento quien había estado todos esos días encerrado en su oficina por fin salió para acompañarles en la lectura, estaba más tranquilo pero seguía algo tenso. Pasaron el día leyendo dejando atrás lo ocurrido esa semana como si hubiera sido un día de trabajo más. Cuando el reloj marcó las siete no fue a la biblioteca sino a la ferretería, compró todo lo necesario para reforzar las cerraduras de las ventanas y de la puerta.

La puerta fue trabajo fácil, por otro lado tardó quince minutos con las ventanas, la última fue la de su habitación y en cuanto terminó se tiró en seco en la cama. Se quedó viendo un punto en el techo hasta que recordó que desde el incidente con la ventana de su cocina no había vuelto a abrir la caja ni leído las cartas restantes. Dos semanas en las que no se recordó ni un segundo de aquella chica. Además ahora sabía que la rubia de las fotos era Rose, pero ¿sus sospechas serían ciertas con respecto al parentesco que tendría con Audrey?

Se levantó con algo de pereza a mover la cómoda y sacar la caja, se sentó en el piso al pie de la cama con la espalda recostada contra ella. Sacó la carta con el número dos y comenzó a leer.

Febrero 27, 1915

Querido Matt,

Quiero comenzar, haciéndote saber que te estaré agradecida eternamente por no dejarnos solas hace tras la muerte de mis padres, aunque eso ya te lo he dejado saber nunca está demás volver a repetirlo.

En otro orden de agradecimientos, este ha sido mi mejor cumpleaños, no sé qué haría sin ti.

Aún no puedo creer que hayas pedido permiso a Rose para cortejarme. Agradezco que hayas mantenido la formalidad y lo anticuado del asunto, pero ya soy la suficientemente mayor como para que mi hermana decida con quién puedo y con quién no puedo salir; aunque tampoco fuera a negarse, te conocemos de toda nuestra vida. Estoy esperando con ansias nuestro próximo encuentro, después de tantos años por fin esto está sucediendo.

Aun no entiendo por qué te sigo escribiendo si las cartas nunca llegarán a tus manos, no tengo más nada que escribir salvo que tengo un buen presentimiento sobre nuestro futuro.

Te quiere,

Audrey.

Aquella carta confirmaba su sospecha, Rose era hermana de Audrey, quizás por eso los señores del mercado se le quedaron viendo de esa manera a Breela y es que, sí esta última fuera rubia se parecería mucho más a su madre, siendo pelirroja tenía aires a su tía. Lo que aún no le quedaba claro era cual era el papel de Matt en todo esto, ¿seguiría vivo? No sabía su apellido, si lo tuviera pudiera buscar en el libro sobre él, pero volvía a un principio, con muchas dudas y ninguna respuesta. Quiso sacar la tercera carta, pero se contuvo, necesitaba respuestas antes de asumir nueva información; porque si seguía el patrón imaginario que veía, significaba que esa carta lo dejaría con aún más dudas.

Devolvió la carta a la caja y sacó la foto de Audrey, una oleada de tristeza le invadió mientras la veía. Se notaba tan feliz y llena con tanta vida, ¿Cómo habría muerto? Recordó su encuentro y el aspecto que tenía, estaba sucia, era el aspecto que tendrías si hubieras corrido por el bosque. La dejó a un lado y sacó la de Rose, recordando las palabras del sr. Brown, había una distancia abismal entre la muchacha de la foto y la que conoció una semana atrás. Era cierto que las circunstancias que atravesamos nos hacen cambiar, pero había algo más con respecto a su cambio de actitud.

La dejó a un lado junto con la de Audrey y sacó la de los tres juntos repitiendo el proceso de las anteriores. Las quedó viendo un rato y solo pudo pensar en una cosa.

¿Qué oculta Rose Pines? 

La Maldición de los Pines [Completa] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora